Desde La Mina 2.0
Mauricio Castro Salazar
mauricio.castro@costarricense.cr
Para esta parte del mundo en que vivimos esta época es verdaderamente especial, es tiempo de compartir con familiares y amigos, tiempo de perdonar y tiempo de gastar hasta lo que no se tiene.
Un día de estos recordaba con cariño mis navidades de niño. Con mucha ilusión esperaba la llegada del Niño Dios, yo quería irme a la cama lo más temprano posible para despertarme y ver a mis pies los regalos que el Niño me había traído.
Don René y doña Gis estaban súper pendientes que el Niño no se hubiera equivocado… y que a cada uno de sus retoños le tocara el regalo que había pedido, que no se hubiera equivocado de cama o que no se hubiera provocado un intercambio de regalos inesperados…
Alguna que otra vez tuvieron que intervenir: esto es de Mauriz, aquello también…
Luego crecí. Y me viene para San José.
Empezaron los avenidazos. La coquetería de joven. Confeti con fuerza —hasta con exceso de fuerza— para algunos, y con delicadeza —hasta con extrema delicadeza— para algunas.
Una invitación a helados o a un milkshake, cuando podía… (ahora no los puedo ver ni de cerca).
Ya en la U la Navidad empezó a ser fiesta entre amigos. Que empezaba a inicios de diciembre y terminaba al final de febrero con el baile en Puntarenas en “a la Deriva”.
Y con la llegada de los hijos la Navidad empezó a ser lindísima de nuevo. La disfrutaba intensamente de una forma distinta, de papá convertido en Niño Dios, trayendo los regalos y poniéndolos en las camas a escondidas. Luego los niños crecieron y la cosa cambió, habrá que esperar los nietos.
¿Y hoy?
Disfruto la Navidad de una forma distinta, como dice la receta: cerca de amigos y familiares.
La Navidad es para disfrutarla.
Desde mi casa en La Mina, en Santa Ana, le pido con fuerza que disfrute la Navidad.
¡Felices Fiestas!