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En el Occidente cristiano actual la Navidad es, sin lugar a dudas, la fiesta con mayor fuerza, con mayor importancia.
Originalmente festividad religiosa, en el transcurso del siglo XX fue perdiendo ese carácter para terminar convirtiéndose en una gran campaña pro-consumo, manejada con las más sofisticadas técnicas de mercadeo. Para casi todos los rubros comerciales es la época del año donde más se vende; y en algunos sectores, las ventas se disparan en forma exponencial balanceando los once meses anteriores.
La religiosidad de la celebración ha ido desapareciendo. Por cerca de dos milenios fue sólo la fecha que evocaba el nacimiento del predicador de origen judío llamado Jesús, oriundo del poblado de Nazareth, líder popular que generó un movimiento contestatario para el Imperio Romano que le valió su ajusticiamiento según los métodos de aquella época (en una cruz y por asfixia) y la posterior persecución de sus seguidores (arrojados a los leones hambrientos en el Coliseo de Roma). En realidad, toda la reconstrucción histórica nos muestra hoy día que su endiosamiento como gozne de la nueva religión que pasaría a ser la expresión espiritual oficial del Imperium fue una calculada maniobra política (lo cual hace pensar, quizá dándoles la razón, en lo que dijeron profundos críticos de la realidad como Voltaire: “La religión existe desde que el primer hipócrita encontró al primer imbécil”, o Giordano Bruno: “Las religiones no son más que un conjunto de supersticiones útiles para mantener bajo control a los pueblos ignorantes”). El mecanismo creado por el emperador Constantino finalmente terminaría sobreviviendo al mismo Imperio, y sería el centro de la vida europea por espacio de diez siglos. El Cristianismo pasaría a ser “el” poder de Occidente, europeo en principio, luego transportado a América.
Toda la religiosidad de la Natividad dio como resultado una rica y variada producción artística(1) que la recrea, transmite y perpetúa. En música, también.
El “villancico” es la típica producción musical popular que evoca la religiosidad de la fecha, es decir: el nacimiento de Jesús en Belén, en un humilde establo, como hijo de un modesto trabajador llamado José y de su esposa, María, a través del “milagro” de una concepción no carnal. Como indica su propio nombre, es la canción de villa, la que servía para registrar la vida cotidiana de los pueblos. En sus inicios fue una forma poética popular, un canto rústico de villanos o aldeanos en sus fiestas, con estructura musical sencilla, usado como registro de los principales hechos de una comarca. Según algunos historiadores el villancico surgió hacia el siglo XIII, siendo difundido en España en los siglos XV y XVI, y de allí pasando a Latinoamérica para el siglo XVII.
A lo largo de su historia, el villancico ha sufrido muchas transformaciones, hasta que en el siglo XIX su nombre ha quedado fijado exclusivamente para aludir a los cantos que se refieren al misterio de la Navidad con todos sus personajes conexos: el niño Jesús, la Virgen María y San José, los Reyes Magos (se dice que Baltasar, de morena piel, era quien cargaba los regalos…, y los otros dos –Gaspar y Melchor, blancos– daban las órdenes), los pastores, el pesebre, etc.
Presentamos aquí tres de los más conocidos: dos en español y uno en inglés, el que ha devenido en muy buena medida una de las principales canciones “oficiales” de la fiesta consumista de la Navidad del siglo XX, y que no da miras de frenarse en el presente siglo XXI, más ligada al nuevo personaje de Papá Noel (también llamado Santa Claus, o San Nicolás, o Viejito Pascuero en Chile, “casualmente” ataviado con los colores rojo y blanco de la Coca-Cola) y a la invitación al consumo irrefrenado, que a la tradición cristiana de Jesús, con su carácter más moderado y ascético.
Notas:
1) http://youtu.be/vemiNUMzmyA
Jingle Bells
Los peces en el río
Noche de paz