Leonardo Garnier Rímolo
¿Cómo se puede argumentar que las mujeres son un problema para fichar futbolistas? – Les cuento.
Tal cual era el titular de una noticia en la sección deportiva de un periódico nacional: “Mujeres son un obstáculo para fichar futbolistas”. ¿En serio? – pensé. El titular captó mi atención de inmediato. ¿Cómo? – me pregunté. Y leí, y releí… porque o yo no entendía o no quería dar crédito a lo que entendía. Y la verdad era peor de lo que yo creía entender. Les cuento.
Resulta que, como explicaba la noticia, “el Municipal Pérez Zeledón cerró una temporada para el olvido, terminando en el penúltimo lugar de la tabla general”. Unos días antes yo había disfrutado, como todos los saprissistas, de mal momento del Pérez, no por ninguna animadversión contra el equipo de “los guerreros del Sur”, a los que siempre he admirado, sino por la simple casualidad de que su última derrota tres por cero ante Saprissa – combinada con la cartagada blanquiazul de perder a manos del Sporting – fueron vitales para que Saprissa lograra clasificarse para la segunda ronda, a pesar de que esta ha sido una de sus participaciones más deslucidas en el campeonato nacional. Pero bueno, saprissismo aparte, ese es el contexto de la noticia.
En la noticia, don Juan Luis Artavia, presidente del Municipal Pérez Zeledón, entendiblemente sufrido por la mala temporada de su club, trata de explicar o justificar lo ocurrido. “Cuando se falla, casi siempre es en la contratación de jugadores; a veces, en los técnicos” – nos dice, y agrega: “no eran los jugadores idóneos”.
El periodista, entonces, le pregunta por qué no han podido contar con mejores jugadores, y el presidente del club contesta que lo que pasa es que los jugadores de la Meseta Central “le tienen miedo al Cerro de la Muerte. No sé por qué será. Y otro tema son las mujeres”.
¿Otro tema son las mujeres? – pensé. ¿Qué tienen que ver las mujeres con que los jugadores no quieran cruzar el Cerro para entrenar y jugar con Pérez? Y así como yo me lo preguntaba, se lo preguntó directamente el periodista al presidente: “¿A qué se debe ese factor de las mujeres?” – dijo.
Y aquí vino la respuesta que, confieso, fue mucho peor de lo que yo imaginaba:
“El hombre, el jugador que tiene novia o esposa, la novia o esposa no quiere que venga aquí por la cuestión de las mujeres. Son factores en los que hemos fallado, hemos observado y hay pruebas de que eso sí sucede. Por eso hemos apostado más por extranjeros; antes acertábamos, pero ahora, con cinco, no estamos logrando el mismo éxito”.
Así tal cual, es por eso que, según el presidente de PZ, “las mujeres son un obstáculo para fichar futbolistas”. ¿En serio? ¿La culpa es de las mujeres? Lo que nos está diciendo el presidente de los guerreros es que los jugadores de la meseta que aceptan cruzar el Cerro van a Pérez Zeledón a vivir la vida loca, entonces sus parejas se molestan, y eso dificulta la contratación de jugadores… Ajá, ¿y es culpa de las mujeres?
Esto no es nada nuevo. Echarles la culpa a las mujeres por las debilidades o las faltas de los hombres es tan viejo como la memoria misma. ¡Fue culpa de Eva! – gritó Adán cuando Dios estaba a punto de expulsarlos del Paraíso por haber comido el fruto prohibido del árbol del conocimiento. (Y muchos, incluidas muchas mujeres, siempre han creído que el pecado original fue culpa de Eva, como si Adán no hubiera comido voluntariamente la famosa fruta. Ah, pero es que Eva lo incitó.)
Del relato bíblico pasamos a las noticias cotidianas de femicidios, violaciones, agresiones o acoso sexual: ¿Por qué subió esas fotos a Only Fans? ¿Cómo se le ocurre vestirse así para ir a trabajar? ¿Qué hacía en ese bar? Ellas se lo buscan. ¿Cómo andaba en esas? Siempre son ellas las que provocan. Tal como en Pérez Zeledón: el problema no son ellos, los jugadores que “se portan mal”, sino que “es culpa de las mujeres”, de las mujeres que los seducen, que los incitan al mal, y, claro, de las mujeres a las que les molesta que sus parejas les sean infieles. ¡Qué putas unas, qué delicadas las otras!
Lo mismo ocurre cuando hablamos de las madres solteras, que son muchísimas. ¿Por qué se embarazó, por qué fue tan irresponsable, cómo no se cuidan, por qué son tan zorras? Ah… pero ¿alguna vez pensamos en quién es el padre de cada uno de esos niños o niñas? Por cada madre jefa de hogar, hay un pendejo – o un agresor – ausente. Y cuando se trata del embarazo adolescente, igual, el problema lo tiene la joven estudiante embarazada – hasta hace unos años incluso las expulsaban del colegio, y muchas veces hasta sus familias las repudiaban – pero no reparamos en que ninguna se embaraza sola y, sin embargo, nunca preguntamos por la parte masculina de la ecuación que, además, muchas veces es un adulto que abusó de una menor de su propia familia o de confianza. Siempre es culpa de la mujer. Desde Eva, es culpa de la mujer.
Y así volvemos al problema del Pérez Zeledón que no pudo ganarle a Saprissa ni hacer los puntos que necesitaba ¿por qué? Adivinó: ¡por culpa de las mujeres!
Tomado de Facebook