Por David Bollero*
El terrible terremoto sufrido en Marruecos evidencia una vez más cuánto mal hace Mohamed VI a su propio pueblo. El monarca tardó cerca de 19 horas en reaccionar. Mientras en su país 30 segundos fatídicos se llevaban por delante la vida de más de 2.000 personas, él disfrutaba de sus millonarias vacaciones en París. A estas horas y pese a la evidente incapacidad de los recursos marroquíes, el sátrapa continúa sin aceptar mayoritariamente la ayuda internacional ofrecida.La Comunidad Internacional reaccionó ante la tragedia con más premura que el propio Mohamed VI. El rey alauita seguía en silencio mientras las condolencias internacionales se sucedían, casi a la misma velocidad que los ofrecimientos de ayuda y cooperación. De manera paralela a esta sucesión de acontecimientos le seguía una escalofriante escalada de la cifra de víctimas mortales y personas heridas. Mientras, al multimillonario rey marroquí parecía importarle bien poco su pueblo, especialmente el que habita en las aldeas del sur, las más pobres y afectadas por el seísmo.
Visto desde fuera, resulta complicado encajar la desidia del monarca. Visto desde dentro y, muy especialmente si se es víctima del terremoto de un modo u otro, debe de ser desmesuradamente indignante. El pueblo marroquí merece algo mejor y seguir sosteniendo a un personaje así no hace más que sumir al país en un estado de miseria. Hoy toca estar al lado del pueblo marroquí, mostrarse solidarios y solidarias y acompañar en momentos tan duros. Mañana debería tocar rendir cuentas de una vez por todas con Mohamed VI.
El pueblo de Marruecos tendrá que escoger qué camino quiere recorrer, suya y solo suya es esa decisión. Cosa bien distinta es lo que desde España y Europa se ha de hacer. La calaña de Mohamed VI ya no es ningún secreto. El hermanamiento que mantiene Felipe VI con él resulta tan nauseabundo como la residencia de parte de la familia real en otra dictadura árabe. La pleitesía que rinde España y la Unión Europea a Marruecos está fuera de lugar, no sólo por obviar la violación del Derecho Internacional con su invasión ilegal del Sáhara Occidental, sino también por el modo en que el régimen de Mohamed VI viola los Derechos Humanos (DDHH) tanto de saharauis como de marroquíes.
Esta circunstancia se ve reflejada en los datos oficiales de Frontex para los siete primeros meses del año, que revelan que Marruecos no es sólo un país de tránsito de migrantes, sino el principal emisor de migración irregular que llega a España, representando casi el 45% del total. Eso debería dar qué pensar a nuestro propio Gobierno, rompiendo su discurso de subcontratar el control migratorio a Marruecos porque, en realidad, la miseria en que Mohamed VI tiene sumido a su propio país es lo que provoca el mayor flujo migratorio.
Marruecos tiene recursos más que suficientes para evitar que buena parte de su población viva en la extrema pobreza. Parte de estos recursos son las inyecciones millonarias que le aportan tanto España como la UE y que, en realidad, parecen estar dirigidas a otros propósitos que poco o nada tienen que ver con la mejora de esas condiciones de vida. La gestión de este terremoto es una prueba más de lo poco que le importa a Mohamed VI su pueblo. Rechazar la ayuda de Francia mientras los periodistas llegan antes a las aldeas afectadas que las fuerzas marroquíes es más que reprobable, del mismo modo que lo es que los rescatistas españoles están trabajando en solitario en algunas áreas. Mohamed VI antepone sus caprichos, sus pataletas políticas de sátrapa malcriado al bienestar de su pueblo. El terremoto ha asolado buena parte de Marruecos, su monarca ya lo había arrasado antes y lo seguirá haciendo si nadie le para los pies.
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*Columnista de Público de Madrid (ex corresponsal oficioso en Londres). Defiende que “Otro mundo es mejor, pero para eso, entendamos antes éste”. En Público.es