Marruecos, el reino oscuro

Guadi Calvo

Línea Internacional

Apenas, hace dos meses, el mundo distrajo su atención apenas un momento en las multitudinarias manifestaciones que se produjeron en Marruecos, las que se conocieron como un capítulo más de las protestas globales, de la tan mentada y edulcorada “Generación Z”, que creo que, más que la CIA, nadie sabe bien qué es, ni para qué sirve, y tanto están sirviendo, para un barrido como un fregado. Ya que aparecen cada vez que el Departamento de Estado las necesita.

Quizás porque les sobran redes sociales y les faltan barricadas callejeras, por lo que su eclecticismo ideológico las hace fácilmente infiltrables para ponerlas a marchar donde el poder las requiera.

Allí vimos a los Zeta, en Dacca, motorizando las manifestaciones que terminaron con el gobierno de la primera ministra bangladesí, Sheikh Hasina, para finalmente imponer el gobierno pro norteamericano del economista Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz 2006, el mismo con que se acaba de honorar a la Miss Universo (1996), María Corina Machado, siempre tan abierta a los hombres del poder.

También a la “Generación Z” se la ha vinculado con el caos que vive Haití, a las protestas en Madagascar, en Nepal y casualmente en el México de Claudia Sheinbaum, peligrosamente más parecida a Sheikh Hasina que a la modelo venezolana.

El régimen marroquí rápidamente contuvo las protestas a fuerza de violencia y causas judiciales a muchos de los que fueron detenidos arbitrariamente por aquellos días.

A poco más de sesenta días, se conoce la situación de los más de dos mil detenidos en las jornadas de octubre después de atravesar una pesada cortina de complicidades, ya que el reino alauita es uno de los regímenes, gracias a ser el mayor comprador africano de armamento norteamericano, francés y británico y el más conspicuo aliado del mundo árabe del enclave genocida sionista.

Las fuerzas de seguridad del régimen de Mohamed VI son responsables de paliza, tortura y desapariciones de cientos de aquellos detenidos. Mientras todo se esconde debajo del manto de la próxima Copa Africana de Naciones, que comienza el domingo veintiuno, en la que participarán veinticuatro naciones y para la que se han registrado cinco mil cuatrocientos periodistas de todo el mundo, de los que no se espera que den cuenta de la verdadera situación de Marruecos, como ya ha pasado en otras oportunidades, quizás la más emblemática sea el Mundial de 1978 en Argentina o la de 2022 en Qatar, un régimen tan atroz como el marroquí o la dictadura argentina de entonces.

Las protestas que se extendieron por todo Marruecos, fundamentadas por la falta de financiación para la educación y la salud pública, han superado a las que se registraron durante la Primavera Árabe de 2011-2012, en las que el régimen entendió que debía resignar algunas posturas, para que no se lo lleve por delante como sucedió en Túnez o Egipto. Lo mismo hizo en octubre, que rápidamente se comprometió con realizar algunas reformas sociales e incrementar el gasto en atención médica y en educación.

En las jornadas del pasado octubre, al menos tres manifestantes fueron asesinados a tiros por las fuerzas de seguridad en la ciudad de Lqliâa, cerca de Agadir, un conocido centro turístico en la costa atlántica. Mientras que alrededor de otros quince manifestantes fueron heridos por arma de fuego, bajo el enmascaramiento de que la “turba” había asaltado una comisaría La semana pasada, los familiares de las víctimas fueron detenidos por solo pararse frente al parlamento en Rabat, la capital del reino, con fotos de sus parientes muertos y, tras quitarles los celulares y borrarles todo lo relacionado con la concentración, se les ordenó abandonar la ciudad. Se sabe que, al negarse a hacerlo, fueron conducidos a una comisaría, aunque las autoridades explicaron que no lo hicieron en condición de detenidos. Cosas veredes, Sancho…

Muchos de los detenidos que están sometidos a juicio por “actos violentos” ya habían recibido condenas hasta por quince años. Sin haber recibido asistencia legal, ni tener pruebas en su contra que los relatos policiales. Muchos de los que hasta hoy siguen detenidos son menores de edad y permanecen incomunicados de sus familias y sin asistencia legal, y mucho menos psicológica.

Para defensores de los derechos humanos, todo el accionar de los gobiernos, desde la represión, las detenciones ilegales, los castigos, las torturas, el largo encierro sin justificaciones, sumado a la amenaza de sufrir largas condenas, es una advertencia hacia la sociedad para que lo piensen dos veces a la hora de salir a las calles y encolumnarse detrás de un reclamo.

Los que se puedan incrementar tras el desastre que significaron las inundaciones en la provincia costera de Safi, que dejaron al menos treinta y siete muertos, un número similar de heridos y cerca de un centenar de viviendas destruidas, y cuya demora en la asistencia se adjudica a que el gobierno está dando prioridad al inminente inicio de la Copa Africana.

Un oasis afortunado

Para Occidente, Marruecos ha funcionado siempre como un oasis en el caliente norte africano, ya que ha soportado incólume e incluso ha salido fortalecido de las crisis que la dinastía alauita ha debido atravesar desde el fin del Protectorado francés en 1956.

Para la familia real nunca tampoco hubo demasiados costos, más allá de protestas sociales, el arrebato y guerra de 1975 contra la recién nacida República Árabe Saharaui Democrática (RASD) a la que se le ha usurpado cerca del ochenta por ciento de su territorio después de que invadiera con la publicitada Marcha Verde, unos cuatrocientos mil desangelados marroquíes obligados por el rey Hassan II, padre de Mohamed VI, a avanzar contra el país recién independizado de España, que además del visto bueno de Juan Carlos, también lo tuvo de los Estados Unidos, Francia y el Reino Unido, para acaparar sus ricos yacimientos de fosfatos, además de uno de los bancos de pesca más ricos del mundo.

Sorteó sin consecuencia la década que ocupó la Guerra Civil de Argelia, que comenzó en 1992, y con quien comparte una frontera de casi mil quinientos kilómetros cada vez más calientes. Como ya lo hemos mencionado, los costos de la Primavera Árabe han sido mínimos, al igual que la presencia del terrorismo musulmán, que tantos estragos ha generado y sigue generando en la región.

Quizás sea por su excelente relación comercial con los principales fabricantes de armas de Occidente, por disponer de cientos de miles de refugiados, prácticamente apresados en su territorio, por lo que cualquier entredicho con España, con solo la distracción de la guardia fronteriza que le permita que solo un par de centenares invadan Ceuta o Melilla, le basta para poner orden en Madrid.

Su alianza con Israel, después de cumplir las órdenes de Donald Trump para convertirse en uno de los cuatro países junto a los Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahréin y Sudán en firmar los Acuerdos de Abraham, con que Trump pretendió la normalización de las relaciones de los judíos con el mundo árabe. La sola firma de los acuerdos en el 2002 facilitó que Trump le regalara a Mohamed VI, los títulos de propiedad de las tierras que hace cincuenta años reclamaban los saharauis, condenándolo a un exilio eterno en los campamentos del sur de Argelia y un peregrinar inseguro por lo poco que les ha quedado de su territorio.

Esta estabilidad le ha permitido vitalizar el sector turístico, convirtiéndose en el país más visitado del continente, superando a Egipto y Sudáfrica, con sus más de diez millones al año. Que llegan al Reino Oscuro, anhelando revivir de cualquier forma alguno de los relatos de Sherezade, ignorando que si alguna vez sucedieron, fue a más de siete mil kilómetros al este, aunque el agente de viajes les haya dicho otra cosa.

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