Enrique Gomáriz Moraga
En el contexto de las diatribas generacionales que ha provocado la insólita moción de censura protagonizada por Tamames, ha surgido tangencialmente el debate acerca de si existe en España un gobierno y una fuerza política de naturaleza socialdemócrata. Claro, discutir eso en medio de una precampaña electoral le agrega una cierta pimienta al asunto.Todos esos condimentos están presentes en la intervención de José María Maravall, un reconocido sociólogo, que tuvo también un cierto papel de intelectual orgánico socialdemócrata de los gobiernos de Felipe González en la post-transición. Apartado hace tiempo de la política, su silencio ha resultado notorio en relación con las frecuentes críticas que han hecho al Gobierno de Sánchez sus coetáneos de gestión socialista, desde González a Guerra, pasando por Rubalcaba (gobierno Frankenstein).
Pues bien, para sorpresa de muchos, el discreto Maravall ha salido a la palestra para corregir a quienes subrayan las diferencias entre el PSOE de González y el de Pedro Sánchez. En una tribuna que publica el diario El País (25/03/2023) el exministro asegura que hay una robusta línea de continuidad en la socialdemocracia española desde 1977 hasta nuestros días. Cierto, le resulta más fácil mostrar los logros de aquel período que los del actual y sobre todo oculta de una manera aparatosa los yerros de Sánchez. Ni una palabra de la deuda fiscal, de la ley trans, de la torsión del código penal, etc., etc. Tampoco hace mención de la orientación política de los grupos que apoyan su Gobierno, simplemente los califica de “diversos”. Muy lejos de constituir un análisis de sociología política, su intervención resulta sin más una incondicional defensa electoral. Y al hacerlo, destroza su trayectoria de rigor intelectual, por una vía distinta, pero del mismo grado que lo acaba de hacer Ramón Tamames.
En un intento de dar estructura a su planteamiento, Maravall propone una periodización del desarrollo de la socialdemocracia española, dividido en tres etapas: una primera correspondiente a los gobiernos de González, la siguiente referida al mandato de Rodríguez Zapatero y la actual de Pedro Sánchez. No se detiene a señalar diferencias, sino que, a su juicio, todas suponen un continuo avance de bienestar y buen gobierno.
Esa periodización, además de hagiográfica, compite con una diferente, hecha desde las filas socialdemócratas, que identifica únicamente dos etapas, la que refiere a los gobiernos de González y la que se inicia con Zapatero y llega hasta Sánchez. Una variación de esta lectura es la que concibe al mandato de Zapatero como una etapa de transición entre las otras dos. Un par de aspectos señalarían ese carácter transicional. El primero refiere a una modificación programática. Hasta ese momento la socialdemocracia se centraba en el bienestar socioeconómico y el equilibrio institucional. Zapatero cambió el énfasis, para centrarse en lo que entonces se llamó “la absorción del programa del partido radical italiano”, de marcado carácter identitario y cultural. Lamentablemente, la crisis de 2008 sacó a la luz su descuido e ignorancia de los asuntos económicos. Con el consiguiente desbarajuste de las cuentas nacionales.
El otro aspecto que adelantaba la forma de hacer política de Sánchez, se reflejó en su tratamiento de la cuestión catalana. Cuando se manifestó su intento de lograr un segundo mandato, se hizo patente en las encuestas que Zapatero perdía las elecciones en todas las comunidades autónomas, a excepción de Cataluña. De ahí viene su famosa frase “denles lo que pidan” referida al Estatuto de Autonomía. Se estrenaba así el encumbramiento del fenicismo político, siempre dispuesto a entregar cualquier valor público para obtener el apoyo suficiente para mantenerse en el poder. No importa si ese comercio valórico tiene efectos perniciosos, como señaló Rubalcaba al identificar el gobierno Frankenstein. La cuestión consiste en lograr mayorías parlamentarias por espurias que sean. El examen de cuál es su propósito o su destino, deja de tener interés.
Maravall llega incluso a decir: “A la vez, Pedro Sánchez preside el primer Gobierno de coalición desde la recuperación de la democracia”. Como si la formación de un gobierno de coalición garantizara un buen gobierno. Habrá que suponer que, por ese camino, un gobierno de coalición PP-Vox, ya tiene garantizada la mitad de su bondad. En todo caso, la relación de éxitos que hace Maravall del gobierno Sánchez es inacabable (desde el manejo financiero hasta la política social, incluyendo la producción de contratos fijos discontinuos), así como la ocultación grosera de todas las sombras (desde la ley Trans a la corrupción del caso “mediador” en el interior del grupo parlamentario socialista).
Conozco a José María Maravall desde los años ochenta y puedo dar testimonio de su rigor intelectual y socialdemócrata. Por eso me ha conmovido el sesgo y la superficialidad de su reflexión, probablemente necesaria para producir este insólito panfleto electoral. Y he de confesar que comienzo a estar asustado. En pocos días, un economista de noventa años, de tradición comunista, se pone a jugar en la cancha de Vox y un sociólogo de ochenta, socialdemócrata de toda la vida, que siempre ha detestado la matráfula para hacer política, se lanza a defender el gobierno de Pedro Sánchez. ¿Sera verdad eso de que a cierta edad comienzan a suceder cosas insólitas? Como voy en ese camino, estoy comenzando a leer el libro de Ramón y Cajal El mundo visto a los ochenta años. Hay que estar prevenidos. Afortunadamente, están a la vista muchos otros casos de políticos que llegan a esas edades sin experimentar bruscos giros, tan insólitos como incoherentes.