Compartiendo mis anotaciones
Jorge Mora Alfaro
Con frecuencia nos referimos a la acentuada modificación sufrida por los partidos políticos en la sociedad actual y, en nuestro medio, a la transformación de muchos de ellos en simples maquinarias electorales, sin una propuesta programática o un proyecto político alrededor del cual traten de agrupar a su militancia o su base (o sus estructuras) y convoquen o conciten el apoyo de la ciudadanía. ¿Podría alguien distinguir con claridad hoy el proyecto político de la mayor parte de las formaciones inscritas en el mapa electoral del país? ¿Van sus propuestas más allá del listado o la secuencia de acciones gubernamentales incluidas en el programa sometido a la consideración de los electores? ¿Constituyen los documentos aprobados en los congresos o los diferentes cónclaves una guía para su gestión estatal, la orientación de las medidas adoptadas y la definición de sus políticas de alianzas?
El político pragmático de hoy se mueve en la coyuntura y en la cresta de las olas, cual surfeador político, sin descender a las honduras; rehuye la visión de largo plazo y hace caso omiso de principios y visiones ideológicas. Lo suyo es acceder o mantenerse en el poder, en la gestión de la parte del estado en la cual se desenvuelve; ahí se siente cómodo y despliega en ese espacio sus mayores habilidades y potencialidades. Esto, desde luego, podría verse modificado, en forma abrupta, por la sustitución del proyecto o la propuesta política por el dogma y la sinrazón populista, retroceso en gran medida ocasionado por el propio pragmatismo reinante. A este le resulta atractivo atraer votos de grupos emergentes de la sociedad o sumar fuerzas con sus representantes en los órganos de poder, sin reparar en sus pensamientos o el conservadurismo de sus propuestas, en lo distantes de estas en relación con sus pasadas identidades ideológicas o en las consecuencias sociales, culturales y políticas del acceso de estos grupos al poder.
La mayoría de las agrupaciones partidarias abandonaron las discusiones ideológicas y las tareas formativas de sus integrantes e hicieron del acceso al poder, de las respuestas eficaces ante el acontecer político, de la búsqueda por atraer a la población hacia determinadas políticas y la obtención de determinados logros electorales, sus principales modos de actuar. Esto resulta funcional a la existencia de bases partidarias, cada vez más reducidas como resultado del menoscabo sufrido en las lealtades partidarias y de la preferencia por otras fuentes de información y de acercamiento a la política no partidarias. Abandonaron éstos y buena parte de las nuevas generaciones las tiendas políticas y encontraron poco útil la vinculación organizativa a esos colectivos tradicionales. Sus exigencias principales son ahora una mayor transparencia y eficacia en la gestión estatal.
Por otra parte, de acuerdo con el enfoque del profesor Mair (Oxford University), en el caso de Costa Rica es clara la simbiosis entre partidos políticos y estado y una sociedad más dispuesta a seleccionar líderes que propuestas programáticas. La emergencia de los «partidos cartel», como los denomina Mair, adquieren más sentido en los regímenes parlamentarios de algunos países europeos, no en todos. Sin embargo, es posible percibir el asomo de algunos de sus rasgos entre nuestras formaciones políticas: su intento de asumir un papel de intermediarios entre grupos plurales de la sociedad civil y el estado, su enraizamiento en el estado y el acento colocado en demostrar su eficacia en la gestión del gobierno, la participación en el manejo del estado, aunque no hayan resultado vencedores en las elecciones presidenciales (desde el congreso), y su disposición a establecer alianzas con agrupaciones con las que no parecen tener casi nada en común, como un mecanismo de conseguir más poder y de mantener su presencia e influencia en el estado, cuyo control se reparten varios de los partidos políticos.
El comportamiento de los electores ante las agrupaciones partidarias ha cambiado, asimismo, en forma notable. El paulatino abandono de las lealtades, asociada a las inconstantes identificaciones partidarias y a una manifiesta liviandad en la manera de percibir la política y los medios no siempre idóneos por los cuales alimentan sus percepciones, refuerzan la tendencia al ejercicio del voto castigo, el revanchismo y el rechazo a los intelectuales y los científicos (movimiento conocido como antiintelectualismo asociado al resurgimiento de los populismos y las posiciones y partidos de extrema derecha en Estados Unidos y Europa) https://www.lanacion.com.ar/2027176-elogio-de-la-ignorancialos-riesgos-del-antiintelectualismo.
Estos procesos vividos en el campo político contemporáneo, estrechamente vinculados con la exclusión social y con el sentimiento de ausencia de respuestas a necesidades y demandas no atendidas, por parte de numerosos grupos de la población; así como con los cambios en la organización y el funcionamiento de los partidos políticos y las modalidades de vinculación de la ciudadanía a éstos, podría permitir acercarse a la comprensión del comportamiento de buena parte de los electores, a las inexplicables posiciones asumidas por algunos conocidos militantes y líderes nacionales y locales de un destacado partido político tradicional, alejadas de lo que podría entenderse es su ideario y trayectoria política, y el surgimiento de un fuerte enaltecimiento al oscurantismo y la impericia, expresión local del populismo conservador extendido hoy en forma global. Aunque, para algunos políticos ubicados a la derecha del espectro político, la manifiesta incompetencia pueda entenderse como una oportunidad para llenar la agenda vacía con sus propuestas reiteradamente rechazadas en las urnas por los votantes.
Estas percepciones y actitudes no se revierten con facilidad en el corto plazo, pero el esfuerzo no sencillo por obtener una primera interpretación sobre su origen puede contribuir a orientar los mensajes y las ofertas inmediatas a un electorado escéptico y descontento, evitando levantar más suspicacias y tratando de evitar el descalabro democrático que significaría la entronización del populismo conservador en nuestro sistema político. De lo contrario, a pesar de la reticencia de muchos a sentirse parte de la región, podríamos pronto escuchar las frases cargadas de ironía, bien dichas por un apreciado colega y amigo guatemalteco, ante la situación política vivida en el país, ¡Adiós a la democracia ejemplar!¡bienvenidos a Centroamérica!