Por Aníbal Malvar (*)
Desde hace bastantes décadas, a los demócratas europeos no les llegan más que malas noticias desde EEUU, ese gran país al que la mitología biempensante y los amantes del tópico siguen considerando la democracia más avanzada del mundo. Que pregunten a los negros y chicanos (pobres) de los estados sureños cuántas trabas burocráticas han de superar para ejercer su derecho al voto. Tantas, que la mayoría ni siquiera se ocupa ya de intentarlo.La última sorpresa que nos llega de allende los atlánticos es la irrupción de un nuevo Kennedy como candidato a las primarias demócratas. Robert F. Kennedy Jr. es hijo de Bob Kennedy y sobrino de JFK, ambos asesinados.
Dicen los expertos que el candidato parte con escasas opciones a pesar de su ilustre y épica genealogía. Demasiado rojo y demasiado ecologista, y hasta antimilitarista, para el ciudadano medio de los EEUU, tan intelectualmente perezoso como Homero Simpson. Mancha su trayectoria (la de Kennedy, no la de Homero) un negacionismo antivacunas delirante, más propio de un Jair Bolsonaro, un Ortega-Smith, o un Donald Trump, que de un tipo que se ha pasado la vida rodeado de científicos para luchar contra el cambio climático, demandar y ganar juicios contra gigantes como la petrolera Exxon, defender los derechos indígenas por todo el continente, denunciar la usura bancaria, enfrentarse a la industria del automóvil y hasta visitar a Fidel Castro para disuadirle de que construyera en la isla una central nuclear. Su biografía parece tan intachable que esto de las antivacunas hasta se lo perdono en mi más estricta intimidad (no se lo digáis nunca por twitter, porfa). Pero el tío está preparando desde hace tiempo su candidatura, y lo hace adoptando discursos cercanos al trumpismo y casi refrendando las sospechas de amaño electoral. Quiere ser un Kennedy con tupé ideológico trumpiano. Se conoce que solo así se siente capaz de alcanzar la presidencia.
En todo caso, por muy Kennedy que se llame, ni el poder financiero ni los supremacistas blancos que inundan las américas le van a dar la mínima oportunidad, malicio.
Vivimos tiempos de neofascismo más de urnas que de pistola, lo cual se agradece, sobre todo si te apellidas Kennedy. Y ese neofascismo, en vez de enervar al progresismo, lo está derechizando. Aquí lo estamos viviendo con el tránsito del beligerante Podemos al peluchín de Sumar, afirmación que no encierra ningún tipo de reproche: respeto a los posibilistas, pero me ponen más las diminutas ferocidades que cantaron sus nanas de la cebolla allá por el 15-M.
En una sociedad cada vez menos lectora y pensadora, mayoritariamente informada por multinacionales neoliberales y millonarios periodistas prudentes (oxímoron), el miedo al progreso y al cambio son muy fáciles de inocular. Por eso la izquierda se derechiza; para resultar simpática, agradable, bienoliente, guardiacivilera, mediática, pablomotera y piadosa. Por eso el gobierno PSOE/Podemos no osó derogar la ley mordaza, que yo diría que hasta es anticonstitucional, pues antepone por decreto la palabra de un policía sobre la de cualquier ciudadano, honrado o no: un policía y un viandante ya no somos iguales ante la ley, desmintiendo el artículo 14 de nuestra cartísima magna.
Una democracia miedosa no es democracia. Y por eso gente como este Kennedy, aquí Pablo Iglesias, o Mélenchon en Francia, nunca tendrán o tendrían posibilidades de gobernar. También me atrevo a decir que, por ejemplo, el lulismo post-Bolsonaro no será tan revolucionario como el primero. Es normal que Lula da Silva tenga miedo de ofrecerle progreso y libertad a un pueblo que, hace un rato, ha sido capaz de votar en masa a un psicópata negacionista de la ciencia, las humanidades, la ecología, la solidaridad y el sentido común como el tal Jair. Tampoco Yolanda Díaz se atreve ya a ser tan valiente como lo fue Pablo Iglesias, y me consta que es mujer a la que coraje no le falta.
Dicen los sesudos tertulianos que las dos últimas convocatorias electorales en España han demostrado que el discurso del miedo a la ultraderecha no funciona. Yo matizaría. No funciona porque hay tantos miedos en la sociedad que uno más nos resulta irrelevante. Convendría recordar que el fascismo no vuelve a gobernar España solo por cuatro diputados. Son malos tiempos para los kennedys del mundo entero. Ya no hace falta matarlos a balazos. Basta con el miedo y la ignorancia voluntaria de tanta gente, que son más mortíferos que cualquier bala.
* Aníbal Malvar es escritor y periodista . Columnista del diario Público.es. Su última novela es «La balada de los miserables» (Akal, 2012). Más información en: http://es.wikipedia.org/wiki/Aníbal_Malvar