Malas noticias para un nuevo año

Guadi Calvo

Línea Internacional

El occidente globalista, en verdad los Estados Unidos, ya sabe que el resto no cuenta y contará todavía mucho menos a partir del día veinte, cuando el rey del mundo asuma su segundo mandato, parece no querer ver las consecuencias que ha dejado la creación de ese Golem, que fabricaron a medida de la guerra antisoviética de Afganistán, y que, desde entonces, con algunas modificaciones, se mueve solo disparando en todas direcciones.

La lista de ejemplos que confirmaría esta opinión sería tan extensa como la de los nombres de quienes murieron en esas decenas de atentados que han sufrido los países centrales, a los que su sumisión a Washington les ha dinamitado el centro de sus sociedades. Por lo que pasear el perro por la rambla de Barcelona, o algún otro lugar del occidente menguante, se ha convertido en una actividad de alto riesgo.

Para no viajar demasiado lejos en el tiempo, solo nos serviría recordar el atropellamiento en el mercadillo navideño de Magdeburgo, capital del estado federado alemán de Sajonia-Anhalt. Allí, el siquiatra saudita, Taleb al-Abdulmohsen, quien había llegado a Alemania en 2006, mató a cinco personas e hirió a otras doscientas. En el caso de Talb, no lo habría hecho en nombre del islām, al que aparentemente habría renunciado, para convertirse en seguidor de Alternativa para Alemania (AfA), una ramplonería que rememora al nazismo, en el perfecto orden democrático alemán. Taleb, quien fue detenido después de acometer a la multitud, descontento, según él lo dijo en sus redes, por “la pretensión del Estado alemán de promover la islamización del país”.

Las autoridades locales reaccionaron con cinco muertos y doscientos heridos más tarde, cuando lograron detener al doctor al-Abdulmohsen momentos después del desparramo, a pesar de que la inteligencia saudita había advertido, acerca de la radicalización del siquiatra en 2007.

Este ataque, obviamente, remitió al sucedido en la berlinesa Breitscheidplatz, en diciembre de 2016, en el que un terrorista, tras robar un camión Scania, embistió a los visitantes del tradicional mercado navideño que se monta en esa plaza.

En aquel ataque murieron doce personas y se registraron setenta heridos. A consecuencia de las heridas, murió otra de las víctimas meses después.

Anis Amri, el muyahidín responsable del ataque, quien había logrado escapar de Breitscheidplatz, fue eliminado días después en un control de la policía italiana, junto a sus catorce identidades falsas, o quizá no, quién lo sabe.

Días después del atropellamiento en Magdeburgo, un hecho calcado se produjo en la rítmica Bourbon Street del French Quarter, de Nueva Orleans, el último día del año. En este caso murieron, al menos, quince personas y decenas fueron heridas. El ciudadano norteamericano nacido en Texas, Shamsud-Din Jabbar, de cuarenta y dos años, lanzó su camioneta de alquiler, en la que hondeaba una bandera del Daesh, contra la multitud que celebraba el fin de año.

Cuando el vehículo logró ser detenido, la policía encontró varios AEI (artefactos explosivos improvisados), un fusil con supresor, que actúa como un silenciador, y una gran cantidad de municiones. Sin especificar los números, las autoridades dijeron que entre las víctimas producidas por el atropellamiento, hubo también heridos de balas. Lo que podría significar que habría actuado un francotirador que disparó en el momento de mayor confusión.

Otros dos episodios, hasta ahora al menos confusos, se produjeron en estas primeras treinta y seis horas del 2025. Al menos unas quince personas fueron heridas en un tiroteo que se produjo frente al club nocturno Amazura, en el barrio neoyorquino de Queens. Se conoció que entre tres y cuatro personas llegaron hasta las proximidades del lugar y abrieron fuego contra las personas que esperaban para ingresar al Amazura. En este caso, el hecho podrá estar relacionado con una disputa entre bandas locales, ya que en el interior del local se recordaba a un pandillero muerto recientemente a raíz de una de estas reyertas.

Más confuso resultó el estallido de una camioneta Cybertruck de la fábrica de TESLA, de Elon Musk, en la puerta del Trump Hotel de Las Vegas. Si bien no se conoce todavía si fue un fallo del vehículo o una explosión programada, sí se sabe que en su interior había un cuerpo carbonizado.

Si en verdad fue una falla en el sistema eléctrico del vehículo, será difícil que la opinión pública lo crea, dado que, en un hecho de violencia, se vincula al futuro presidente con el colaborador estrella de su nuevo gabinete, quien estará a cargo de la desregulación del Estado, lo que pronostica miles de despidos en diversas áreas del aparato estatal.

Lo que sin dudas provocará fuertes marejadas en una sociedad lastimada por las políticas del saliente presidente Joe Biden, lastimada al punto de elevar al rango de héroe a Luigi Mangione, el joven de veintiséis años, detenido por el ajusticiamiento, en pleno Manhattan, del mercader de la salud, Brian Thompson, CEO de UnitedHealthcare, quien fue sorprendido por su ejecutor, en el amanecer del pasado miércoles seis, cuando se dirigía a la conferencia anual de inversores de la compañía en el Hilton Midtown, a pocas cuadras de lugares arquetípicos de la ciudad como el Radio City Music Hall o el Rockefeller Center.

Si bien todos estos casos podrían parecer desconectados entre sí, los hechos no solo muestran un fuerte síntoma de una sociedad ulcerada por la degradación de su sistema de representación, sino que podrían convocar a más lobos solitarios decididos a modificar el orden por mano propia, cuando la política y la democracia, como se entiende hasta hoy, han fracasado.

Más allá del horizonte

La guerra de Ucrania, que en febrero próximo cumple dos años, la que fue mantenida con respirador artificial por Biden y sus socios europeos, quizás vaya tomando un giro definitivo a medida que se acerque el día del gran reemplazo en Washington. Ya se han producido algunas señales que indicarían que gente de Donald Trump estaría trabajando para que el presidente ruso le perdone la vida a Volodímir Zelenski, y que el ruso se conforme con que abandone su puesto y se refugie lo más lejos de Ucrania, a quien tanto mal ocasionó.

Quién no tendrá nada bueno para esperar; serán palestinos, libaneses y sirios, a quienes el sionismo y sus socios les acaban de arrancar sus patrias, para adueñarse de todo, incluso de la historia, ya que en poco tiempo más el relato oficial impondrá la teoría del Gran Israel, lo que está justificando ahora el genocidio contra estos pueblos. La duda es saber cuál será el límite para que el nazi Netanyahu detenga su satánica avanzada. Ya cómo lo hizo en su primer mandato Donald Trump, dará carta libre para que el régimen termine la limpieza étnica de Gaza y Cisjordania y convierta a libaneses y sirios en Sklavenarbeit (trabajadores esclavos), aplicando las mismas prácticas que los nazis aplicaron con millones de ellos y de otros pueblos en su momento de esplendor. Dejar que el tiempo pase para que todo siga fluyendo y naturalice el genocidio como herramienta política.

En este proceso queda por saber en cuanto tiempo el tándem israelí-norteamericano-británico podrá acabar con los Houthies, la resistencia yemení, que les está haciendo invivible la cotidianidad de los sionistas en los territorios ocupados e impracticable el tránsito marítimo del mar Rojo. Con el atraso y el incremento de los costos de comercio naval.

Sabemos cuál será el trágico final de los Houthies, tal como lo ha sido de Hamas y Hezbollah; solo será una cuestión de más tiempo y quizás mayor inversión, pero el final de esta historia está escrito. La duda es si, una vez exterminado Yemen, se atreverán a emprenderla con Irán. El objetivo final trazado desde antes de que se pusiera en marcha la Tormenta de al-Aqsa.

En este vuelo de pájaro por el contexto mundial, solo quedan por ver tres grandes conflictos; hay algunos más, claro.
En Sudán y Birmania, se libran guerras civiles que parecen tener ánimo de eternizarse, sin importar ni el número de muertos ni de destrucción. Mientras que en el Sahel las khatibas del Daesh, el Estado Islámico en el Gran Sahara (EIGS) y de al-Qaeda Jama’at Nasr al-Islām wal Muslimin (JNIM) (Grupo de apoyo al Islām y los musulmanes) se han convertido en un regulador casi natural para la contención de los proyectos nacionalistas de Mali, Burkina Faso y Níger, a los que podrían sumarse otras naciones, aunque hasta ahora no les estaría alcanzando ni con la expulsión de las tropas francesas y la escasa ayuda rusa, en un año que solo parece traer malas noticias.

Línea Internacional

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