Los temores rentables de Pedro Sánchez

Enrique Gomáriz Moraga

Enrique Gomariz

En 1934, los leninistas españoles, encabezados por Largo Caballero, hicieron una premonición acertada: la II República podría derrumbarse. A esta aciaga percepción le agregaron su propia intención: en tanto régimen político burgués, los revolucionarios debían contribuir a ese hundimiento para que pudiera ser sustituido por la dictadura del proletariado. Toda una profecía autocumplida, aunque la caída de la República desembocara en un régimen un tanto diferente.

Esa nociva lógica esta siendo rescatada por Pedro Sánchez en la actualidad. La destrucción de la democracia -asegura- podría suceder de nuevo y, para evitarlo, nada mejor que enfrentarse fogosamente contra la extrema derecha. Ese es el atemorizante escenario que tanto desea Sánchez, porque se supone que ningún demócrata puede caer en vacilaciones: todos deben colocarse detrás del gobierno en esas circunstancias.

Desde luego, la rentabilidad para Sánchez de ese escenario resulta evidente. Su gobierno deja de ser objeto principal de escrutinio y son los que no le apoyen quienes se colocan en falta. Para sostener ese elemental razonamiento, el sanchismo tiene en España una herramienta inagotable: la figura del dictador Francisco Franco. Sobre todo, si no sólo se rememora aquel 20 de noviembre, sino que se hace de su muerte una efemérides anual.

A ello responde la puesta en marcha durante 2025 de un conjunto de actividades, de diverso tipo y repartidas por todo el territorio nacional, algunas fuera de España, englobadas en el proyecto titulado “España en Libertad”, como recordatorio del cuarenta aniversario de la muerte de Franco en 1975.

Sin embargo, el proyecto nace con una visible contradicción, que ha sido señalada por diversos medios europeos: ¿Cómo es posible que la mitad del arco parlamentario no participe de estas actividades y, más aún, rechace el proyecto frontalmente? Se supone que una celebración democrática de ese calado no puede ni pensarse sin basarse en el consenso de la gran mayoría de las fuerzas políticas parlamentarias. En realidad, la división política de España se supone que es todo lo contrario que debería buscar un proyecto de este tipo.

Una respuesta a esas graves interrogantes puede encontrarse en el manifiesto firmado por un centenar de periodistas, intelectuales y artistas, entre los cuales se encuentran personalidades progresistas y de izquierda, como Nicolas Redondo, Antonio Elorza, Alejandro Cercas, José Luis Corcuera, Paco Vázquez, Juan José Laborda, Rosa Diez, Fernando Savater y varios otros, los cuales, junto a representantes de otras fuerzas políticas, llaman a “boicotear cuantos aquelarres promuevan en torno a Franco aquellos que dicen celebrar la libertad echando mano de la discordia, su mayor amenaza, y de la reconciliación, promoviendo el encono civil”.

En el manifiesto se asegura que el proyecto de conmemoración impulsado por Sánchez se hace desde una perspectiva guerracivilista, que levanta muros y renueva divisiones. “La inmensa mayoría de los españoles -afirma el manifiesto, en referencia a la transición- decidió dejar atrás definitivamente una guerra y una dictadura en la que no pocas de sus víctimas habían sido victimarios, en la que el dolor de unos no se podría comprender ni perdonar sin perdonar y comprender el de los otros. Quienes habían perdido la guerra renunciaron a la venganza y quienes la habían ganado, al poder que disfrutaban”.

Mas adelante, el manifiesto afirma: “Sin memoria no hay justicia y sin olvido no hay paz. Reparar solo a unas víctimas es despertar en las otras los agravios, y olvidarse de estas, la mayor de las injusticias. Las víctimas son de todos, la memoria es personal e intransferible y la verdad es una tarea común”.

El manifiesto, que lleva por título “Contra Franco: la Constitución es la única celebración posible”, concluye: “Los españoles ya estamos reconciliados. Lo hizo una abrumadora mayoría, y dio a ese pacto el nombre de Constitución de 1978. La única fecha de celebración posible y deseable”.

En realidad, la decisión de llevar adelante un proyecto de conmemoración que, lejos de producir la convergencia social, produce la división de la sociedad, refleja la insana necesidad de recrear un escenario de temores que pueda ser rentable políticamente. Habrá que esperar que no acabe transformándose en una profecía autocumplida, como ya sucedió en el pasado.

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