Harriet Fletcher, Lancaster University
“Si recuerdas los años 60, es que no estuviste allí”. Esta famosa cita dice mucho sobre nuestra romántica evocación de aquella década. Puede que el hedonismo de Woodstock y la beatlemanía estén impresos en la memoria cultural, pero los retratos de Marilyn Monroe de Andy Warhol revelan un lado más oscuro de los años 60 que modifica nuestra nostalgia.
El icónico retrato hecho por Warhol Shot Sage Blue Marilyn, subastado esta semana en la casa Christie´s de Nueva York, alcanzó la cifra de 195,04 millones de dólares, impuestos incluidos, convirtiéndose en la obra más cara del siglo XX vendida en una subasta pública.
Según Alex Rotter, director del departamento de arte de los siglos XX y XXI de Christie’s, la Marilyn de Warhol es “la cúspide absoluta del pop americano y la promesa del sueño americano, encapsulando a la vez el optimismo, la fragilidad, la fama y la iconografía”.
Las estrellas de Hollywood fueron una gran fuente de inspiración para el movimiento del arte pop. Monroe fue un motivo recurrente, no sólo en la obra de Warhol, sino también en la de sus contemporáneos, como Marilyn Monroe, I de James Rosenquist y Colour Her Gone y The Only Blonde in the World de Pauline Boty.
Luto por Marilyn
Nacida como Norma Jeane Mortenson, pero rebautizada como Marilyn Monroe por la 20th Century Fox, la actriz se convirtió en una de las estrellas más ilustres de la historia de Hollywood, famosa por sus papeles en películas clásicas como Los caballeros las prefieren rubias y Con faldas y a lo loco. Personificaba el deslumbrante mundo del consumismo y las celebridades que los artistas pop consideraban emblemático de la cultura estadounidense de los años 50 y 60.
Aunque la afirmación de Rotter puede ser cierta hasta cierto punto, también hay un matiz siniestro en las Marilyn, ya que muchas se produjeron en los meses siguientes a su inesperada muerte en 1962.
A primera vista, las obras pueden parecer un homenaje a un icono muy querido, pero los temas de la muerte, la decadencia e incluso la violencia acechan en estos lienzos. A menudo se encuentran pistas en las técnicas de producción. Una de las obras más famosas de la colección, Díptico de Marilyn, utiliza los defectos del proceso de serigrafía para crear el efecto de un retrato en descomposición. La obra The Shot Marilyns consiste en cuatro lienzos atravesados en la frente por una sola bala. En este caso, la creación de las obras por parte de Warhol es tan importante como la propia obra.
Muerte y desastre
A primera vista, el glamour superficial de la Marilyn de Warhol inmortaliza a la actriz como una bomba rubia de una época pasada de Hollywood. Es fácil olvidar la tragedia que se esconde detrás de la imagen, pero parte de nuestra fascinación por Marilyn Monroe es esa tragedia.
Sus problemas de salud mental, su tempestuosa vida personal y el misterio que rodeó su muerte han sido bien documentados en innumerables biografías, películas y programas de televisión, como el documental de Netflix El misterio de Marilyn Monroe: Las cintas inéditas y el próximo estreno de la película Blonde, basada en una novelización de la vida de la actriz escrita por Joyce Carol Oates. La actriz personifica la narrativa del icono trágico que está condenado repetirse, algo que Warhol comprendió muy bien tras sobrevivir a los disparos de Valerie Solanas en 1968.
La muerte en el centro de las Marilyns de Warhol no sólo nace del dolor, sino que también refleja un panorama cultural más amplio. La década de 1960 fue un periodo extraordinariamente oscuro en la historia del siglo XX de Estados Unidos. Una breve mirada al contexto en el que Warhol produjo estas imágenes revela una década plagada de acontecimientos traumáticos.
La revista Life publicó violentas fotografías de la guerra de Vietnam. Las televisiones expusieron la impactante brutalidad policial durante las marchas por los derechos civiles. Estados Unidos se vio sacudido por los asesinatos de John F. Kennedy, Robert Kennedy y Martin Luther King Jr. Las imágenes de la muerte de JFK captadas por el espectador Abraham Zapruder se emitieron repetidamente por televisión. Célebres estrellas de Hollywood morían jóvenes y en circunstancias trágicas, desde Marilyn Monroe y Judy Garland hasta Jayne Mansfield y Sharon Tate.
Esta imagen de los años sesenta encuentra eco en el teórico postmoderno Fredric Jameson, que describe la década como una “pesadilla virtual” y un “mal viaje histórico y contracultural”. Estrellas como Monroe no eran tan impecables como pueden parecer en los retratos de Warhol, sino que eran “casos notorios de agotamiento y autodestrucción”.
Warhol lo entendió mejor que nadie. Su serie Death and Disaster explora el espectáculo de la muerte en América y define la década de los 60 como una época de ansiedad, terror y crisis. La serie consta de una amplia colección de fotografías serigrafiadas de catástrofes de la vida real, como accidentes de tráfico, suicidios y ejecuciones, extraídas de periódicos y archivos policiales. Los fallecimientos de famosos son también un tema central de la serie, que incluye retratos de Marilyn Monroe, Elizabeth Taylor y Jackie Kennedy, todas ellas asociadas a muertes significativas o experiencias cercanas a la muerte.
Death and Disaster surgió en 1962 cuando el colaborador de Warhol Henry Geldzahler sugirió que el artista debería dejar de producir arte que reafirmase la vida y explorar en cambio el lado oscuro de la cultura americana:
Quizá no todo sea tan fabuloso en América. Es hora de algo de muerte. Esto es lo que realmente está pasando.
Le entregó a Warhol un ejemplar del New York Daily News, lo que dio lugar al primer cuadro de la serie de desastres, 129 Die in Jet!.
El reciente revuelo en torno a la subasta del retrato de Marilyn revela tanto sobre nuestro tiempo como sobre nuestra nostalgia por los años sesenta. Elegimos recordar la década en todo su glorioso tecnicolor, pero descubrir sus momentos más oscuros da pie a una revisión. Tal vez la Marilyn de Warhol no sea sólo un símbolo de los años 60, sino un artefacto de una época tan turbulenta e incierta como la nuestra.
Harriet Fletcher, Associate Lecturer in English and History, Lancaster University
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.