Enrique Gomáriz Moraga
Existe un debate inacabado entre algunos expertos en defensa y seguridad acerca de si los errores de estrategia militar que Moscú exhibe en Ucrania son productos de una mala ejecución militar de la decisión de atacar ese país o, por el contrario, fue la decisión geopolítica de intervenir la que condujo inevitablemente al desajuste y la confusión en el Estado Mayor ruso. Claro, siempre hay una tercera opción: que los errores sean producto de una combinación de ambas posibilidades (decisión geopolítica incorrecta y ejecución todavía peor).En cualquier caso, los anuncios recientes de parte de los gobiernos de Washington y Londres de que existe la posibilidad real de que Ucrania gane el enfrentamiento militar, además de una expresión de irrefrenable deseo, guardan relación con las tribulaciones de las fuerzas de Moscú en el campo de batalla. Puede afirmarse que Rusia ha realizado bruscos giros en su estrategia militar en sólo dos meses de contienda, que, en buena medida, reflejan esas debilidades.
Un resumen apretado del curso del conflicto armado puede describir así: su objetivo original fue lograr el control de todos los territorios del Dombás, pero su anuncio anticipado permitió una rápida concentración de fuerzas ucranianas, que enfrentaron con dureza ese propósito; ante esa situación, Moscú decidió atacar otros lugares de Ucrania para forzar la fijación de las defensas ucranias y evitar su concentración en el este. Pero la tentación de conquistar Kiev, a solo 60 kilómetros de la frontera con Bielorrusia, les hizo recuperar la idea nunca abandonada de capturar el gobierno de Kiev o, al menos, lograr su abandono del país. Una vez demostrada la gran dificultad de esa conquista, Putin ha intervenido directamente para que sus tropas se concentren en el objetivo original: dividir a Ucrania, segregando todo el valle del Donbás.
A la vista de esos giros estratégicos, es posible señalar las causas de los errores de las fuerzas de Moscú sobre el terreno. Un primer listado contemplaría las siguientes:
Exceso de confianza en la mayor dimensión de las fuerzas armadas rusas.- La comparación entre el tamaño de ambas fuerzas armadas, de Rusia y Ucrania, que muestra que la primera es cuatro veces mayor en efectivos, tanques, artillería transportada, lanzadores, etc. en tierra, así como supone una diferencia abismal en mar y aire, ha conducido a una imagen distorsionada de las necesidades efectivas para intervenir en un territorio de apreciable dimensión (603.548 Km2), en condiciones operativas satisfactorias. Desde luego, hay que aclarar que nunca fue objetivo de Moscú la ocupación militar de Ucrania, a menos que se contara con la complicidad de la población doméstica, ya que el numero necesario de efectivos sería inalcanzable (se ha estimado que rondaría los dos millones). Pero la diferente dimensión sobre el papel no debiera haber prejuzgado las condiciones de operación reales, frente a un ejército que cuenta con un apoyo logístico local mucho mayor.
Desconocimiento de las mejoras de las fuerzas ucranias.- Moscú se sorprendió de la capacidad operativa y logística del ejército ucranio para concentrar fuerzas capaces de oponerse a Rusia en el este, al comienzo de la invasión. Todo indica que subvaloró el efecto que había tenido la asistencia militar externa recibida por Ucrania desde 2014. El hecho de que el crecimiento del arsenal pesado ucranio no hubiera sido apreciable, no significó que el desarrollo de fuerzas tradicionales y, sobre todo, de formación táctica no tuviera lugar. La fuerte resistencia encontrada en el este hizo levantar la mirada del Estado Mayor ruso al resto del territorio ucranio. Y allí se fascinó con la idea de conquistar Kiev.
Subvaloración de la magnitud operativa que suponía la conquista de Kiev.- Como producto de una minimización general de la capacidad del oponente, Moscú consideró que el hecho de que Kiev estuviera al alcance de la mano (dos horas de marcha en tanque desde la frontera), la hacía proclive a una conquista militar rápida. Y en correspondencia táctica se lanzó a un desplazamiento masivo de fuerzas hacia la capital. Desde luego, esas columnas de kilómetros por carreteras principales, las hizo a sabiendas de que el espacio aéreo estaba en manos rusas. Pero entonces, el ejército ruso pudo constatar dos cosas: por un lado, la decisión de resistencia de la mayoría de los ucranianos era superior a lo esperado, lo que representa un obstáculo fundamental en una ciudad de tres millones de habitantes, sobre todo, cuando el gobierno nacional, lejos de salir huyendo se constituyó en un importante factor de resistencia; y, por otro lado, que la información estratégica suministrada por fuentes internas y externas sobre los avances rusos comenzaban a darle a Ucrania una ventaja apreciable.
Debilidades tácticas y logísticas del ejército ruso.- La cúpula militar de Putin se ha vanagloriado durante el presente siglo de la modernización de sus fuerzas, tanto en términos de armamento como de capacidad operativa. Sin embargo, el esfuerzo realizado por sus tropas en el intento de conquistar Kiev ha mostrado enormes debilidades a los ojos atentos de los observadores militares occidentales. Cuando las defensas ucranias estuvieron en condición de hacerlo, sobre todo mediante misiles unipersonales, se dedicaron al satisfactorio juego de cazar blindados rusos. Troceaban las columnas, destruyendo carros en los extremos de determinadas porciones, lo que obligaba a una reducción mortal de la movilidad de los que quedaban en medio, que se convertían en blancos fáciles del fuego ucranio. La respuesta rusa fue pasar a una dispersión de fuerzas, usando bosques y cualquier otro entorno de camuflaje. Pero entonces, los ucranios, con asistencia externa, se concentraron en destruir los medios de aprovisionamiento ruso. Lo que provocó un verdadero estado de inanición entre las tropas invasoras movilizadas.
Perdida de lazos empáticos con la población ucrania.- El cálculo geopolítico con el que se inició la invasión había consistido en que, al menos una parte de la población ucrania, mostrara alguna simpatía con las fuerzas estabilizadoras rusas. Todavía en 2013 Kiev mostraba una división de opiniones al respecto, que los sondeos estimaban en una relación de 60/40, entre proccidentales y prorrusos. Pero la anexión de Crimea tuvo efectos opuestos en ambos países: en Rusia fue motivo de satisfacción y orgullo, mientras en Ucrania se entendió como una ofensa a su identidad nacional. Por ese motivo, ante la resistencia enconada que encontraba por tierra, Moscú no utilizó la fuerza aérea estratégica para borrar del mapa la capital. La explicación procedió del conocimiento de un debate en el Estado Mayor ruso acerca de si era conveniente o no profundizar la ruptura con los corazones y las mentes de la población ucraniana. La decisión de bombardear puntualmente Kiev sin convertirla en un monto de ruinas, tuvo que ver con esa reflexión. Pero progresivamente se hizo evidente que se estaban rompiendo los lazos de proximidad entre Ucrania y Rusia, convirtiendo la guerra en una cruel lucha fratricida. Algo que tuvo una profundización radical cuando se descubrieron las masacres realizadas por las tropas rusas en su retirada progresiva de Kiev. Desaparecieron así por completo los residuos de los viejos lazos de proximidad, que las tropas rusas sólo podrían encontrar ya en algunos de los territorios al este del país. Rusia encarna así la imagen del invasor sin paliativos.
Subvaloración del espíritu de resistencia del ejército y la sociedad ucranias.- Algunas informaciones reflejadas en los medios rusos mostraban que Moscú presumía que la invasión iba a provocar una desarticulación de las tropas ucranias, cuando no una desbandada generalizada. El hecho de que haya sucedido más bien lo contrario, fortalecimiento de la cadena de mando, elevada moral de combate, afianzamiento de las unidades ultranacionalistas dentro del ejército, ha sorprendido al Estado Mayor ruso, también porque ha observado que el comportamiento de la sociedad civil era diferente: en las grandes ciudades, la gran mayoría ha optado por escapar de la guerra, mientras una minoría se sumaba a labores de apoyo a la resistencia militar. Pero esa minoría ha resultado significativa en el apoyo logístico de las tropas ucranias.
Efecto negativo del drástico cambio de objetivos.- La decisión de Putin de cambiar de objetivos estratégicos, abandonando la conquista de Kiev para concentrar fuerzas en el Donbás, acompañada de importantes cambios en el cúpula militar, ha producido desorientación en las tropas rusas, que han entendido que debían dejar un escenario de tierra arrasada tras su retirada, lo que ha producido hechos que pueden calificarse de crímenes de guerra. Pero sobre todo ha supuesto una notable elevación de la moral del ejército ucranio, que interpreta, con razón, como una victoria importante el haber impedido la conquista de Kiev por parte de las fuerzas rusas. Al tiempo que permite al Estado Mayor ucranio un nuevo reagrupamiento de efectivos para combatir en el este del país. En todo caso, si Rusia consiguiera segmentar el Donbás del resto del territorio ucranio, nada asegura que la inestabilidad y el mantenimiento de hostilidades no se prolongue por años a ambos lados de la línea divisoria.
Convocatoria anticipada a un enfrentamiento decisivo, en condiciones precarias.- Finalmente, como consecuencia de los errores acumulados, Moscú no ha tenido más remedio que convocar a una batalla decisiva por el control de toda la cuenca del Donbás. Ello le permite una resolución parcial de sus problemas logísticos y de apoyo social, al contar con una retaguardia asegurada por los territorios prorrusos declarados independientes de Ucrania. Pero deberá enfrentar a unas fuerzas ucranias con alta moral de combate y un apoyo ya significativo de armamento sofisticado occidental. El salto cualitativo que ha tenido lugar al respecto se refleja claramente en el hundimiento del acorazado Moskva, buque insignia de la armada rusa. El armamento ucranio, pese a que todavía enfrente dificultades de operación, ya no es el que era al comienzo de la guerra, sobre todo en un enfrentamiento terrestre que se pronostica bastante clásico. No puede resultar sorprendente la elevación del tono de Moscú advirtiendo a Washington y Londres que considera una implicación directa en el conflicto el envío masivo de armas pesadas a Ucrania. Quizás Moscú esté valorando ya usar su fuerza aérea estratégica de manera masiva, cosa que no ha hecho hasta el momento por consideraciones políticas y militares, pese a que ello le suponga encajar una enorme pérdida de unidades, debido precisamente al aumento de calidad del armamento ucranio.
El examen de este conjunto de errores, ha motivado en los centros geopolíticos occidentales la consideración de que una derrota militar de Rusia es posible. Sin embargo, esta percepción va asociada a graves problemas. En primer lugar, no tendría lugar a corto plazo, lo que significa un escenario de guerra prolongada, con la consecuencia de una multiplicación notable de la carnicería humana actual.
El otro problema refiere a una contradicción de carácter discursivo. No se puede argumentar que Rusia podría ser derrotada en Ucrania y, al mismo tiempo, que estaría en condiciones de atacar otros países circundantes. Poner el ejemplo de Polonia, puede hacernos rememorar el inicio de la segunda guerra mundial, pero resulta una sandez en el escenario militar actual. El músculo militar de Moscú no es tan poderoso como parece y, en realidad, queda referido sobre todo a su armamento nuclear. En estas condiciones, sólo nos queda esperar que Moscú mantenga su temor al suicidio colectivo.