Ciudad de los muertos saqueados, el museo de las momias
«En este mundo no hay nada seguro, excepto la muerte y los impuestos», escribió Benjamin Franklin. En Guanajuato (México), una ciudad dedicada a la extracción de plata, ambas cosas se combinaban de forma espantosa. Entre 1860 y 1958, los familiares se veían obligados a pagar un impuesto para mantener a sus seres queridos enterrados en el panteón de Santa Paula. Si no podían pagar la cuota, los cuerpos eran retirados de las tumbas y almacenados en el osario.
Debido al clima seco y caluroso, y al hecho de que los cadáveres se habían guardado en criptas herméticas, algunas de las almas desenterradas se habían convertido en momias bien conservadas. Cuando los curiosos empezaron a pedir ver los cuerpos, los trabajadores empezaron a cobrar por ese dudoso privilegio. Así nació el Museo de las Momias de Guanajuato, que abrió sus puertas en 1969.
El museo exhibe más de 100 momias en vitrinas climatizadas, con muecas horripilantes que son el resultado de lenguas endurecidas y mandíbulas flojas. (No, no fueron enterradas vivas, como algunos han sugerido.) Hay incluso una hilera de bebés llamados angelitos y santitos, vestidos de ángeles y santos, respectivamente. El museo también alberga la que se cree que es la momia más pequeña del mundo, los restos de un feto de 24 semanas.
Dondequiera que haya cadáveres, puede estar seguro de que habrá historias de fantasmas, y este lugar no es una excepción. La gente dice haber visto la aparición de una mujer alta y haber oído susurros extraños y llantos de bebés en el edificio.
Tal vez para justificar la exposición, el museo se cuida de decir que la muerte es más aceptada -incluso celebrada- en México que en muchos otros lugares. Es justo, pero resulta un poco desconcertante comprar calaveras de azúcar y efigies de momias de recuerdo en un lugar donde, no hace mucho, la gente pobre ni siquiera podía pagar la sepultura de sus seres queridos.
Basado en The world’s most haunted places de LIFE