Los Increíbles y la familia de Álvaro Ramos

Luis Paulino Vargas Solís

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Tal vez ustedes, si vieron la película, recordarán la escena a la que voy a hacer referencia. Es la primera de las películas de la saga acerca de la familia Increíble, de los estudios Disney.

El señor Increíble ha sido atrapado por su gran enemigo, el rufián Síndrome, y este, gracias a sus “rayos antigravedad”, lo tiene esposado, suspendido del aire e incapacitado para usar sus poderes. En la escena aparece Mirage, la enigmática y esbelta mujer, de cabello rubio platinado, que ha sido la cómplice de Síndrome en sus fechorías y por cuyo medio este logró llevar a Mr. Increíble a la emboscada que le tenía preparada.

Se dan ciertas circunstancias que le permiten a Mr. Increíble atrapar a la bella Mirage y entonces amenaza a Síndrome: “si no me sueltas la aniquilaré”. Con absoluta frialdad y desparpajo, el villano se niega y, a los pocos segundos, Mr. Increíble cede y la suelta.

Y, entonces, el comentario de Síndrome, fue, más o menos, el siguiente: “sabía que no lo harías, porque sos noble y bueno y por eso sos débil”. Dicho de otra forma, y según la filosofía del bellaco, la maldad es fuerte precisamente porque no reconoce reglas morales ni límites éticos.

A la larga, los profundos afectos que une a Mr. Increíble con su esposa, Elastigirl, con su niña preadolescente Violeta (la “niña invisible”) y con el hiperactivo Dash (el chico súper veloz), les hará conformar un equipo que, energizado por la solidaridad y el amor, multiplica exponencialmente sus poderes, los que les permite triunfar sobre la maldad de Síndrome.
La cuestión me vino a la mente a propósito de lo acontecido en relación con la hija del candidato liberacionista Álvaro Ramos, y la anunciada “intervención” del PANI en relación con ese asunto.

Aclaro que no he visto el vídeo en que se escucha lo que la niña, por propia iniciativa, y en el uso de sus facultades de raciocinio, quiso decir. Tampoco sé gran cosa de la vida personal de Ramos. Sé quién es su papá, sé de sus logros académicos y de los elogios dedicados a su brillantez intelectual. Sé del coraje con el que supo enfrentar su discapacidad auditiva. Según mis cuentas, cuatro veces en mi vida he coincidido con él en alguna actividad pública.

Sé que es un hombre que cumple con los estándares socialmente aceptados: heterosexual, casado con una mujer (no recuerdo su nombre), con descendencia. No me pregunten cuántos hijos y/o hijas tiene. No lo sé. Recién ahora me enteré que una niña –la del famoso video– es la mayor de la casa.

Según esos test, tan antojadizos como sesgados, que circulan hoy día para, presuntamente, “medir” el grado de coincidencia que uno tiene con las distintas candidaturas presidenciales, mis diferencias con Ramos son bastante considerables. Para mí era por completo innecesario recurrir a esa vagabundería para saberlo: sé que coincidimos en algunas cosas importantes, y que diferimos en muchas otras.

En lo fundamental, y esto es lo más importante, reconozco que es un hombre noble y honesto. Lo cual, en las actuales circunstancias, es mucho decir. O, para ser más preciso: es muchísimo decir.

Y es muchísimo decir, precisamente porque hoy estamos bajo el agobio de la atronadora metralleta del chavismo, un fenómeno político del cual la nobleza y la honestidad fueron expulsadas…precisamente porque se las considera signos de debilidad.
Son Chaves y Cisneros; L. Fernández, Nogui Acosta, Marta Esquivel, José Miguel Villalobos, Mayulí Ortega…

Es la cofradía de la desvergüenza total, del cinismo sin límites, de la carencia absoluto de escrúpulos. La corrupción en su expresión corpórea más espernible.

Lo de la hija de Ramos ha venido a confirmarlo. El uso rastrero, sucio y despreciable de este caso, la agresión imperdonable contra una niña. Y todo en función de sus hipertrofiadas ambiciones politiqueras. Se ratifica, así, lo que ya sabíamos: esta gente no reconoce ninguna norma moral, ningún límite ético, ninguna línea roja. Son capaces de la peor vileza y, si lo creen necesario, no les temblará la mano para ejecutarla.

Es la misma filosofía del canalla Síndrome: la nobleza de espíritu es debilidad; la maldad, en cambio, es fortaleza.
La pregunta que yo me formuló, la pregunta que me inquieta y angustia es: ¿seremos capaces de construir una gran fuerza colectiva que, inspirada por la nobleza de espíritu, logre demostrar que el amor por Costa Rica es superior al odio destructor que inspira al chavismo?

Economista jubilado

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