Los cuentos

Conversaciones con mis nietos

Arsenio Rodríguez

Todo es un cuento largo de gran contador
que se repite en incontables ecos en los contados.
Reverbera en paredes de nadie, de invento,
se multiplica como espejismo en ellos mismos,
sin saberlo, el cuento.

Y todos terminamos creyendo lo imaginado.

Fantasías, musarañas mentales, sueños de día,
narrativa de mentiras,
que se derraman en las plazas de la vida,
creando aspavientos y romances locos
heroísmos, infamias, santos y villanos.

Lo puedo ni imaginarme como era la humanidad antes de la imprenta. Eran los juglares, chismosos, eruditos y sacerdotes de todas las religiones, además de cada uno de los vivos contando sus historias desde su punto de vista. Pasándose información que se iba diluyendo en el tiempo y adornándose de leyenda, como en el juego del teléfono descompuesto y sabe Dios que cosa realmente pasó en el punto de origen donde surgió la información. Con el material impreso al menos la leyenda original podía ser descubierta.

La televisión llegó a mi vida cuando estaba en mi adolescencia. Hasta entonces, las voces de los programas de radio y de las personas vivas y los cuentos en la prensa eran las únicas fuentes de información sobre los acontecimientos que ocurrían en tiempo real. Lo que más me impresionó fue ver imágenes de personas en blanco y negro, proyectadas por el espacio y aparecidas en una caja en la sala de mi casa que decían y hacían cada cosa y uno no podía decirles nada en respuesta.

Hoy en día, la realidad virtual a distancia es una cuestión de la vida cotidiana. La comunicación punto a punto llega instantáneamente, a unas pequeñas cajitas que la gente lleva en la mano, e incluso en relojes de pulsera. Y miles de millones de seres humanos portan estos dispositivos recibiendo, simultánea e nmediatamente; noticias de última hora, información sobre eventos, incitación al odio por prejuicios, opiniones en abundancia, mensajes inspiradores, fotos, videos, y anuncios sobre aumentar el consumo, o incitando a la caridad o a lascivia. Y además pueden proyectar su propia imagen y voz y añadir lo que les venga en gana para contrarrestar, abundar o añadir al cuento. Los mensajes instantáneos y de amplio alcance ayudan a mantener relaciones efectivas en lugares lejanos (e incluso a crear algunas nuevas), coordinan intentos de organizar movimientos centrados en buenas causas, orquestan el activismo político para tratar de lograr más libertad, como en la denominada Primavera Árabe, o para manipular miedos y búsquedas egoístas como el reciente aumento del populismo y el racismo y las conspiraciones (de como la Tierra en realidad es plana, las vacunas no sirven y el COVID fue una conspiración de chinos e italianos. Ah y Don Trump.) En fin.

Hoy las opiniones, prejuicios, miedos y observaciones de la gente no se desarrollan gradualmente en leyenda como antes de la imprenta, al pasar de voz en voz personalmente, sino que se derraman instantáneamente desde las opiniones de cada uno, creando contextos de desinformación acelerada y envolvente que ni siquiera tienen la belleza de las leyendas. Es un mundo de Macondo instantáneo.

Las relaciones ya no se basan en la proximidad y en un abrazo, o en una mirada de uno a otro, sino en dígitos transmitidos a través de ondas-partículas. Como siempre, se trata de compartir puntos de vista o gustos comunes. Pero ahora es fácil conseguir los grandes números, y esas luces que se ven a la distancia al acercarte a tu casa, la nostalgia que te hiela el alma por un instante, los recuerdos de las lágrimas, los encuentros profundos, siguen ahí, pero las amistades no solo se miden por la profundidad sino también por los números. Los «likes» han reemplazado a las sonrisas de aceptación.

¿Cuántos seguidores tienes? pregunta Twitter, ¿has visto mi cara en Facebook? Te lo preguntan unos dedos desconocidos. Sí, todo permanece quieto, como las noches y la vida, pero ahora operamos a distancia mientras hablamos, con tantos que no conocemos, pero que coleccionamos como mariposas electrónicas lejanas.

La mente queda impresionada por la magnitud y la velocidad de estos contactos, a medida que multiplicamos nuestros ecos, en los valles de las redes sociales. Sin embargo, en algún lugar, un ser humano olvidado está desconectado. Los llamamos discapacitados digitales, esos que todavía solo está tratando de descubrir la belleza de las estrellas, la intensidad y el dominio de los deseos, la fuente de la próxima comida, que todavía está tratando de comprender el dolor y el placer.

Mucha gente por ahí aún carece de agua corriente, por lo que tampoco tienen Facebook, ni correo electrónico para conectarse como tú y yo podemos hacer, y nos sentimos seguros mientras escuchamos, las opiniones virales.

Confieso que a pesar de esto, las pantallas de las computadoras y los dispositivos de mano (teléfonos, relojes, tabletas) me cautivan, son la nueva muralla de Babilonia donde todos escriben ahora. Y así, todas las mañanas me despierto, con los mismos complejos, como Sísifo, y me conecto de nuevo en palabras y miradas, primero con los cercanos en carne y hueso cerca de mí, y luego proyectando electrones en estas cajas, con ecos lejanos de sentimientos y enviándole dígitos a corazones palpitantes imaginados.

Abrazándolos de alguna manera, incluso a aquellos a los que nunca he conocido, pero que sospecho dentro de mi espacio, incluidos Rumi y Hafiz y Dios sabe quién más. Tantos seres que en el Ser colapsan, a través de esta pequeña ventana de tiempo y ciberespacio. Y sin duda esta nueva herramienta ha hecho que el mundo se haya vuelto más pequeño y que los sentimientos y pensamientos sean más fáciles de compartir, y no solo con las personas que viven en nuestras zonas de tiempo, sino incluso cuando obtienes una cita, un poema, una historia, una canción, una imagen del pasado a través de la conectividad mundial y la incorporas en tu ahora, ya que impacta tu conciencia en el presente.

¡Oigan, acaban de descubrir que los micro plásticos nos están envenenando a todos! Y nuevas nebulosas han sido descubiertas por el telescopio Webb. Millones de opiniones fluyen en X, Facebook, Tic Toc, Google. Pero no se preocupen, la Inteligencia Artificial ya está llegando, todo estará bien. El nombre y la cara de Donald Trump nos persiguen por todas partes y además puedes saber si Elon Musk o Jeff Bezos tienen mil millones o dos más. Y qué tan popular es Taylor Swift.

Imagínense lo que significa saber todo esto para hacer mejor esta cosa de vivir. La información sobre todos los procesos se está derramando continuamente como una constante tormenta de arena a nuestro alrededor.

Así aparece el mundo al despertar hoy cada mañana. La historia, los países, la política, las corporaciones, las invitaciones a la vanidad y al placer, etcétera. Banderas, colores y símbolos, patriotas, fronteras, rabia contra las tribus con otras mezclas de piel e idiomas, costumbres y todas las cositas distintas de nuestros egos. Tantas películas simultáneas proyectadas sobre y desde tantos egos. Es alucinante. Claro, también hay belleza, magia, amor, buenos sentimientos que lo rodean todo en diferentes proporciones, pero los titulares y las redes sociales se componen principalmente de tiroteos, chismes y promoción de cosas sobre lo atractivo que puede ser tu cuerpo y tu ego, y en lo especial que puedes llegar a ser sobre todos los demás, y de los prejuicios y mentiras para describir a los que no piensan igual.

Pero la vida, el universo siguen su curso inexorable. Sus arroyos y rápidos nos empujan hacia finalmente toparnos con el océano de la Existencia. Hay caídas y aguas estancadas, pasajes de contaminación asfixiantes, sequías que casi matan el flujo, inundaciones que dispersan las aguas por todos lados, pero que toda el agua llega al Océano de origen. Esperemos que el nuevo giro de la civilización humana, la nueva revolución, más allá de la agricultura, la industrialización, la informática, el consumismo, la vanidad, la tecnología, el negocio, nos hagan descubrir en masa, la belleza intrínseca de la vida, el amor y la compasión. Ir más allá de todos los cuentos.

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Image Credit: Basilio Sepe / Global Witness

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