José Francisco Monserrat del Río, Universitat Politècnica de València
La evolución de los vehículos autónomos ha sido una de las innovaciones tecnológicas más significativas en la última década. Ya nos estamos acostumbrando a que un coche sea capaz de mantener las distancias con el predecesor, o que incluso se mantenga en el carril. Pero cuando imagina un vehículo conducido totalmente sin intervención humana, el subconsciente colectivo lo sigue considerando más peligroso que la propia destreza del conductor.
Así como Deep Blue batió a Garry Kasparov hace algo más de 27 años, la inteligencia artificial ha batido ya a la capacidad de reacción humana al volante. Hoy sabemos, gracias a un reciente estudio publicado en Nature Communications, que los coches autónomos son más seguros que los conducidos por humanos.
Los autores del trabajo han llevado a cabo un análisis para comparar accidentes de vehículos equipados con sistemas avanzados de conducción (ADS y ADAS, por sus siglas inglesas) con aquellos de vehículos con un humano al volante. La investigación se basó en datos de 2 100 accidentes de vehículos autónomos y 35 113 accidentes de vehículos conducidos por humanos.
Errores humanos que no comete una máquina
Los resultados son claros: los accidentes de vehículos autónomos tienen una menor probabilidad de ocurrir en la mayoría de los escenarios comparables a los de vehículos conducidos por humanos. Por ejemplo, los accidentes de vehículos autónomos en condiciones de luz diurna y en carreteras secas son significativamente menores en las mismas condiciones.
Sin duda una de las principales ventajas de los vehículos autónomos es la eliminación del error humano, que es responsable de hasta el 90 % de los accidentes de tráfico. Los sistemas avanzados de asistencia a la conducción, como el control de estabilidad electrónico (ESC) y los sistemas de frenado antibloqueo (ABS), ayudan a prevenir accidentes mediante el control continuo del vehículo y la alerta a los conductores sobre posibles peligros.
En comparación, los conductores humanos son más propensos a errores debido a la fatiga, distracción y otras condiciones adversas. El uso de dispositivos electrónicos, el alcohol o las drogas son otros de los aspectos que influyen en el fallo humano y que no son ni tan siquiera variables para una máquina.
Cómo superar al ojo humano
A pesar de los beneficios generales, el estudio también identifica debilidades de los sistemas de conducción controlados por la inteligencia artificial. En particular, hay escenarios específicos en los que los vehículos autónomos presentan una mayor frecuencia de accidentes en comparación con los vehículos conducidos por humanos.
Entre estos escenarios se incluyen condiciones de amanecer y anochecer, en las que la luz frontal puede cegar los sistemas de visión artificial, y situaciones de cruce, donde los accidentes de los vehículos autónomos son 5.25 y 1.98 veces más frecuentes, respectivamente. Estas áreas identificadas como con mayor riesgo subrayan la necesidad de mejoras continuas en los sistemas de percepción y toma de decisiones de los vehículos autónomos.
Efectivamente, el ojo humano, con su capacidad de oclusión por parte de párpados y cierre del diafragma ocular, así como la propia saturación de la retina, es aún el mejor mecanismo de visión que conocemos. Para que un vehículo sea capaz de superarlo será necesaria la utilización de sistemas de baliza inalámbrica que permitan ver cuando la cámara no tiene la capacidad de hacerlo. Para entendernos, un sistema de visión limitado compaginado con un sistema de radar como el de los murciélagos será sin duda capaz de superar las capacidades humanas.
Aún al principio del camino
Analizando su impacto sobre la seguridad vial a largo plazo, lo que está claro es que los beneficios del coche autónomo son prometedores. Según un informe de la RAND Corporation, la introducción del vehículo autónomo con un nivel de seguridad promedio un 10 % superior al de los conductores humanos podría evitar aproximadamente 600 000 muertes en los Estados Unidos hasta 2050. Esta cifra destaca el potencial de los coches autónomos para transformar la seguridad vial y salvar vidas a gran escala.
No nos olvidemos que estamos ante el principio del desarrollo de la tecnología de conducción autónoma. No tenemos apenas vehículos de nivel 4 de autonomía y el estudio se ha restringido únicamente a vehículos de nivel 3. El desarrollo y la implantación del vehículo autónomo, hasta llegar al nivel 5 deseado –los totalmente autónomos–, debe considerar varios desafíos.
La fiabilidad de los sistemas de detección y percepción, la robustez de los algoritmos de toma de decisiones y los mecanismos de seguridad en caso de fallos son aspectos críticos que deben abordarse.
La componente ética tampoco es un tema menor. Decidir quién deberá sufrir las consecuencias más graves de un accidente ante distintas decisiones del sistema de control está aún por regular. Si no, siempre será el conductor el elemento de máxima seguridad, pero esto puede tener unas consecuencias éticas imposibles de justificar.
Además, es esencial entender cómo los vehículos autónomos interactuarán con conductores humanos, peatones y otros usuarios de la vía para asegurar una integración segura y eficiente en el entorno vial existente. Y no podemos obviar un último aspecto, la ciberseguridad: ¿y si una potencia extranjera pudiera tomar el control de todos los coches en un momento dado?
José Francisco Monserrat del Río, Investigador del Instituto de Telecomunicaciones y Aplicaciones Multimedia. Vicerrector de Internacionalización y Comunicación, Universitat Politècnica de València
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.