La relación entre incertidumbre electoral y crisis sociopolítica

Enrique Gomáriz Moraga

Enrique Gomariz

Existe coincidencia en todas las casas de sondeos y estudios acerca de que el vocablo que define bien la coyuntura electoral es incertidumbre. Una incertidumbre relativa, claro, porque más de la mitad de la población cree el próximo Presidente de la República será José María Figueres. Pero la considerable dispersión de candidaturas y el alto nivel de indecisos (en torno al 40%) valida esa sensación de incertidumbre respecto, al menos, de quienes pasarán a la segunda vuelta.

Por otra parte, la mayoría de los candidatos señalan que Costa Rica se encuentra en una situación delicada como sociedad. Varios utilizan la idea de emergencia nacional para referirse a la situación económica y sociopolítica. Y, desde luego, nunca antes el país se había visto en un fuerte estancamiento económico, acentuado por la pandemia, en medio de una crisis sociopolítica tan aguda. Los indicadores financieros son altamente preocupantes, con unas finanzas públicas prácticamente quebradas, mientras tiene lugar un aumento apreciable del desempleo y la pobreza. Pero quizás lo más preocupante sea que esa crisis económica se ha asociado a una crisis sociopolítica, que hasta ahora ha impedido gestionar la recuperación.

La caída en picado de la popularidad del gobierno saliente, en medio de sonoros escándalos de corrupción, podría provocar el hundimiento del partido de gobierno, el PAC, que incluso enfrenta el riesgo de ser irrelevante en la Asamblea Legislativa. Dos gobiernos sucesivos han bastado para socavar los fundamentos sobre los que se basó la configuración del PAC. Todo parece indicar que la conjunción de personal joven e inexperto y la tendencia a la soberbia ideológica no es una buena mezcla para consolidar un proyecto de gobierno estable. Pero tal vez el fenómeno mas preocupante sea el bajo nivel de confianza mutua que experimenta el país. Ticos y ticas no confían en las instituciones públicas, pero tampoco entre las personas. Los últimos estudios al respecto, muestran niveles de confianza mutua semejantes a países como El Salvador o Nicaragua. No es extraño, por tanto, que los intentos de lograr acuerdos básicos para enfrentar la crisis nacional no hayan llegado a buen puerto en esta legislatura. Faltaban ingredientes básicos, como legitimidad de liderazgo convocante y nivel mínimo de confianza mutua.

En estas condiciones puede hablarse de un circulo vicioso entre incertidumbre electoral y crisis económica y sociopolítica. La dispersión de candidaturas y el alto nivel de indecisos no son simplemente fenómenos políticos epidérmicos, sino que reflejan problemas de profundas raíces en las entrañas de la sociedad.

En estas condiciones, cabe la pregunta acerca del horizonte de la próxima legislatura. Y no pareciera que ningún candidato ofrece certidumbres al respecto. Si, como piensa la mayoría de la población, es José María Figueres quien alcanza la presidencia, el dato del voto duro en su contra (más del 40% declara que nunca le votaría), introduce un factor poco halagüeño para la próxima administración. Puede que el futuro presidente verdiblanco obtuviera algún período de gracia en los primeros meses de su mandato, pero va a caminar por el filo de la navaja: cualquier tropiezo en su gestión y el voto duro en su contra se manifestará de inmediato. En todo caso, tampoco es seguro que una buena gestión económica resuelva los problemas sociopolíticos que tiene en su interior la sociedad costarricense. Y es difícil avizorar como se resolverá el serio problema de su considerable falta de confianza mutua. O si, visto desde un ángulo más posibilista, el país podrá salir adelante a pesar de esa desconfianza que le impide lograr acuerdos nacionales.

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