Lina Barrantes Castegnaro
Es una costumbre de los costarricenses, homenajear a las personas distinguidas y recordar eventos extraordinarios, bautizando edificios, parques y cosas públicas útiles, en vez de erigir estatuas (adornos caros en un pueblo austero).
Los fieles católicos se sintieron honrados con la visita de Juan Pablo II (Karol Wojtyła). Su visita tuvo lugar del 2 al 4 de marzo de 1983, durante su estancia, realizó gestos emblemáticos como besar el suelo costarricense, celebrar misa en La Sabana ante cientos de miles de personas y compartir con jóvenes en el Estadio Nacional. Para recordar la única visita papal, un puente se denominó en su nombre y él seguía con vida.
El único Premio Nobel otorgado en singular a un costarricense, fue la culminación de la trayectoria de firmes convicciones por la paz de nuestro país. Costa Rica tiene una democracia que goza de gran prestigio y que ha hecho de la paz una forma de ser y vivir. No es una casualidad la última estrofa del himno nacional: “¡vivan siempre el trabajo y la paz!”
Solo esa Costa Rica podía producir un líder como Óscar Arias, sin miedo al tirano, pero también sin miedo al poderoso, en medio de la Guerra Fría y la oferta sin escrúpulos de convertir a los países centroamericanos en escenario de las disputas entre dos superpotencias, ellos poniendo las armas y nosotros la sangre, las viudas y los huérfanos.
Eso es lo que reconoce el Premio Nobel de la Paz 1987, honra a un costarricense herediano que sobresale en sus ideas, convicciones, talento y capacidad de diálogo. Ese compatriota sobresaliente, nos lleva a un cese de fuego regional y salva la vida de miles de centroamericanos.
El Palacio de los Deportes de Heredia es un edificio deportivo con capacidad para 7500 personas, escenario habitual de encuentros deportivos, conciertos y ferias comerciales. Su provincia natal quiso recordar el Premio Nobel, un evento extraordinario para nuestro país, bautizándole: “Premio Nobel de la Paz Óscar Arias Sánchez”.
En días pasados, regidores heredianos del Frente Amplio, mocionan para dejar de honrar el Premio Nobel de la Paz 1987, en el nombre del Palacio de los Deportes de Heredia.
Argumentan que la Comisión Nacional de Nomenclatura se excedió y que no es correcto que el Palacio se llame “Premio Nobel de la Paz Óscar Arias Sánchez”. Pobreza de espíritu, los cinco miembros del Comité Nobel Noruego, designado por el Parlamento de Noruega, supieron valorar el testarudo esfuerzo de Óscar Arias, quien anunció su esfuerzo por la paz desde la campaña electoral e hizo realidad su promesa contra vientos y mareas.
«Candil de la calle, oscuridad de tu casa», dice el refrán popular. ¡Mezquindad!, digo yo! ¡Ceguera!, sigo diciendo. Es de sobrevivientes agradecidos rendir homenaje al general muerto caído en batalla justa. Es propio de gente inteligente aplaudir a quien evita el río de sangre y consigue lo que se creía imposible.
Lo que más me sorprende es que un frenteamplista que debiera ser ideológicamente fuerte pierda el norte de esa manera. Desprecia el reconocimiento más grande que ha tenido este país, y al mismo tiempo desprecia y no comprende que el Premio Nobel, fue una culminación de la idiosincrasia costarricense. Un país que fue a la guerra solo dos veces, una en 1856 por preservar la paz y modo de vida de sus habitantes y la otra en 1948 para proteger el sufragio. Nunca por disputas religiosas, ampliar territorio o conquistar riquezas ajenas. Siempre persiguiendo causas nobles, con respeto para todos.
El Premio Nobel para la Paz 1987 reconoce que el diálogo y la sensatez lleva al cese de fuego y salva vidas. ¿Por qué algunos insisten y persisten en borrar de la memoria a los Juanitos Mora, los Josés Figueres y los Óscares Arias? Ellos son la rara cosecha de nuestro duro sembrar por un mundo que parece querer la guerra por la guerra, que desdeña la paz porque no está tan cerca de las ganancias y la democracia porque pone reglas.
Hoy un regidor frenteamplista perdió su doctrina, no sabe cuál debe ser su lucha, confunde al enemigo. No entiende que su lucha debe ser por un país más igualitario, no entiende que su lucha debe ser por la educación, por el acceso a los servicios de salud, a la protección de derechos humanos. No entiende los riesgos a los que hace frente nuestro país y cree, que pasara a la historia por tratar de borrar lo que significó el Premio Nobel de la Paz 1987 y lo que ha significado Óscar Arias para Costa Rica.