Progresemos
Carlos Manuel Echeverría E.
Siento una gran desazón ante el estado de Costa Rica en este momento. Estamos ante la disyuntiva de que nuestro Congreso, inducido por nuestro Gobierno que es el que propone, tome decisiones fundamentales que nos den una nueva oportunidad de continuar progresando sostenida y sosteniblemente, cosa que no está sucediendo ahora o que nos hunda como le sucede a una familia que se queda sin capacidad productiva.Sabemos que ya topamos con pared. Conocemos nuestro problema medular, que aunque lo parezca no es el déficit fiscal; es el aparato estatal. Es demasiado grande para el tamaño de la producción nacional. Es ineficiente e ineficaz, no ayuda a la producción, productividad y a la competitividad que requerimos para potenciar nuestra capacidad de compra en el mercado internacional. Es además un aparato estatal cuyos actores humanos han incurrido en errores y en algunos casos actos de corrupción que bien caro nos han costado, quedando muchas veces impunes.
El gobierno presentó el documento que entregaría al FMI. Es totalmente desequilibrado al haber renuencia del gobierno por entrarle con bisturí al tamaño y formato operativo del aparato estatal…cortando gastos, imponiendo el SICOP a todas las compras estatales, integrando funciones, eliminando duplicidades, mejorando la gestión institucional, etc. ¿Falta de coraje, la prevalencia del “nadadito de perro” o el “me la juego”; desubicada concepción del ejercicio del poder, falta de entendimiento o una visión maniquea de la ciencia económica y el papel del aparato estatal dentro de un estado moderno; objetivos políticos partidistas no congruentes con la lógica económica y la práctica política nacional? ¿O una combinación de razones? ¡Vaya uno a saberlo! Todo es posible.
Lo que es cierto y harto debatido es que el acuerdo con el FMI es fundamental y que las reservas en poder del BCCR no están disponibles. También es cierto, que los consejos de la OCDE en multitud de áreas no son imposiciones, pero si recomendaciones lógicas y correctas, para un país al que le han hecho el favor de abrirle la puerta del club de naciones de mayor nivel en el mundo.
Es evidente la inconveniencia de cambiar reglas de juego en Zona Franca, fuente vital de empleo directo e indirecto y de desarrollo científico y tecnológico; menos ahora cuando se calcula que 15% de las empresas de EEUU que producen en la China desean instalarse en las Américas.
Sin duda la propuesta al FMI tiene que ser recalibrada y balanceada. La tasa impositiva total de Costa Rica está mal concebida y requiere cirugía total. Llega al 12 % del PIB, lo que es muy poco, pero no justifica impuestos abusivos como los propuestos. Un abanico tributario mucho más simple para recaudar más con menos esfuerzo, eliminar la evasión y elusión está a la orden del día. Un aparato estatal más amigo de la producción que lo mantiene aumentaría el PIB y con ello la recaudación tributaría sin necesidad de mortificar al ciudadano y destruir patrimonios forjados decentemente y para muchos sustento en los años otoñales. La ciencia económica no miente; señala que el efecto negativo sobre la actividad económica que se da cuando el aparato estatal gasta menos, se compensa con creces por el efecto positivo que la actividad económica genera, con un estado liviano y no invasivo.
El Gobierno necesita ayuda, no complacencia; no puede por sí solo. Tiene que ser transparente o nos hunde como nación, pues a nadie engañará. Debe jugar limpio: habrán impuestos, progresivos y moderados deben ser; una reforma estatal profunda que haga al aparato estatal más eficaz y menos caro es ineludible. La sociedad por medio de sus estamentos, debe mantenerse vigilante de la forma en que se comporte nuestro Gobierno y el Congreso, cuyos integrantes, algunos ciertamente noveles y volubles ante la presión de grupos que solo velan por sus intereses, deben demostrar estar a la altura de la situación.
Al Gobierno de la República le corresponde liderar. Es ineludible involucrar de inmediato a los sectores claves de la sociedad, son pocos en realidad, para lograr un compromiso compartido por todos con los sacrificios que se nos vienen, confío en el marco de un acuerdo con el FMI que los haga razonables y desarrollistas. De lo contrario serán terribles y sin garantía de éxito en la misión de volver a levantar el país. Son dos niveles de participación: uno para recalibrar sustancialmente la propuesta y otro más estratégico, para desarrollar una visión conjunta de país; difícil con un sistema de planificación moribundo, pero hay que tratar. Si alguno se queda atrás y no participa propositivamente, al menos no podrá quejarse de que faltó oportunidad.