La mejor defensa de Ucrania consiste en un estatus de neutralidad

Enrique Gomáriz Moraga

Enrique Gomariz

Hemos sido varias las voces que, desde los estudios de paz y seguridad, hemos venido advirtiendo que la inestable situación de Ucrania se agudizaría conforme pasara el tiempo sin lograr un acuerdo estable al interior del país y a nivel geopolítico, es decir entre las potencias implicadas. Hemos insistido en que los parches chapuceros no resolverían el conflicto y que el tironeo de unos y otros sólo aumenta el riesgo de romper definitivamente el país.

Y es a eso, la aceptación de esa división del país, a lo que en el fondo aludía el lapsus del presidente Biden días atrás, cuando dijo que una intervención limitada de Rusia en Ucrania tendría una respuesta moderada de Estados Unidos y la OTAN. Es decir, si Moscú se limitara a intervenir en Ucrania para reunir los territorios donde habita población rusa, segmentándola del resto de país, eso sería un problema no tan grave como si interviniera en la parte occidental del país. En el fondo, Biden está señalando la solución B que ha venido sobrevolando este conflicto: la división de Ucrania.

En realidad, existe otra alternativa que estabilizaría la región y evitaría la partición del país, pero que no ha conseguido surgir como corriente de opinión en Europa: otorgar a Ucrania un estatuto de país neutral, similar a los que tienen Austria, Suecia o Finlandia (Suiza también es neutral, pero mucho antes del fin de la Segunda Guerra Mundial). Con ese estatuto, Ucrania podría formar parte de la Unión Europea, como sucede con Austria o con Finlandia, y se reduciría al mínimo el argumento ruso de los riesgos acerca de su seguridad. Ese estatuto permitiría a Ucrania mantenerse unida y la beneficiaría económicamente, al hacer de puente bidireccional entre el mercado ruso y el de la UE.

Sin embargo, las partes en competencia, principalmente Rusia y Estados Unidos, han conseguido orientar (y desinformar) a la opinión publica de sus respectivos países, de tal forma que Ucrania solo pueda pensarse estando bajo la zona de influencia occidental o rusa. En otros tiempos, la alternativa de un estatus de neutralidad en términos de seguridad habría surgido del movimiento por la paz, pero actualmente éste no tiene esa capacidad para impulsar una corriente de opinión en Europa, que permita comprender que no es obligatorio elegir entre el este y el oeste, como en los mejores tiempos de la guerra fría.

Algunas fuerzas políticas, minoritarias, rechazan la militarización del conflicto. En España, Podemos y otros grupos, son contrarios a que España envíe unidades operativas al entorno ucraniano, para formar parte de los destacamentos de la OTAN. Pero este rechazo al conflicto armado, siendo positivo, presenta el grave riesgo de parecer inclinado hacia la estrategia de Moscú, y, en suma, no tiene mucho alcance si no desemboca en una propuesta de estatuto para Ucrania que permita una aceptación relativa entre las partes. Y parece claro que lo que resulta inaceptable para Rusia es que Ucrania vaya a formar parte de la OTAN. Claro, alguien podría decir: pero si Washington acepta la petición rusa de que Ucrania nunca forme parte de la OTAN ¿no sería eso alguna suerte de neutralidad en la práctica, sin necesidad de establecer una neutralidad formal? Y alguna razón llevaría, pero eso solo sería una solución provisional, mientras las dos partes esperan una mejor situación para lograr sus objetivos. Es mucho más estable y seguro, establecer un estatus sin muchos requisitos, que permita un horizonte mas tranquilo a mediano plazo.

Así las cosas, los europeos no debieran estar interesados en seguir la dinámica confrontacional de bloques, ni la que representa Rusia ni la que impulsa la OTAN, sino, todo lo contrario, en lograr una situación que estabilice la zona, ahora y en el inmediato futuro. Además, no hay que ocultar nada: los intereses europeos de buena relación con Rusia también se basan en su relación comercial en torno al gas ruso y otros productos energéticos.

El estatuto de neutralidad, semejante al de Austria o Suecia, podría resolverse también mediante los buenos oficios de Naciones Unidas. Pero las palabras pronunciadas por su Secretario General, Antonio Guterres, no han sido muy afortunadas, afirmando que está “completamente seguro que Rusia nunca llegará a invadir Ucrania”. La confianza de Guterres no debiera ser la base de la actuación de las Naciones Unidas ante este conflicto. Pareciera que la capacidad de iniciativa, con suficiente audacia y solvencia, no es hoy un atributo que posea el organismo internacional que se supone debe defender la paz mundial. Si el conflicto armado se produce se demostrará una vez mas que la comunidad internacional no aparece haber aprendido mucho en términos de prevención, ni siquiera después de haber padecido una pandemia.

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