La madre y el padre de todas las marchas

Luis Paulino Vargas Solís

Manifestaciones

Que se me mete entre ceja y ceja que yo quería ir a conocer hoy el nuevo local de la Librería Internacional, situado en el viejo y bello edificio de la que, en otros tiempos, fue la Librería Lehmann. Que muy raramente voy a San José, pero meto jupa y decido ir precisamente hoy.

¿Para qué lo hice?

Ya en la propia radial de Alajuela se anunciaba el problema: el atasco era tremendo y al bus le tardó tamaño rato para salir a la General Cañas. Pero lo mismo daba. Y hasta peor. También esta última ruta estaba colapsada. Incluso mucho más colapsada.

Como tortuga reumática y enyesada. Así se avanzaba en aquel océano infinito de vehículos, la mayoría de los cuales portaban sobre sus techos, ondeando al viento con orgulloso ímpetu, unas banderotas que llevaban algo que me pareció que podría ser como un jaguar, pero que, de tan mal dibujado, lo mismo podía ser ET que el robot de Perdidos en el Espacio.

Sonaban los claxons y por sus ventanas se asomaba gente, algunas personas con pitoretas, otras con megáfonos, todas con sus banderitas y con gorras muy corrongas. Yo no lograba entender lo que decían pero sí me pareció escuchar algo que imitaba los ruidos como de un felino.

Iban buses enormes por cuyas ventanas ondeaban banderas similares a las que ya describí, y también unos tráileres cuyos furgones estaban enteramente cubiertos por esas mismas banderotas.

Una locura total. Nunca visto. Ni 10.000 clásicos sumados de la Liga y Saprissa, ni juntando todas las peregrinaciones del 2 de agosto de los últimos 35 años.

Costó un mundo llegar a San José. Ya para entonces yo estaba totalmente aturdido por el bullicio de tantos y tan atronadores cánticos y vítores y hurras y ruidos raros como de gato con estreñimiento.

¿San José? Imposible. Me bajé del bus y quedé atrapado en medio de un tumulto de gente que prácticamente me dejó inmovilizado y al borde de la asfixia.

Y yo: «por favor, denle campo a este adulto mayor». Nada, ni siquiera me escuchaban.

Y, de nuevo, las banderas y aquel ruidazal estruendoso y los sonidos como de gato, pero ya no con estreñimiento sino más bien con diarrea.

Fue entonces cuando me di un manazo por la frente y me dije: “ve qué gran bruto que soy, es que hoy es la gran marcha, la marcha de todas las marchas, la madre y el padre de todas las marchas ¡LA MARCHA CONVOCADA POR SUS MAJESTADES CHAVES Y CISNEROS!

Luego recordé el motivo de tan magno, faraónico, oceánico, pirofosfórico y circunstanfláutico acontecimiento: quitar al fiscal general de en medio, y todo porque este señor es terco como una mula y no quiere entender que su Majestad Chaves y su Majestad Cisneros están por encima de toooodas las leyes y toooodas las constituciones y pueden hacer lo que les dé la regaladísima gana sin tener que darle cuentas de nada a nadie.

Y en eso mis perritas Fiona y Akira, y también Firu, empezaron a ladrar y me despertaron de la siestita que después del almuerzo quise tomarme. Y entonces que se me ocurre ver el Facebook y veo que a la marcha fueron cuatro gatos.

Jamás un medio chopsuí, pero ni siquiera el pedazo de zanahoria que le echan al chopsuí.

Economista jubilado

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