Luis Paulino Vargas Solís
Pero la propaganda funcionó y Rusia, cuyas plataformas propagandísticas han demostrado ser muy eficaces, se encargó de amplificarla exitosamente, la cual caló en sectores de las mismas izquierdas.
Y, así, todavía hace muy poco yo leí escritos de periodistas y analistas costarricenses, del lado izquierdo del espectro político-ideológico, que insistían en esa tesis, mientras al mismo tiempo, y en total contradicción con esa narrativa machacona, Trump amenazaba con invadir Panamá para retomar el control del canal, y se mostraba dispuesto a anexionarse Groenlandia y hasta Canadá. Un “hacedor de paz” jamás promovería la inevitable inquietud que ese tipo de amenazas genera. Cuando, por otra parte, ya se ha visto que Trump es capaz de cualquier cosa. Así que yo no me atrevería a descartar ninguna opción.
¿Cuál es la “paz” que Trump le ha ofrecido a Ucrania? La de un mísero reparto imperialista: “esto para mí y esto para vos, Vladimir”. Se entiende que la propaganda putinista le haya hecho su fuercita a favor de Trump. Pues la verdad es que entre Trump y Putin hay mucho en común. Mucho más de lo que alguna gente quisiera admitir.
¿Cuál es la “paz” que Trump le ofrece a Gaza? Creo que tiene dos componentes: el genocidio y, para quienes sobrevivan, la expulsión. “Váyanse a buscar vida a otra parte y a ver quién les quiere dar posada”, es el mensaje. Claro, es que Trump y Netanyahu acarician un proyecto de lo más glamoroso: hacer de Gaza un lujoso centro vacacional, con fastuosos hoteles, casinos de ensueño y lupanares enchapados en oro. Todo levantado sobre las tumbas colectivas donde yacen los restos de los miles y miles de civiles gazatíes masacrados.
La noche de este sábado, mientras veía las noticias del ataque de Estados Unidos a instalaciones nucleares iraníes, me invadieron sentimientos que mezclaban, a partes iguales, la indignación, el desespero por la impotencia y una profunda tristeza. Cuando, al mismo tiempo me decía: “pero en realidad nadie ha presentado pruebas convincentes de que Irán esté desarrollando el arma nuclear”. Recuerda, inevitablemente, el Iraq de 2003: las “armas de destrucción masiva de Hussein” que jamás aparecieron por ningún lado.
Uno siempre se hace la pregunta, seguramente ingenua: ¿por qué las potencias nucleares –Estados Unidos la primera– consideran tener la autoridad moral para prohibir que otros países posean sus propias armas nucleares? Claro, se comprende que no es un asunto de moral. Es, exclusivamente, una cuestión de poder e intereses. Poder e intereses al desnudo, descarnados, sin miramientos y sin escrúpulos.
¿Qué es peligroso que Irán tenga armas nucleares? Seguramente si lo es ¿Pero no es mucho más peligroso que una fanático extremista y genocida como Netanyahu sea quien controla hoy el armamento nuclear de Israel? Pero, por otra parte, es cierto que el arsenal armamentístico más sofisticado y poderoso del planeta está hoy en manos de Trump, o sea, en manos de un idiota soberbio, arrogante y prepotente que no reconoce límites. Nada podría ser más peligroso que eso.
El intento por construir un mundo regido por reglas, está siendo hoy desbaratado. Acaso ha quedado definitivamente desbaratado. Posiblemente ya hemos sobrepasado el umbral que nos lleva a un mundo regido por una sola regla: la ley de la selva. Y para un país pequeño y desarmado como Costa Rica, esa es una noticia horrible.
Pero creo que también estamos presenciando la muerte de la democracia. Y no es mucha la gente dispuesta de defenderla. Las tiranías y las autocracias ganan adeptos. La libertad, el respeto, el pluralismo, la paz, el diálogo, el raciocinio, la deliberación ciudadana, la asunción de responsabilidades, la solidaridad humana, el reconocimiento de las diversidades humanas, la ciencia, el arte, la libertad creativa. Todo eso va de recule. Parece que es mucha la gente que desea tener un amo y vivir arrodillada.
¿Es esto el 1984 de Orwell? Por momentos me parece que es mucho peor. Al menos en la ficción distópica de Orwell no se vivía un colapso climático.
Enterrada quedó la tesis alucinada que proclamaba el triunfo del capitalismo ¿Será acaso el triunfo del tecnofeudalismo, como propone Varoufakis? En realidad, creo que simplemente es el triunfo de la barbarie.
– Economista jubilado