Fabricio Madrigal Valldeperas
Esto lo que nos demuestra es: la importancia de darle una base material a la democracia y al estado. En 2020, el estado era un órgano que no accionaba frente a la pandemia del COVID-19 y la discriminación racial, Joe Biden y Kamala Harris lograron dar la confianza suficiente al electorado por su visión humanista, pro-ciencia e inclusiva, frente a un presidente que llamaba a la ciudadanía a tomar cloro para el COVID y que utilizaba la religión como “escudo” frente a la protesta del pueblo afroamericano por la justicia racial. Hoy, Estados Unidos vive una crisis inflacionaria, cuyo origen es multicausal y no se puede responsabilizar a una persona. Para el estadounidense, la base material del estado es un órgano que no acciona para rebajar los precios a los consumidores, es su enemigo. “El enemigo de mi enemigo es mi amigo” pensaron muchos de los votantes. Las propuestas de Kamala Harris como los planes de control de precios, continuidad a iniciativas exitosas como el “CHIPS Act” y el “Inflation Reduction Act” o la inyección de capital a la clase media, no generaron la confianza suficiente como si lo hicieron las “propuestas” anti-estado de Trump, quien irónicamente, su agenda económica fue críticamente estudiada por firmas prestigiosas como Goldman Sachs, quienes advirtieron de un desempeño económico disminuido si Trump era elegido y pudiese implementar su agenda, cabe también mencionar, su peligrosa propuesta de tarifas, donde busca imponer un arancel del 10% sobre todas las importaciones estadounidenses y del 60% sobre los productos fabricados en China, que múltiples expertos han advertidos los efectos adversos sobre los precios de bienes para los estadounidenses (presión inflacionaria) como para el comercio internacional.
Como una hipoteca que, de no refinanciarse, arriesga la pérdida de la propiedad, la democracia estadounidense se encuentra en un punto crítico. Si continúa deteriorando sus activos y exponiéndose a mayores shocks, podría perderse.
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