La extrema derecha ganó en Austria. Pero, ¿podrá gobernar?

La extrema derecha ganó en las recientes elecciones generales austríacas, pero una coalición tripartita podría bloquear su ascenso al poder. Los resultados han mostrado hasta qué punto han caído los socialdemócratas y los conservadores

Barbara Tóth

nuso

El resultado era, al fin de cuentas, esperado en Viena. Por eso nadie se sorprendió. Pero han sido necesarios titulares de la prensa internacional que describieron la dimensión histórica y política de la clara victoria electoral del Partido de la Libertad de Austria (FPÖ , por sus siglas en alemán) del domingo como lo que realmente es: «un punto de inflexión» (Neue Zürcher Zeitung) y un «estallido de derecha» (Bild-Zeitung).

Con 29% de los votos, el FPÖ se mostró más fuerte que nunca en las elecciones parlamentarias. El líder del partido, Herbert Kickl, que es todo menos carismático, superó el que, hasta ahora, era el mejor resultado histórico obtenido por esa fuerza: el 27% de Jörg Haider en 1999. Para los populistas de derecha europeos, Haider ha sido y es el modelo a seguir.

Kickl, por su parte, comenzó su carrera como redactor de discursos y hasta ahora se lo consideraba más un estratega que un candidato con proyección real. No obstante, nadie podrá arrebatarle esta clara victoria. Independientemente de si lo lleva al gobierno o a la oposición, el impulso está de su lado. «Nuestra mano está tendida a todos los partidos», dijo la noche de las elecciones. Los comicios al Consejo Nacional (cámara baja del Parlamento) de 2024 están llenos de tintes históricos –tanto positivos como negativos–, y marcan un punto de inflexión en la Segunda República, quizás hacia la Tercera.

¿Qué éxito hubiera tenido el FPÖ si hubiera contado con un candidato con encanto? Esa es la primera lección que se puede sacar de la victoria de la extrema derecha en Austria: el proyecto inconformista, antiélite, autoritario y en cierto modo antidemocrático del FPÖ ya no depende tanto de un líder fuerte. El FPÖ se ha convertido finalmente en el «verdadero partido del pueblo», con una base sólida de votantes, transversales desde el punto de vista del género y la clase. Solo flaquea en las zonas urbanas.

Un mínimo histórico para los socialdemócratas

En 1999, cuando el FPÖ de Haider despegó, ganó las elecciones el Partido Socialdemócrata de Austria (SPÖ). Apenas un cuarto de siglo después, la correlación de fuerzas se ha invertido. Los socialdemócratas han conseguido ahora el tercer puesto, con poco menos de 21% de los votos. Este resultado marca un mínimo histórico el SPÖ. El líder socialdemócrata, Andreas Babler, quiso animar a su partido con un discurso populista de izquierda, pero no lo consiguió. Apenas logró superar la barrera del 20%, algo que, en términos psicológicos, es aún importante. La socialdemocracia austríaca siempre tuvo éxito cuando adoptó una línea más centrista y moderada que otros partidos socialdemócratas de Europa. Y es por ello que el giro a la izquierda de Babler no dio buenos resultados.

Paradójicamente, el candidato nacido y criado en el mundo obrero, con su estilo de escritura influenciado por el francés Didier Eribon1 y cargado de anécdotas autobiográficas sobre el «orgullo» que pretende devolver a la clase trabajadora, no sumó puntos entre los trabajadores que migraron hacia la extrema derecha. El SPÖ casi no recibió votos directos del FPÖ (solo 29.000 de sus 1,03 millones de votantes cambiaron su voto). La socialdemocracia ganó principalmente en los distritos urbanos donde viven los «bobos», los «burgueses bohemios» progresistas, educados y cosmopolitas que tienden a votar por los verdes, pero que esta vez apostaron por el SPÖ por razones tácticas.

El poderoso SPÖ vienés ya había manifestado en vísperas de las elecciones que prefería poner fin al experimento de Babler cuanto antes. Sin embargo, eso no será tan fácil. Babler ha logrado que se apruebe una enmienda a los estatutos del partido que prevé la elección directa del líder partidario por las bases. Quien busque destituirlo debe organizar primero una suerte de referéndum dentro del partido. Si 10% de los miembros firman una petición en este sentido, la dirección del partido puede proponer un candidato de la oposición interna. En este caso, cualquiera podría presentarse a las elecciones si logra reunir 1.500 firmas. Si ningún candidato obtiene la mayoría en la primera vuelta, se celebrará una segunda.

Conclusión: una socialdemocracia que se deja llevar por luchas de facciones y presenta a un candidato de los extremos y no del centro, no podrá posicionarse como una alternativa fuerte al populismo de derechas. La imagen que los oponentes han hecho de Babler como un extremista de izquierda ha dado sus frutos. Tal vez un candidato moderado hubiera sido la mejor opción. Al menos en Austria tenemos que dejar de creer que podemos ganar votos directamente de los populistas de derechas.

Un distante segundo lugar

El conservador Partido Popular Austríaco (ÖVP, por sus siglas en alemán) también tuvo que asumir los resultados, pues el pasado domingo sufrió la mayor derrota de su historia: solo 19.000 votantes se pasaron directamente del FPÖ al ÖVP, pese a que su líder, Karl Nehammer se aprovechó de su cargo de canciller y, al mismo tiempo, asumió los eslóganes de la extrema derecha sobre seguridad y migración, aunque en un tono más digerible.

Al final, el voluntarismo del ÖVP no sirvió de nada. En el último acto de campaña, celebrado el viernes antes de las elecciones, se siguió hablando de esperar la «foto final» en una «carrera para recuperar el terreno perdido». Pero la lucha cuerpo a cuerpo entre el ÖVP y el FPÖ nunca llegó a existir realmente. Con 26%, el ÖVP quedó en un lejano segundo lugar. Obtuvo 11 puntos menos que en 2019 y el resultado supuso una caída en picada. Siempre estuvo claro que Nehammer no podría conseguir el «impulso de Sebastian Kurz», joven ex-primer ministro y ex-presidente del partido. Sin embargo, a diferencia del SPÖ, la lealtad hacia el líder dentro del partido sigue siendo inquebrantable.

¿Y ahora? Herbert Kickl es el ganador, pero al mismo tiempo no lo es, porque nadie quiere formar una coalición con él. Ni siquiera el conservador ÖVP, que no descarta una coalición con «su partido», pero ha descartado firmemente trabajar con él como candidato. En opinión de los conservadores, Kickl se ha «radicalizado» durante la pandemia y supone un riesgo para la seguridad de la democracia.

Un potencial «cordón sanitario»

En Austria existe un «cordón sanitario» que podría adoptar la forma de una coalición tripartita formada por conservadores, socialdemócratas y los liberales del partido La Nueva Austria y Foro Liberal (NEOS, por su sigla en alemán). Tal y como estaban las cosas el día después de las elecciones, el ÖVP y el SPÖ también podrían unirse con una mayoría extremadamente ajustada de 93 de los 183 escaños del Parlamento y forjar una especie de MiGroKo (coalición de tamaño medio) contra el autoproclamado VoKaKi (el «canciller del pueblo» Kickl). Parece más probable que el ÖVP y el SPÖ cuenten con el apoyo del reforzado de NEOS (9%) y no con el de los derrotados Verdes (8%), con los que el ÖVP ha gobernado hasta ahora en una coalición que no ha dado frutos.

¡Austria: bienvenida al mundo de la coalición tripartita! El canciller Nehammer tendría que presentar ahora una sólida agenda de reformas para no parecer el canciller de una coalición de perdedores. Pero hasta ahora no ha demostrado mucha visión ni impulso creativo.

No se puede descartar que, a la hora de formar gobierno, el ÖVP acabe por tirar por la borda su posición basada en la premisa «preferentemente no con con Kickl» y llegue a la conclusión de que Kickl, que supone un riesgo para la seguridad, podría ser aceptado como socio menor, siempre que el FPÖ le deje las carteras de Finanzas, Interior y Justicia, que son esenciales desde el punto de vista político. Ya antes de las elecciones, la industria austriaca estaba claramente a favor de un proyecto económico liberal y de tendencia azul-negra (en referencia a los colores del ÖVP y del FPÖ). El presidente de la Federación de Industrias Austriacas, Georg Knill, considera «perjudicial» a la socialdemocracia de Babler.

La campaña electoral ha terminado, pero las luchas por el poder apenas están comenzando. Hablar de una Tercera República puede sonar exagerado, pero si tomamos como base de la Segunda República de Austria la gran coalición, la democracia de concordancia y el equilibrio de intereses entre los dos antiguos partidos mayoritarios, el socialdemócratas y conservadores, todo eso se terminado de derrumbar con estas elecciones al Consejo Nacional.

Nota: la versión original de este artículo, en alemán, se publicó en IPG el 30/9/24 y está disponible aquí.

1. Filósofo francés, autor del ensayo Regreso a Reims [2009] (Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2017)

Fuente: nuso.org

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