Harold Meyerson
Continúa la guerra de casi un siglo entre estudios y guionistas.
Desde que apareció el cine sonoro, hace casi cien años, a los productores de Hollywood nunca les han gustado los guionistas. Cuando se formaron los distintos gremios de la industria en los años 30, los estudios firmaron contratos con los sindicatos de directores y actores poco después de que el Tribunal Supremo considerara constitucional la negociación colectiva en 1937. También reconocieron entonces al gremio de guionistas -la ley les obligaba a ello-, pero no llegaron a firmar un contrato hasta 1942.
Parte de su oposición se debía a la incapacidad de los guionistas de paralizar la producción tan rápida y completamente como los actores y directores, que podían detenerla en seco con sólo abandonar el plató. Pero los estudios tenían una gran cantidad de guiones en sus estanterías, y si los guionistas se marchaban, podían pasar meses antes de que los platós enmudecieran.
La otra parte de su oposición radicaba en el hecho de que las dos facciones políticas del Sindicato de Guionistas -liberales y radicales- estaban muy a la izquierda de los productores. Los estibadores de la Costa Oeste estaban totalmente controlados por los radicales, pero los propietarios de puertos y muelles, que estaban más a la derecha que los jefes de los estudios, podían negociar con ese sindicato. Pero los escritores eran mucho más locuaces que los estibadores, y a menudo los magnates lo único que querían era que se callaran.
Con el tiempo, los comunistas -la mayoría de ellos rooseveltianos del Frente Popular, aunque no todos- se vieron expulsados de la dirección del gremio, y las generaciones posteriores de productores demostraron estar muy a la izquierda de los fundadores de los estudios. Pero aún con las aversiones ideológicas fuera de la mesa, las relaciones entre los guionistas y sus patronos han seguido siendo polémicas, generando huelgas más largas, más amargas y más frecuentes que las de los otros oficios. Aun cuando se ha eliminado parte de la antigua debilidad de los guionistas en la negociación -hoy en día, los guionistas pueden cerrar inmediatamente los programas de entrevistas nocturnos-, siguen siendo presa de la explotación de los estudios en mayor medida que actores y directores (a pesar de todos los cambios del sector, los estudios siguen siendo reacios a hablar mal de sus estrellas. Sólo a los guionistas les importa que hablen mal de sus guionistas).
La huelga que comenzó anoche [1 de mayo] se debe a muchos de los problemas que provocaron la última huelga de guionistas hace 15 años. En aquel entonces, estaba empezando el “streaming”, y el pago por programa o película retransmitidos era la manzana de la discordia entre los guionistas y los estudios. Desde entonces, el “streaming” se ha generalizado. En los años anteriores al “streaming”, los contratos estipulaban pagos remanentes a los guionistas cuando su serie o película se reestrenaba en los cines o se volvía a emitir en televisión. Hoy en día, hay series y películas que se convierten en grandes éxitos cuando se retransmiten por “streaming -algunas se han retransmitido más de 100 millones de veces- y por las que los pagos a los guionistas son escasos, nada que ver con los pagos remanentes que recibían antes. Mientras tanto, las series de televisión tienen muchos menos episodios por temporada que los más de veinte que solían tener, y una proporción mucho mayor de guionistas cobra la escala mínima estipulada en los contratos que antes: ambos fenómenos han hecho disminuir los ingresos de los guionistas.
Todo ello explica por qué votó sí el 98% de los guionistas que respondieron a la votación de autorización de la huelga. También explica por qué anoche dieron la espantada.
¿Conseguirán los guionistas obligar a los estudios a satisfacer sus demandas (bueno, una parte sustancial de sus demandas)? Uno de los factores a su favor es la solidaridad de la que pueden hacer gala. Hace un par de años, el Gremio sugirió a sus miembros que rompieran los lazos con sus agentes, ya que un número cada vez mayor de las grandes agencias se había convertido también en productoras y, como tales, se sentaban en el lado opuesto de la mesa de sus clientes guionistas a la hora de cerrar los acuerdos sobre películas y espectáculos. Se esperaba que las grandes agencias, con su enorme capital y una amplia gama de clientes (entre ellos, deportistas de élite), se mantuvieran firmes y vieran cómo sus guionistas volvían a ellas. A finales del año pasado, todas las agencias habían aceptado las demandas de los guionistas.
Los guionistas suponen que, si pudieron vencer a las agencias, podrán también vencer a los estudios. Esperemos que tengan razón.
Fuente: The American Prospect
Traducción: Lucas Antón para sinpermiso.info