Francisco Louça
La vuelta a la austeridad plantea dos problemas. La primera es que no se aprovechó la expansión de liquidez de los bancos centrales. La segunda es que la deuda pública se ha disparado.
Las encuestas a administradores de fondos de las últimas semanas, como la publicada por el Bank of America, revelan lo que se esperaba: tiemblan ante el riesgo de una aceleración de la inflación. Se podría decir que se trata de una actitud casi racional, dado que, de confirmarse esta expectativa, el interés de referencia subirá y los valores de los activos financieros caerán, aunque esto tenga poca fundamentación real. Además, la economía del miedo es la vieja normalidad, dado que el mercado financiero vive del pánico, como se sabe, y así los riesgos se multiplican. Sin embargo, el mayor problema con el post-confinamiento es otro. Es la deuda y qué hacer con ella.
Poca inflación
La subida de precios es real, aunque pequeña. Hay cuatro razones: el valor de los fletes desde China se ha triplicado, hay un aumento del consumo en EEUU, en algunos sectores hay dificultades de abastecimiento y también hay especulación comercial para recuperar los márgenes perdidos, pero el resultado es, por ahora, una inflación por debajo del 3%. Cabe señalar también que las autoridades monetarias en la última década han cometido siempre el mismo error: sobrestimaron la inflación esperada y mantuvieron políticas restrictivas cuando eran necesarias políticas expansivas. Y cuando cambiaron, por la crisis del euro o la larga recesión o ahora, por el cierre de la economía con la pandemia, se comprometieron a volver a las reglas anteriores, que en la eurozona se anuncia para finales de 2022.
Este regreso a la austeridad plantea dos problemas. La primera es que no se aprovechó la expansión de la liquidez por parte de los bancos centrales y no se compensaron sus riesgos: con interés cero, es decir, agotando el efecto de la política monetaria y pudiendo promover burbujas especulativas, faltaba inversión. Vamos a salir de este período con un mayor déficit de inversión. El segundo problema es que la deuda se ha disparado.
El monstruo de la deuda
A finales de 2020, la deuda pública de la eurozona era del 98% del PIB, pero siete países ya superaban el 110%: Portugal, Grecia, España, Francia, Italia, Bélgica y Chipre. Además, parte de esta deuda está en el balance del BCE, que no sabe qué hacer con ella. La discusión oficial sobre la gestión presupuestaria es, por tanto, de suma importancia, dado que con el fin de la moratoria de la regla del déficit en 2023, no se sabe qué estará vigente.
Weidmann, del Bundesbank, anunció que Alemania quiere volver a la regla de los límites fiscales y, por su parte, iniciará de inmediato una consolidación fiscal del 2% del PIB en 2022, lo que, en sí mismo, tendrá un impacto recesivo en la Eurozona del 0,6%. Todo dependerá de las elecciones de septiembre, pero no es de esperar que una alianza Verde-Derecha o Verde-Socialdemócrata se desvíe de este objetivo. Los halcones de la deuda están volviendo a aterrizar en las cancillerías, y ni siquiera se sabe si las elecciones francesas de abril de 2022 o las próximas elecciones italianas serán tenidas en cuenta en esta ecuación. Lo cierto es que las conocidas propuestas de cambio de las reglas fiscales, como la de Blanchard, que fue director del FMI, son amenazantes, ya que pretenden cambiar la flexibilidad presupuestaria para acabar con los márgenes de soberanía nacional imponiendo la tutela de los tribunales europeos en la gestión de los estados miembros de la UE. Los fantasmas que amenazan a Europa son demasiada deuda, muy poca inversión y un autoritarismo renacido.
Francisco Louça economista y activista del Bloco de Esquerda de Portugal, es miembro del Consejo de Estado.
Fuente: https://www.esquerda.net/opiniao/economia-do-susto/74795
Traducción: G. Buster para sinpermiso.info