La descomposición de Siria

Guadi Calvo

Siria

Siria, desde la caída del presidente Bashar al Assad, en diciembre último, es un estado en descomposición permanente, que lo único que produce son muertes.

El antiguo terrorista, emir del Hayat Tahrir al-Sham (HTS) o Comité de Liberación del Levante, quien alguna vez fue militante de al-Qaeda, Abu Mohamad al-Golani, hoy reconvertido en hombre de Estado sacramentado por Donald Trump y varios de sus súbditos europeos, cuyo nombre civil es Ahmed Hussein al-Shar’a, parece no poder o no querer contener los crímenes de sus seguidores.

Las matanzas perpetradas contra las minorías religiosas son un ronroneo constante. La persecución y el exterminio de los comandos fundamentalistas contra las minorías religiosas como los alauitas, la comunidad a la que pertenece la familia al-Assad (ver Siria, la nación amancebada), los drusos, que además de estar sospechados de connivencia con el régimen sionista, al igual que los alauitas, son una escisión del islām chiita. Esto es condición para ser considerados apóstatas. Siria cuenta además con cristianos y kurdos, aunque sectores de este último grupo han pactado con el régimen de al-Golani, consiguiendo algo de estabilidad en el maremágnum.

Tras el secuestro de un comerciante druso el pasado día once, druso en la autopista a Damasco, por una milicia de beduinos sunitas, secuestraron a varios hombres de la comunidad beduina que viven en cercanías de la ciudad de Sweida, una ciudad predominantemente drusa, en el suroeste del país, próxima a la frontera con Jordania y de los Altos del Golán anexados por Israel en 1967, de donde proviene la familia del actual presidente sirio.

Ya para el día trece, tras diferentes redadas de intimidación de comandos beduinos y drusos contra poblaciones civiles de ambas comunidades, se inició una batalla que se extendió hasta el día veintiuno y dejó cerca de mil muertos. Si bien el epicentro se registró en Sweida, la capital de la provincia, los combates se extendieron a varias localidades, donde se enfrentaron, al igual que en la capital, bandas progubernamentales con combatientes drusos del Movimiento de Hombres Dignos.

Testimonios de vecinos señalan que las bandas beduinas que penetraron en la capital asesinaron a familias enteras que se encontraban refugiadas en sus viviendas, saquearon y destruyeron todo lo que tuvieron a su alcance y que a su retirada las calles quedaron regadas de cadáveres, vehículos incendiados y barricadas destruidas por el fuego enemigo.

Tras los enfrentamientos que dejaron al menos mil muertos en su mayoría, lo que solo anuncia que las grietas en el interior de la sociedad siria se seguirán profundizando, el domingo veinte se consiguió establecer un alto el fuego respaldado por los Estados Unidos, que tiene particular interés en estabilizar al país, más allá de que Turquía e Israel, los dos únicos jugadores regionales en Siria, pretendan otra cosa.

Como parte de una tregua, además de la liberación de prisioneros de ambos grupos, cientos de familias beduinas residentes en Sweida debieron ser relocalizadas con urgencia lejos de la ciudad para evitar las venganzas de la comunidad drusa, mayoritaria en la ciudad. Los combates ya habían obligado al desplazamiento de unas noventa mil personas, las que en su mayoría dudan en retornar. El conflicto entre las tribus beduinas y la comunidad drusa se remonta a los siglos, pero en esta oportunidad los primeros, por ser sunitas, se sienten respaldados como nunca para retomar el conflicto que estuvo congelado durante el periodo de Hafez y Bashar al-Assad.

Naciones Unidas envió el domingo un convoy humanitario con suministros médicos, sin que, a dos días de llegados a Sweida, les fuera permitido el ingreso. El anillo de seguridad establecido por las fuerzas de seguridad enviadas por el gobierno solo permitió la entrada a vehículos de la Media Luna Roja Árabe Siria.

Estas últimas acciones son una prueba para medir la capacidad de resistencia del gobierno del ex emir Ahmed al-Sharaa, quien responsabilizó de la violencia sectaria a grupos marginales. Además, de comprometerse en defender el derecho de los drusos, sin hacerse responsable.

El gobierno no solo está operando contra las minorías por posicionamiento territorial, sino que además necesita demostrar, al interior de su fuerza, que el discurso fanático con que machacaron a miles de combatientes desde el 2011, no se atenuó a pesar de la “victoria”. Para los fundamentalistas sunitas, tanto los drusos como los alauitas o cualquier otra escuela religiosa que no se aplique a su observancia son herejes y deben ser aniquilados.

Las bandas que responden de manera inorgánica al gobierno del ex terrorista, lo que ejecutaron en Sweida, en febrero pasado, lo habían hecho en Latakia y otras áreas costeras, donde asesinaron a cerca de dos mil alauitas, en lo que ya podría considerarse como un intento de limpieza étnica-religiosa.

El buen amigo Netanyahu

Si bien son frecuentes los ataques aéreos sionistas contra posiciones del nuevo gobierno sirio, el del pasado miércoles dieciséis, que tuvo como objetivo el cuartel general del ejército sirio en Damasco y otros objetivos en el sur del país, en los que murieron al menos quince milicianos del gobierno, fue justificado por Israel alegando que lo hacía para proteger a la comunidad drusa y por considerar peligrosa la presencia de tropas sirias cerca de su frontera. Es importante señalar que, a partir de la caída de al-Assad, Israel volvió a invadir Siria como lo hizo en 1967, cuando tomó las Alturas del Golán, y en esta oportunidad se apoderó ilegítimamente de cuatrocientos kilómetros cuadrados, lo que deja abierta una nueva oportunidad para más conflictos.

El múltiple genocida Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel, declaró haber ordenado los ataques contra los depósitos de armas porque el gobierno sirio “tenía la intención de utilizarlas contra los drusos”. Ya a principios de año, Netanyahu había advertido al gobierno terrorista de Siria que no toleraría ninguna amenaza contra esa colectividad.

La comunidad drusa, compuesta aproximadamente por un millón y medio de fieles, de los que unos setecientos mil viven en Siria, se denomina a sí misma al-Muwahhidun (pueblo de la unidad).

Hacen del secretismo parte de su fe, con estrictas normas de observancia, ya que nadie puede convertirse al drusismo, y a sus fieles les está prohibido contraer matrimonio con extraños a su fe. Quienes renuncien a su credo tienen vedada para siempre la posibilidad de retornar. Sus libros sagrados están reservados solo para los iniciados; solo los considerados espiritualmente más elevados participan de su rito. Sus miembros tienen prohibido hablar sobre sus creencias y sus prácticas rituales.

En Israel, donde radican unos ciento cincuenta mil, es la única comunidad árabe que cumple con el servicio militar obligatorio. En Líbano, donde radica la segunda población más numerosa, con cerca de trescientas mil personas, son reconocidos oficialmente como una secta religiosa, y tienen asignada una cantidad determinada de bancas en el Parlamento.

La región en la que se encuentra Sweida ha sido conocida históricamente como Jabal al Druze (la montaña de los drusos), por lo que sigue hasta la actualidad considerada como el epicentro de la identidad drusa. Aunque en 1923, un acuerdo entre Francia y el Reino Unido dividió el lugar, dejando el sur de Sweida del lado jordano. Donde unos treinta mil drusos siguen establecidos en las zonas rurales cercanas a Amán, la capital jordana.

En Siria, el grueso de la comunidad continuó siempre en la provincia de Sweida, en el sur del país, que fue una de las menos afectadas por el largo conflicto que comenzó en 2010 y terminó con el derrocamiento del presidente al-Assad el año pasado. Sus líderes habían conseguido establecer un equilibrio beneficioso con los mandantes de Damasco, manteniendo el control de las fuerzas de seguridad.

Sweida contó durante los gobiernos de los al-Assad (1971-2024) con una forma semiautónoma, lo que le permitió mantenerse al margen de muchos conflictos y particularmente del iniciado con la Primavera Árabe. Lo que la convirtió en un enclave de cierta tranquilidad a lo largo de tantos años, lo que en la actualidad ha eclosionado para convertirse en uno de los frentes más activos de la “nueva” Siria.

Alon Pinkas, exembajador y cónsul general de Israel en Nueva York, denunció que los recientes bombardeos de Netanyahu a Siria, que las verdaderas motivaciones de Tel Aviv son reforzar la figura de su primer ministro, para seguir retrasando su juicio por corrupción y continuar con su plan de remodelar Medio Oriente a favor de las necesidades sionistas, por lo que un paso determinante es la descomposición de Siria.

Línea Internacional

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