La Costa Rica de los Bicentenarios

La que tenemos y la que queremos tener

Pizarrón

Vladimir de la Cruz
vladimirdelacruz@hotmail.com

Vladimir de la Cruz

Celebramos y exaltamos, en el 2021, de diversas maneras, el Bicentenario de la Independencia de Centroamérica y de Costa Rica. Hubo artículos, conferencias y actividades relacionadas con este evento desde mucho antes de esa fecha, y durante el mismo año 2021, aquí y en toda la región. Hoy casi ya no se habla de eso. Sin embargo, a partir de allí iniciamos un nuevo período, que perfectamente podemos llamar la Costa Rica del Bicentenario, que es la que surge desde ese momento, en cierta forma es la Costa Ria del futuro próximo. En nuestro caso, casi por partida doble, es el período que inicia con un nuevo Gobierno, en el 2022, el de Rodrigo Chaves Robles, quien no ha entendido el significado de esa fecha, para su propia gestión, ni como parteaguas para distinguir esa nueva etapa de su propio quehacer gubernativo, de una forma tal que lo distinga como estadista y visionario de esta nueva Costa Rica.

En este año, 2023, podemos decir, al referirnos al momento que vivimos, que estamos en el Segundo año del Bicentenario…, por ejemplo, decir un día como hoy “miércoles 8 de marzo, del segundo año del Bicentenario”, con lo cual marcamos y destacamos lo que queremos afirmar. Pero este Gobierno pareciera querer carecer de Historia y Memoria histórica que lo distinga y lo recuerde de manera destacada. Se recordará, de seguir así, por otros aspectos que en el curso histórico pareciera más oscurecerle que abrillantarlo y proyectarlo…

José Figueres Ferrer, sin ser un político de carrera, en la primera mitad del siglo XX, al ser expulsado del país, en 1942, hacia México donde llegó, lo convirtieron en ese político que las clases medias emergentes de la época necesitaban. A su regreso, en 1946, lo esperaban como ese líder que disputó, con Otilio Ulate, la jefatura y dirección política de la Oposición a los Gobiernos de Rafael Angel Calderón Guardia y Teodoro Picado, y su alianza con los comunistas, lo que se expresó, finalmente, en la lucha electoral de 1947-1948 y la nulidad de las elecciones, el evento que detonó el alzamiento armada que Figueres venía preparando, en caso de que eso ocurriera burlando los resultados de las elecciones de 1948.

El 12 de marzo de 1948, hace 75 años, inició su lucha armada contra el Gobierno por ese motivo. Un mes después ejercía control del territorio nacional. Todos los eventos militares de ese mes prácticamente los había ganado. Afincado en Cartago a punto de realizarse la Batalla de San José, que se estimaba sangrienta, tuvo la lucidez de impulsar las conversaciones de Ochomogo, con Manuel Mora Valverde, que era en la práctica el principal representante político de las fuerzas que defendían el Gobierno de Teodoro Picado, para ponerle fin a los combates, evitar la Batalla de San José y de facilitar el tránsito de gobierno a Otilio Ulate. Lo que se habló en Ochomogo se materializó en el llamado Pacto de la Embajada de México. El 1 de mayo, por su parte, Figueres se impuso sobre Otilio Ulate, por el pacto Ulate Figueres, con el cual se quedó en el poder por los siguientes dos años, a partir el 8 de mayo, cuando a él le entregaron el Poder, y no a Ulate. Un Golpe de Estado de hecho que le dio Figueres a Ulate.

En esos dos años Figueres gobernó por la fuerza, es cierto, sin Asamblea Legislativa o Congreso, dictando leyes y ejecutándolas desde su Junta Fundadora de la Segunda República, como llamó a su Gobierno, cambiando a todos los Magistrados y Jueces del Poder Judicial y cambiando a todos los miembros de los consejos municipales. A finales de 1948 convocó a una Asamblea Nacional Constituyente, que funcionó durante el año 1949, en su segundo año de gobierno, la que nos dejó la actual Constitución Política aprobada el 7 de noviembre de ese año, momento en que terminó su gobierno y se lo entregó a Otilio Ulate, con elecciones legislativas que le dieron también un Poder Legislativo a partir del 7 de noviembre de 1949 al país en funcionamiento hasta hoy.

Las leyes que impulsó Figueres en su gobierno de dos años, con las acciones institucionales que derivaron de ellas, y de los actos administrativos de su gestión, de hecho hicieron surgir la Costa Rica que hoy tenemos, engendrada en esos aciagos días de 1948 y parida en noviembre de 1949.

Son 75 años de paz, de progreso, de desarrollo democrático, con todas las críticas que podamos realizar a este tiempo histórico.

En la práctica histórica, todos los gobiernos que sucedieron al de la Junta se han sentido maniatados, con un cordón umbilical, alimentándose y nutriéndose de lo que allí se produjo y enriqueciendo su resultado. Ninguno que yo recuerde se planteó la posibilidad de superar lo allí establecido y marcar el rumbo, por lo menos, de los próximos 50 o 75 años. Nuestros gobernantes han carecido de esa visión histórica y de estadistas viendo el futuro. Por supuesto, que algunos de los gobernantes con sus actos realizaron pasos de gigantes, y actuaron como grandes dirigentes políticos, en este progreso histórico que hemos tenido, dándole continuidad institucional a lo que viene desde aquellos años, hoy bastante debilitado ese progreso, con retumbos de retroceso institucional y de derechos y libertades.

La famosa Segunda República dejó de ser la República del Bienestar para todos, del progreso institucional, del asistencialismo poderoso que hizo surgir las clases medias, los sectores productivos, las universidades, que modeló la Costa Rica de las oportunidades y posibilidades de ascensos sociales y políticos, de calidad educativa, de salud, que creó la infraestructura institucional que le dio músculo a los sectores empresariales. Hoy asemeja una República de Segunda, una República traicionada incluso por sus propios hijos y descendientes que perviven en el Partido Liberación Nacional, enquistados en su propia camisa de fuerza, sin visión política alguna, de lo que históricamente construyeron y han dejado perder, donde han bajado sus banderas, principios y valores históricos… tres derrotas electorales seguidas de ese Partido pareciera que no ofrecen esa alternativa de continuidad histórica progresista que se ha construido, y está amenazada de hundirse con profundas contradicciones sociales.

Desde 1990 se viene hablando de impulsar una Tercera República. Y hay quienes han hablado de una Cuarta República, sin que hubiéremos hecho un buen balance de la Segunda.

La Costa Rica que emergió desde el 2014 y 2018 con los gobiernos del Partido Acción Ciudadana parecieran ser ese parteaguas del proceso histórico nuevo, que no tiene rumbo, que carece de visión, que no tiene hoja de ruta de una larga travesía, de futuro de 50, 75 o 100 años. Con el ascenso del Gobierno de Rodrigo Chaves Robles, que llenó de esperanzas sin futuro a un electorado frustrado, tan solo proyectó su visión hacia lo que del pasado creía se debía corregir, sin que tampoco haya podido realizar, hasta hoy, una buena definición de sus pasos ni marcar los senderos de por dónde o hacia dónde dirigirnos.

Rodrigo Chaves se autoexilió por 35 años trabajando en el extranjero, alejándose de la política nacional, del conocimiento histórico y político local. Fue traído a Costa Rica, sin que nadie lo recibiera en el aeropuerto como el héroe que Costa Rica necesitaba, como se hizo con José Figueres en 1946. No se vinculó como Figueres en su exilio a grupos que querían restituir democracias ene el Caribe frente a las dictaduras existentes, no fue traído para tumbar un gobierno. No. El estaba justo con grupos e instituciones internacionales, que con sus políticas, según se quiera apreciar, apoyan o conspiran contra el desarrollo de nuestros países, como instituciones dominantes que son. Igual que Figueres no tenía partido político pero lo invitaron a formar parte de un Gobierno, de un partido político, Acción Ciudadana, en su gestión de Ministro de Hacienda, cargo que desempeñó por poco tiempo y le buscaron como un posible candidato presidencial, distintos grupos nacionales, hasta que finalmente se metió y abandero con el Partido Progresista Social Demócrata, con el cual sorpresivamente, por discurso anti poder tradicional, ganó las elecciones. Hoy impulsa su propio partido político, Pueblo Soberano, con el cual probablemente aspira a participar en las elecciones municipales de este año y en las nacionales del 2026. Es válida su intención sin le ha gustado la política y el ejercicio de la presidencia y quiere seguir en el escenario político. Como eventual Presidente otra vez tiene que esperar mucho tiempo y además ser activo político nacional. En esta perspectiva no le veo ninguna posibilidad. Si quisiera reelegirse de manera inmediata tendría que impulsar un cambio constitucional, una reforma constitucional ya, que a la vez provocaría una gran discusión y debate nacional. Pero ahora que están poniéndole a todas las autoridades nacionales, por reformas legislativas, solo la posibilidad de un reelección consecutiva, este es el momento de que se discuta también la reelección presidencial consecutiva por una única vez. en este terreno no tiene los diputados suficientes para impulsar una reforma de este tipo. No tiene los poderes que tienen Maduro en Venezuela, los Ortega Murillo en Nicaragua o Bukele en El Salvador, que seguramente sueña con ellos todas la noches…

La oportunidad para el actual Presidente está en romper, como lo hizo Figueres en 1948, no con la institucionalidad, sino con plantear, al menos, intentarlo, todavía puede, un nuevo proyecto constitucional, que le dé a Costa Rica la Constitución Política de los próximos 75 o 100 años, y con ella la estructura institucional de esta nueva época. La discusión de este Proyecto y la posibilidad de que se pueda realizar una Asamblea Constituyente en el 2024, todavía es posible. Pero, para eso se necesita audacia, cabeza y visión histórica, y sobre todo valor para enfrentar los retos que esto significaría. Las reformas que se vienen haciendo, a modo de parches, es mejor atenderlas y tratarlas en su totalidad, y lo mejor es o sería una discusión pública, provocada por el propio Poder Ejecutivo, orientada a lograr una nueva Constitución Política.

Al sobrevenir la Independencia iniciamos nuestros pasos con gobiernos frágiles, entre 1821 y 1823, de corta duración, que adquirieron la forma de Junta de Legados de los Pueblos, de Junta Interina, de Primera, Segunda y Tercera Junta Superior Gubernativa, de Diputación Provincial o Triunvirato, del brevísimo período de los Comandantes Generales, del Congreso Constituyente, hasta que surgimos como Estado de Costa Rica con sus Jefes de Estado a partir del 8 de setiembre de 1823.

Nuestro surgimiento como Estado estuvo ligado a la existencia de las Provincias Unidas del Centro de América y a la República Federal de Centro América que le siguió, la primera desde el 1 de julio de 1823 y la segunda a partir del 22 de noviembre de 1824.

Desde entonces, impulsamos en sistema republicano representativo y federal. Como conjunto con el resto de las provincias centroamericanas nos constituimos en República, como parte de esa República surgimos como Estado de Costa Rica, nombre que mantuvimos hasta 1848, cuando el Dr. José María Castro Madriz firmó la constitución de la República de Costa Rica. Nuestro primer Jefe de Estado fue el educador Juan Mora Fernández desde el 8 de setiembre de 1823 hasta el 8 de marzo de 1833.

Así, el año de 1824, será el año del Bicentenario de los Poderes Públicos que nacieron al calor de la República Federal como parte constitutiva e integrante del Estado de Costa Rica. Son los 200 años del Poder Ejecutivo, como lo conocemos hoy, del Poder Legislativo, en su forma de Congreso, Senado y Asamblea Legislativa y del Poder Judicial o la Corte Superior de Justicia, así llamada al principio.

A estos tres aniversarios, en sus 200 años, en sus bicentenarios, se suma el de la Anexión de Guanacaste. Son fechas extraordinarias para celebrar, conmemorar y hacernos reflexionar sobre la Costa Rica que tenemos y la que queremos tener. Estos temas seguiremos tratando.

Hay que prepararse para estas celebraciones, para hacer un buen balance de nuestro recorrido histórico, para abrir brechas de hacia dónde queremos marchar y dirigirnos.

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