Ocean Castillo Loría
La verdad cuando es dulce perdona y cuando es amarga cura”.
San Agustín
El próximo 8 de octubre, se conmemorarán dos años de la muerte del ex diputado, José Merino del Río, por lo que vale la pena reflexionar sobre su acción y pensamiento, eso sí, aclarando de antemano que lo hacemos no desde una perspectiva marxista, sino más bien, desde un socialismo reformista.
Independientemente de si estaba o no estaba de acuerdo con don José Merino, es indudable que su acción y su pensamiento político impactaban. Recuerdo como muchos analistas y comentaristas políticos, bendecían que pese, a que había nacido en España, había hecho su carrera y vida política aquí. Otros, señalaban falsamente, que Merino era español y no costarricense, y algunos hasta ironizaban con su acento castellano.
Una vez más, no fue de sorprender como hace dos años, con lo cercano de su muerte, dirigentes de los diversos partidos políticos, reconocieron su humildad; lo mismo hicieron diversos miembros de la sociedad civil organizada.
Es interesante, que durante la campaña pasada, el Frente Amplio, rehuyera su etiqueta ideológica marxista, Merino nunca lo hizo, era marxista hasta la médula, de hecho, no solo en sus posiciones legislativas lo era, inclusive, algún ex compañero de la Escuela de Ciencias Políticas de la UCR me contó, que hasta en sus clases, los abordajes teóricos eran marxistas, lo que ilustraba su inmensa coherencia.
Por otra parte, es interesante que cuando uno escucha a liberales o neoliberales, ellos se dicen amantes de la libertad, pero en realidad no lo son, resultan amantes de la opresión del “dios” mercado, al que se termina sacrificando la dignidad humana. En el caso de Merino, nos resulta por su pensamiento y hechos, un verdadero amante de la libertad, pero de la libertad integral, de la libertad que va unida con la justicia social.
Y esto, debe ser una lección también para aquellos que se dicen reformistas o socialdemócratas: en materia de libertad y de justicia social, no puede haber flexibilidades, debe haber integralidad…
Hoy, que desde ciertos medios que nunca fueron muy afines a las luchas sociales, se habla ahora de ellas, no deberían perder de vista el gran luchador social que fue José Merino del Río, un político del que debería investigarse la profundidad de su pensamiento en el contexto del marxismo costarricense. Solo como ilustración, debe exponerse que Merino fue protagonista de dos de las movilizaciones más importantes de los últimos 17 años en el país: las oposiciones al “Combo del ICE” (del que por cierto un medio televisivo, recientemente solo resaltó su parte violenta) y al DR – CAFTA (En el que ciertos sectores de la sociedad civil organizada se han quedado empantanados)
Quienes de algún modo nos relacionamos con él, sabemos que don José era un caballero, un hábil político, un hombre de acción, una persona de una tenacidad incansable…
Aquí cabe una anécdota: durante la discusión de las leyes complementarias del DR – CAFTA, don José mantenía al Plenario Legislativo atento a sus razonamientos de oposición, al grado de que en algún momento, cuando su tiempo de exposición había terminado, el entonces Presidente de la Asamblea, el Dr. Francisco Antonio Pacheco, le dijo algo más o menos así: “Señor diputado Merino, su tiempo ha terminado, pero sepa que si por mi fuera, tendría el gusto de darle más espacio para que continuara su discurso”.
Pero la admiración hacia Merino, viene desde sus épocas de estudiante, donde sus contemporáneos pueden dar fe de su inteligencia y capacidad de debate…
Hay un rasgo en José Merino que es esencial: muchos de sus enemigos y adversarios políticos se mofaban de su acento, pero Merino era costarricense, no solo por sus vínculos familiares (Su viuda es la hoy Diputada Patricia Mora), sino, por su pensamiento, Don José, como Don Manuel Mora y Don Eduardo (Lalo) Mora, concebían el marxismo, no como una receta rígida, sino, como unos “lentes” de análisis social, que permiten un diagnóstico de los colectivos sociales de cara a subsanar sus distorsiones.
Y aquí cabe el espacio para volver a reflexionar sobre el ámbito común entre socialistas y socialdemócratas (Clásicos), un debate que puede reflejar las distancias que de hecho existen, pero también los campos de solidaridad y construcción que pueden encontrarse.
Esta reflexión es vital para recuperar lo que don José Merino llamaba “la buena política” y que, según las última entrevista que concediera, se había reducido muchísimo en el país. A los dos años de su fallecimiento, ha ascendido al poder, no su partido (aunque estuvo cerca de ello), pero sí una alternativa al bipartidismo tradicional, con una visión ética que presuntamente, limpiará a la Patria del flagelo de la corrupción (o mucho de él)
Está por verse, si la nueva administración será capaz de propiciar la participación política responsable en la definición de las políticas públicas (es decir, que la acción ciudadana, deje de ser parte de un nombre partidario y se convierta en una realidad); y que esas políticas públicas, obedezcan a la solidaridad y no al egoísmo. Estas eran parte de las ideas de José Merino.
Está por verse si la nueva administración comprende que ese objetivo de luchar por la verdadera acción ciudadana, no parte del ideal digamos, socialcristiano del bien común (¿Cómo puede definirse el bien común?, ¿Puede definirse ese bien solo entre los que tienen un común denominador dentro de la dinámica social?); sino, que debe partir de un realismo político que implica el conflicto (como lo pensaba Merino) y diríamos nosotros, la integración social.
Está por verse cuán cristalina es la casa de cristal, de la que habló este gobierno, en lo que refiere a la transparencia en los pactos, al debate y la confrontación y también a la búsqueda de concertaciones, de cara a retornar al país a la senda de la democracia social, como lo establecía subrayando sus particularidades ideológicas José Merino.
Está por verse el norte claro de esta administración, sin ocultamientos ni dobles discursos, aceptando los costos de tener posiciones, sin temor a perder capital político y con total coherencia. Este es un ejemplo que nos dejó José Merino.
A dos años de la muerte de Merino y con un nuevo gobierno de un partido digamos no tradicional, vale la pena preguntarse: ¿Para quién o quiénes se gobierna hoy en Costa Rica y se gobernará a lo largo de este cuatrienio?
Vale la pena preguntarse: ¿A cuál pueblo se refiere el oficialismo y la oposición cuando hacen sus discursos?, porque Merino tenía claro a quién defendía y a quién criticaba en su acción política…
Si algo enseñó Merino con su pensamiento y su acción, es que no puede haber rompimiento entre ciudadanía y política, porque eso implica la mayor irresponsabilidad tanto individual como colectiva.
Si algo enseñó Merino, es que políticamente, más que códigos de ética, el criterio que vale es el de la conveniencia nacional y esa conveniencia, debe ser constantemente confrontada, debatida, concertada.
Cuando se habla o escribe de alguien fallecido y aún más, si no se compartía su ideología, no se puede dejar llevar el análisis o la opinión por la pequeñez espiritual, por ello debe repetirse sin temor que los reformismos socialcristianos y socialdemócratas, deben aprender mucho de Merino, la misma izquierda (la ortodoxa del hoy aparentemente “desaparecido” Vanguardia Popular y la heterodoxa del Frente Amplio) debe aprender mucho de Merino.
Don José, no creía en Dios y así lo expresaba, pero cuánto debe aprender el cristianismo de su accionar: un accionar que tenía como centro la dignidad humana, un accionar que buscaba el bien y ese bien, en el pensamiento de Merino, era el socialismo, cosa en la que se podía concordar o disentir con él.
De nada sirve solo hablar del bien, ese bien debe ser practicado.
La verdad no solo debe ser buscada, debe ser encarnada, debe ser vivida.
De nada sirven los discursos sobre el respeto, el respeto debe concretarse hacia los demás.
La justicia social, no debe ser parte de los discursos políticos o religiosos, debe lucharse por ella.
Y en estas prácticas, en estas vivencias, en estas concreciones, en estas luchas, se derrotará el capitalismo salvaje, esta idolatría hacia el “becerro de oro” que es la riqueza deshumanizante que vivimos hoy en día, y que está en manos de unos pocos, en detrimento de las mayorías.
Solo de ese modo, se dará la verdadera liberación de las opresiones que hoy atan a la Patria…
Esa es parte de la herencia en pensamiento y acción que dejó José Merino.
Hemos preguntado hace un momento: ¿A servicio de quién se gobierna en Costa Rica?: Merino tenía claro que debía hacerse para los menos privilegiados. Ojalá los partidos que aún se dicen o se creen herederos de las ideas de Calderón Guardia, Figueres Ferrer y Mora Valverde, tengan ese mismo sentir.
Hoy, así como la palabra de Merino, tocaba las heridas y las contradicciones, nuestros partidos políticos deben revisar sus debilidades, sus aciertos y errores ideológicos (Es más, reflexionar si todavía son capaces de sostener una ideología o cuando menos, hacerse de una) o sus faltas de solidez.
Hoy, deben rescatarse dos ideas básicas del pensamiento político de Merino: el de las disfuncionalidades de nuestro sistema democrático (que debe volver a ser, según nuestro criterio una democracia social) y el de la cleptocracia (Es decir, el hacer del robo y la corrupción parte de nuestro sistema democrático)
Sobre este último concepto de la cleptocracia, debe tenerse claro hoy, que si queremos una verdadera democracia social, debe lucharse sin descanso contra la corrupción (“Ni un cinco mal habido, ni una sonrisa a un juez” decía don Pepe Figueres)
En otro orden de cosas, indudablemente, José Merino era un formador: en la universidad, en la curul, en las diversas charlas y conferencias…
Cómo hace falta labor formadora en los partidos políticos, tan hace falta, que ya para muchos sectores que no la vivieron a profundidad, es como un mito…
Como hace falta desde los partidos políticos (Y aquí nos referimos a los socialcristianos y socialdemócratas), tomar conciencia de que son instrumentos necesarios para el cambio y transformación social. Para Merino, ese cambio era revolucionario, para nosotros, reformista, con el claro objetivo de lograr el bienestar del mayor número.
En fin, mucho se puede decir de José Merino, pero quizás este sea el momento para el país, de ser autocríticos, como forma de aprender y educarnos en democracia.