Ilusiones y desiluciones

Circunloquio [*]

La política igual que todo lo demás, genera ilusiones y desilusiones. Lo bueno acaba y lo malo también, convertimos en normal lo que era repugnante y en intragable lo que alguna vez fue un anhelo.

Yayo Vicente

Yayo Vicente

Comencemos este “circunloquio” con un tema sencillo y poco controvertido, la música. Las preferencias de los ritmos musicales a través del tiempo son un reflejo de los cambios culturales, sociales, tecnológicos y económicos. Diferentes géneros y estilos han dominado el panorama musical en distintos períodos. La música monofónica (entre los siglos VI y XV), música polifónica (siglos XV y XVI), la música barroca (1600-1750), el clasicismo (1750-1820), el romanticismo (siglo XIX), música popular del siglo XX con géneros como el jazz, blues, rock, pop y la música electrónica, rock and roll (1950-1960), rock clásico, pop moderno, desde los Beatles hasta artistas actuales como Beyoncé, la música electrónica (1970-actualidad), música urbana y géneros contemporáneos como el reggaetón, trap, hip-hop.

Principios y valores de antes

Las preferencias de los ritmos musicales han variado enormemente a lo largo del tiempo, pero siempre han estado estrechamente relacionadas con el contexto cultural, social, tecnológico y económico de cada época. Lo mismo sucede con los principios y valores, que se modifican en el contexto histórico.

Cuatro ejemplos:

1. Cuando el HMS Birkenhead —un barco británico— empezó a hundirse en las aguas de Sudáfrica en 1852, el capitán y los oficiales militares que iban a bordo permitieron que las mujeres y los niños abordaran primero los botes salvavidas.

El capitán y muchos de los soldados se quedaron a bordo del barco hasta el final perecieron en el océano mientras las mujeres y los niños quedaron a salvo. Se considera que su galante sacrificio ayudó a establecer el estándar de la conducta honorable en el mar.

2. Ante el temor que estallara una guerra civil, el presidente Bernardo Soto Alfaro decidió el 7 de noviembre de 1889 apartarse del mando y el 8 de mayo de 1890 se le entregó el poder a José Rodríguez Zeledón. Manifestó: “la presidencia no vale una gota de sangre de un costarricense”.

3. El millonario John Jacob Astor IV tenía plata suficiente para construir 30 Titanic, durante el hundimiento eligió lo que consideraba moralmente correcto y renunció a su lugar en un bote salvavidas para salvar a dos niños asustados.

Un hombre muy rico, Isidor Straus, copropietario de las tiendas, «Macy’s», dijo: “Nunca subiré a un bote salvavidas antes que los demás hombres». Su esposa, Ida Straus, también se negó a abordar el bote salvavidas, cediendo su lugar a su recién nombrada criada, Ellen Bird. No quisieron vivir con ese remordimiento.

En la noche del 14-15 de abril de 1912, individuos ricos prefirieron desprenderse de su riqueza y sus vidas, antes que comprometer principios morales.

4. Julio Acosta García, presidente de la República entre 1920 y 1924 sacó del poder al dictador Federico Tinoco Granados. Sus antiguos compañeros de armas trataron de cobrar recompensas por su participación en el derrocamiento del dictador.

La ley se aprobó, pero el presidente Acosta la vetó y dijo: “Si hay paga no hay gloria y si hay gloria no hay paga”.

Nada dura para siempre

En algún punto del siglo XX, posiblemente 1945, se abrió un paréntesis en la consuetudinaria conducta humana. Durante esa interrupción, dominó la tolerancia, la inclusión y la solidaridad. El paréntesis se cerró, volvió la humanidad a su vieja y acostumbrada conducta: intolerante, excluyente y egoísta.

Algunos sentimos con toda el alma, que habíamos encontrado el camino para el perfeccionamiento espiritual, para promover un mínimo material moralmente aceptable y el predominio de la fraternidad entre los seres humanos y de estos con toda otra forma de vida; es posible… pero volvimos a ser una minoría.

No hubo errores en las campañas de los adversarios de J. Bolsonaro, R. Chaves, J. Milei o D. Trump. Se expresó una mayoría que aplastó lo que pensamos es sensato.

El periodo hermoso fue breve y no alcanzó. Los votos son emotivos y los sentimientos primitivos.

Volveremos a apaciguar a la naturaleza lanzando doncellas vírgenes a los volcanes, a destrozarnos el pecho a golpes para expiar la culpa, a construir arcas para salvar a unos pocos y no a muchos.

También los principios y valores se modifican

En estos nuevos tiempos, glorificamos al deportista no por sus medallas, sino por sus ganancias, al mafioso, que con poco esfuerzo anda ostentando sus joyas, carros y mujeres, al escritor de los “best sellers”, a las películas “blockbusters”, a los hipermillonarios metidos a dirigentes mundiales.

Pitágoras, el filósofo y matemático griego, nos demostró que los catetos son una distancia más larga que la hipotenusa. Si bien los atajos y caminos cortos parecen ser los más atractivos, en el largo plazo no siempre ofrecen los mejores resultados. Estamos siendo atraídos por las victorias tempranas, por el mínimo esfuerzo, pensando en el ahora y el hoy y no en el mañana y los años venideros.

¿Estaremos degradando principios y valores?, ¿Estaremos dejando de exigirle a nuestros políticos seriedad, propuestas de corto, mediano y largo plazo?, ¿Estaremos aceptando en los cargos de mayor responsabilidad a personas que no honran la investidura que les damos?, ¿Debemos dejar de ser ciudadanos críticos y adoptar posiciones ligeras sin mayor profundidad?, ¿Necesitamos una constitución política más líquida y menos rígida?, ¿Necesitamos más seguridad jurídica o menos?, ¿Será mejor un sistema judicial que no sea garantista y que se decante por meter a inocentes a la cárcel, para asegurar que también queden encerrados los delincuentes?

El dilema

Atrás quedaron los tripulantes del HMS Birkenhead, Bernardo Soto Alfaro, John Jacob Astor IV, Isidor e Ida Straus, Julio Acosta García y sus principios y valores. Nosotros tenemos el derecho de cambiarlos y adecuarlos a nuestra época. Hemos cambiado, la música que nos gusta que ya no es la música que gustaba, el honor dejó de ser un pago suficiente y hemos degradado el oficio de la política, al grado que los capaces no aceptan sus cargos.

La economía moderna y sus especializaciones, nos fragmenta. Dejamos de ser una mayoría hegemónica, para ser una sociedad rica en subculturas. Nos están vendiendo y estamos comprando que los dirigentes políticos sean personas promedio o menos. ¡Toda una aberración!

Quien ocupe la silla presidencial debe ser el mejor y rodearse de los mejores. No debe ser uno del montón, que vea un grupo y no gobierne para todos, que use lenguaje de cantina y no le de la importancia a su cargo, que nos haga creer que Costa Rica existe a partir de hoy y desprecie todo el esfuerzo anterior. Que nos gobiernen con medias verdades, que al final son mentiras completas.

No quiero que me opere el corazón una persona que no sepa, no quiero que alguien que no conoce las tablas, me enseñe matemáticas, no quiero un tratamiento dental de quien no tiene idea del oficio, no quiero que mi casa la construya quien no sabe usar un nivel o una escuadra.

Que cambien los gustos, que cambien los valores, que cambien los principios. Podemos ver con cristales distintos muchas cosas, pero con lupa y exigencia el desempeño y la excelencia de un trabajo, eso no puede cambiar. Insultar a los demás, resaltar los defectos del otro, no convierte a nadie en mejor, ni siquiera lo modifica, son tretas para que votemos por mediocres que harán un mal trabajo. Necesitamos a los mejores en los principales puestos políticos, empezando por la presidencia.

En EE.UU. eligieron a un machista, un racista, un sentenciado, una persona que paga por sexo, un evasor de impuestos, un sobornador… Nosotros los votantes podemos ser todo eso, pero no nos estamos postulando. En la presidencia necesitamos poner a una persona excepcional: honrada, estudiosa, tolerante, inclusiva, solidaria. Una persona que promueva la felicidad de todos, un mínimo material moralmente aceptable, la fraternidad entre los seres humanos y de estos con toda otra forma de vida… no estamos nombrando al mejor contador de chistes de la cantina.

[*] CIRCUNLOQUIO. Viene del latín circumloquium. El Diccionario de Real Academia Española lo define como: “Rodeo de palabras para dar a entender algo que hubiera podido expresarse más brevemente”.

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