Hablemos nuevamente sobre el Amor

Conversaciones con mis nietos

El amor puro es incomparable en su majestad; su poder es ilimitado y no hay oscuridad que no pueda disipar. Es la llama inmortal que ha encendido toda la vida.” -Meher Baba

Arsenio Rodríguez

Todo comenzó una noche de insomnio. Trataba de recordar y enhebrar los momentos de mi vida del camino recorrido y las lecciones aprendidas, y poder apreciar de qué se trata este viaje.

Recordaba escenas, personas y acontecimientos, algunos muy fácilmente, otros que no dejaron muchas huellas. Al recordar algunos de los momentos vividos, me preguntaba si en realidad sucedieron y por qué, ya que eran desviaciones del guion estándar de la vida, pero sin embargo dejaron una huella indeleble y profunda en el corazón. Todas las personas, relaciones, y situaciones, fueran momentáneas y superficiales o profundamente significativas, las sentía ahora como imágenes fantasmales que llevaba adentro, recuadros descoloridos de una larga película que se había disuelto en la nada, después de contribuir con sus tramas y consecuencias, al desdoblamiento de este ser ahora adulto, cuya verdadera naturaleza era aún desconocida por sí mismo. Como lo que le sucede a una semilla que se convierte en árbol.

Definitivamente creo que el pasado está hecho de la misma sustancia que los sueños. De personajes y circunstancias que aparecieron y desaparecieron, que pudieron significar mucho o no, con que intercambiamos opiniones, palabras, pasiones y amor, a medida que nuestro propio personaje se desarrolla, inconscientemente siguiendo un libreto interior.

Parece que nuestro propio personaje protagónico, en el ejercicio de su memoria, está hecho de esa sustancia de la cual están hechos los sueños: imaginación. Somos un elenco de personajes en una larga película, una tragicomedia, con tramas cambiantes, enmarcadas en un vasto, diverso y majestuoso escenario, que también cambia constantemente. Y los entreactos son la inconsciencia del sueño profundo.

La mayoría de las veces, desde este punto de vista del yo, como el personaje principal, la vida es enigmática, una aventura interactiva interpretada a través de los prejuicios, cultura y estado de ánimo de uno mismo, mi ego. Y se define en términos de si los momentos vividos satisfacían mis deseos o los frustraban. Ciertamente este yo es el centro de atención. Sin embargo, en algunas ocasiones muy, muy raras, y por razones aún desconocidas, la película que se estaba proyectando se colapsa en un continuo sin identificación ni nombres, y todos los personajes y el entorno se convierten en un solo concierto de una belleza indescriptible.

Entonces uno solamente existe y está consciente de existir. Lleno de asombro, sin consecuencias. No hay nada más que esa sensación de existir y eso era saberlo todo. Uno es una gota disuelta en el océano y ve desde un punto de vista infinitesimal un infinito que sonríe un Todo.

Casi inmediatamente después de esta experiencia, uno vuelve a su identificación de siempre, tratando de entender por esa belleza indescriptible sentida, de encontrar formas de volver a ella, pero sin éxito. Y volvemos a ser el habitual yo, constreñido y efímero, con altibajos percibidos como cargas y satisfacciones, en vez de sentirse en ese momento de disolución instantánea, donde incluso el ego limitado, con todos sus desechos acumulados, tenía una belleza intrínseca y era una parte integral del concierto.

Ahora aquí estoy bajo los árboles, intentando de nuevo de recobrar ese momento. El tiempo es solo presente. Tratando de extender la propiocepción más allá de este saco corporal y sus miríadas de células orquestadas. La mente está alerta, sentada en su barandal detrás de los ojos, atenta a los sonidos circundantes, consciente de los aromas envolventes, consciente de la multitud de caravanas de pensamientos, que desfilan en procesiones interminables por su interior. Explorando todos los nichos de la memoria en los datos almacenados, así como las percepciones sensoriales del exterior. Las emociones y sentimientos, uno al lado del otro, van dando vida a momentos de quietud, añadiendo movimiento y conectividad.

Es uno de esos momentos, cuando uno convoca todos los recursos, para revisar todo lo que uno fue, había sido y podría ser, tal como uno lo ve como espectador -desde ese charco congregado del ego, sentado en ese barandal detrás de los ojos.

La vida, tal como la imaginaba y contextualizaba en ese momento, ese ego tan mío, estaba rebosando, fusionándose, reproduciéndose. Reflejándose a sí misma en todo, incluyendo las cosas inanimadas, a medida que la imaginación revisaba, fragmentos de información y visualizaba, a través de las imágenes vistas desde la terraza de la percepción; Galaxias palpitando, nubes de gas condensándose, partículas corriendo salvajes por todas partes, en una alegría inconsciente de estar ahí, en algún lugar en el tiempo.

¡Buscándose!

Cada uno es un universo, que se relaciona con diferentes patrones de pensamiento y sentimiento, que mantiene la individualidad y las relaciones con los demás, a través de la cultura, las relaciones y el tiempo. Cada uno con una percepción de la vida y la muerte. Dentro de cada uno existe una canción profunda que también está afuera, en todo. Una misma energía, un mismo movimiento, un mismo universo, un mismo impulso de pertenecer, de congregarse, de reunirse, de encontrar. De buscar.

La Existencia, el Ser, parece existir todo el tiempo, mientras que la vida y los procesos vitales parecen estar en constante cambio, transformándose, evolucionando, apareciendo y disolviéndose en forma. La mente surge en medio de todo, la autoconsciencia, la aparición de la razón y la intuición, que se pregunta por qué la vida, en lenguaje y pensamiento.

Detrás de todos los procesos de la vida existe una sensibilidad interior que es parte de todo, un ímpetu, una atracción, una especie de campo gravitacional que atrae a la esencia de toda sustancia y la hace fluir para llevarla como escorrentía de regreso al mar, a donde todo comenzó.

Nosotros construimos edificios de palabras y conceptos, teorías del más allá y el más acá, y nuestra imaginación vuela, hasta que rebota sobre sí misma y vuelve a caer exhausta en la plataforma de la mente racional. Pero esa sensibilidad interior se manifiesta de maneras simples, como una cohesión inherente, que no podemos denominar con lenguaje ni entender con la razón, y la llamamos, sin saber lo que es: Amor.

Un Amor que atrae irremediablemente, que une las cosas sueltas para construir estas complejas casas del ser, el pensamiento y la sensibilidad, que ahora en este estado se preguntan por qué y quieren saber el origen de su fluir.

Y de una manera sencilla, este amor se manifiesta. En un silencio de palabras y pensamientos, en una ventana indescriptible de sabiduría, de plenitud, donde nada ni nadie se desplaza. En un instante de todo. Se manifiesta, en la plena consciencia humana, en la sensibilidad absolutamente humana, que ha sido ensamblada desdoblándose desde ese universo disperso en el espacio, en un solo punto de percepción, para observar la plena belleza del ser, y sentir la simple alegría del amor, un Amor que es en sí mismo inexplicable porque es la fuente de todo fluir.

Es en los seres humanos, en historias perfectamente simples, donde comenzamos a realizar la esperanza, a centrarnos en nuestra propia sensibilidad, a liberarnos de todos los desechos acumulados, a medida que evolucionamos nuestra capacidad de amar. Entonces el Amor mismo se hace humano, para encontrarse con su propio flujo de retorno, en un abrazo de gracia entre amante y el amado. Entonces se manifiesta el ser humano real, y establece señales una y otra vez, guiando la sensibilidad, más allá del andamiaje laberíntico ensamblado por sí mismo para llegar a ese Amor Único que lo inició todo, en una espontaneidad eterna de movimiento aparente, para Amar y Amar y Amar.

Nothing you can make that can’t be made. No one you can save that can’t be saved
Nothing you can do, but you can learn how to be you in time
It’s easy. All you need is love
” –The Beatles

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