Luis Paulino Vargas Solís
Intento imaginar cómo podría ser.
El rugido de los aviones sobre mi cabeza,
el estallido ensordecedor de las bombas,
el traqueteo torturante de las ametralladoras,
el horror de los edificios que se desploman.
Intento sentir qué se siente.
Abrazar a mi pequeña hija ensangrentada,
a mi pequeño hijo mutilado,
al bebé que murió apenas al nacer bajo los escombros del hospital bombardeado.
Intento, todavía más, ser ese niño aterrorizado,
esa niña que llora sin entender por qué el mundo a su alrededor se desploma,
por qué su casa su quema.
por qué su padre yace moribundo a su lado.
por qué su madre no la abraza más.
Intento sentir la impotencia y la desesperación
de ese médico que, con las manos vacías, busca detener una hemorragia,
cortar un miembro despedazado por las granadas,
calmar el grito de dolor de tanta gente alcanzada por el fuego de los misiles.
Intento sentir lo que siente ese médico obligado a salir encañonado del hospital,
forzado a abandonar a sus pacientes,
humillado por la ametralladora colocada en su sien.
Intento que de mi pecho salga el grito de dolor de ese abuelo, de esa abuela,
ante el cuerpo inerte de su nietecido.
ante los restos desmembrados de su nietecita.
Intento sentir el hielo en una noche invernal al descampado,
el hambre que carcome el estómago,
la sed que reseca mi boca,
la fiebre que me hace delirar y nubla mi entendimiento.
Intento, tan solo, ponerme en los zapatos del pueblo palestino,
sentir su angustia, su dolor, su desesperación,
sentir su desamparo,
el látigo despiadado de la frialdad de un mundo que contempla indiferente su tortura y su aniquilación.
Lo intento, pero sé que es imposible.
Un dolor a tal punto calcinante solo se siente cuando se siente en carne propia.
Solo esas mujeres y esos hombres, esos niños y esas niñas, esas abuelas y esos abuelos.
Para el resto del mundo es la vergüenza y el bochorno.
Somos testigos y somos cómplices.
Somos culpables.
Lo hemos permitido y lo seguimos tolerando.
Alajuela, 1 de enero de 2025
Este mi pequeñísimo, humilde, impotente, desesperado, avergonzado, culpable, homenaje al pueblo palestino, al concluir un 2024 que ha sido el infierno encapsulado en los 365 kilómetros cuadrados de la Franja de Gaza.