Fin al tripartidismo

Freddy Pacheco León

Freddy Pacheco León

EL PLN, PUSC y PAC han formado parte muy importante de la Administración Alvarado Quesada desde mayo 2018. Militantes reconocidos de los los tres partidos (sin contar a la presidenta del FA) tanto en ministerios como en instituciones autónomas y otros entes del Poder Ejecutvo y en la Asamblea Legislativa, convencidos de la «teoría» de un «gobierno de unidad nacional», conformaron algo semejante a un régimen parlmentario, donde el núcleo del poder se expresó en la Asamblea Legislativa, y el presidente acogió complacido, las funciones de un «primer ministro» con un gabinete pluripartidista. Decisión política promocionada y aplaudida por quienes, aún habiendo quedado de terceros y cuartos en la última elección presidencial, pudieron crear una coalición post electoral con base en el Consejo de Gobierno y con lazos estrechos en el Congreso. La elección del primer y segundo directorio legislativo y la designación del excandidato presidencial del PUSC como ministro de la Presidencia (¡nada menos!) con el aplauso de la Asamblea Nacional de su partido, fue expresión genuina de ese tácito acuerdo político, expresado luego en nombramientos de partidarios del PLN y el PUSC en puestos claves de gobierno. Es más, si el excandidato Álvarez Desanti no se hubiere sumado a los que apoyaron al evangélico fundamentalista Fabricio Alvarado, en la de menos habría seguido también el camino marcado por sus diputados. La gestión y aprobación del impopular «paquete fiscal», es solo un ejemplo de la dirección que marcaba la veleta de los vientos políticos. El ser parte de la Administración de Carlos Alvarado, les producía satisfacción y orgullo. Los resultados electorales adversos eran cosa del pasado; las mieles del poder los hacían olvidar los tristes momentos.

SIN EMBARGO, inevitablemente, conforme se empezaba a percibir la brisa electoral del 2020, la mezcla aparentemente homogénea, se empezó a separar en sus componentes. Ante los malos resultados del «experimento» gubernamental, las partes se incomodaron. La jerarquía del PLN (Constenla) se apresuró a rechazar haber sido o ser parte del gobierno, mientras sus innumerables precandidatos se «lavan las manos» cual si en Zapote y Cuesta de Moras se hubiera entronizado un «coronavirus electoral». «Lo que han hecho mal no es con nosotros», es su mensaje.

Mientras tanto, los del PUSC poco a poco se van alejando, como fue el evidente autoexilio del excandidato presidencial Rodolfo Piza, y la carrera de Edna Camacho lejos de la dirección económica del Gobierno y del fraude de Aldesa, al tiempo que uno de los precandidatos, Pedro Muñoz, con tal de alejarse de donde contaminan, renuncia a la mampara del «socialcristianismo», para promover una coalición política con la más repudiada ultraderecha neoliberal. Y lo hace porque presiente y ve como el «homogenizado» surgido de precipitadas decisiones de su compañero Piza, eventualmente ha erosionado significativamente la reducida base electoral del PUSC, en la que él pensó, alguna vez, podría llevarlo hacia la Presidencia de la República, pese a que las encuestas de apoyo partidario le dicen lo contrario, pues los tres, PLN, PUSC y PAC, no logran reunir ni una quinta parte de las preferencias electorales a menos de dos años del próximo «torneo».

Y del PAC, también parece posible resumir su situación, en su silencio partidista frente a lo que estaba sucediendo. Su poca identidad se diluyó con el sensible fallecimiento de don Beto Cañas, el refugio de don Ottón en Tegucigalpa y la complicada situación de su único expresidente, quien decidiera esperar el chaparrón que se le veía venir en La Florida. Su «Comisión Política», ahora rechaza la decisión del ministro Méndez Mata, de acudir a sus amigos «experimentados» (que no es lo mismo que «ejemplares» políticamente) del PUSC y el PLN, cual si esos partidos no sean parte sustancial del batido que han estado ingiriendo, casi sin chistar, desde hace 24 meses. Quizá pensaron que bastaba con dejar pasar el tiempo y esperar, como en las dos dos elecciones nacionales anteriores, acudir a la votación con un candidato desconocido, con pocos fallos que reprocharle, con la confianza de que frente a malos candidatos de la reacomodada «oposición» y algún evento coyuntural, la juventud mayoritaria se habría de decantar por el grupo político dirigido por una persona aparentemente justa, que levantaría la bandera de la esperanza… Situación que, no se puede descartar, pero que se visumbra poco probable, precisamente porque con el «gobierno de unidad nacional» nadie parece salvarse, pues de personajes con espíritu patriótico (como quisieron ser vistos) para muchos no son más que «cómplices» del descalabro.

Un electorado desilusionado, electoralmente desconfiado, sin entusiasmo, que sufre y ve sufrir las consecuencias de la inhumana pobreza que «el sistema» le profundiza, difícilmente va a tomar una crayola para plasmar un voto razonado por algún partido político de los «licuados», entre ellos el PAC.

Por ello, en parte, la «sacudida» que se ha dado la Comisión Política del PAC, ante la aparición en escena de algunos de los que han estado moviendo los hilos tras bambalinas, es una acción tardía. La que parecía iría a ser una «Administración PAC» no lo fue desde sus inicios. El PLN y el PUSC perdieron estrepitosamente la elección, ¡pero ganaron el gobierno!, aunque ahora no le convenga reconocerlo a sus once mil precandidatos. Dentro de ese escenario (y esto es muy preocupante para nuestra institucionalidad) hay tanta oscuridad, que los espectadores solo podemos presagiar la aparición repentina de dos o tres personajes ajenos al argumento de la tragedia, que pudieren arrancar los aplausos de una mayoría. El señor o la señora «populista», de derecha, centro o izquierda, jugando de simpático momentáneamente, con su estandarte salvador podría convertirse en la respuesta que se extraña en el guión. Y eso sería fatal… aunque probable, si no es que de alguna manera, los verdaderos aires socialdemócratas y socialcristianos, empiecen a refrescar el ambiente lúgubre que parece dirigirnos hacia la «centroamericanización» de una Patria amenazada que tenemos el sagrado deber de resguardar.

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