Fábrica Nacional de Licores: Herencia patriótica de Juanito Mora

Por Manuel Delgado

FANAL

Es el edificio civil más antiguo del país. Quedan ruinas de algunos otros, como La Garita, y ruinas e inmuebles en pie de tipo religioso. Y es un testigo doble de nuestra historia y de nuestra idiosincrasia. Se trata del edificio de la antigua Fábrica Nacional de Licores que hoy ocupa el Ministerio de Cultura y Deporte, más exactamente de una parte de él, que se levanta a la izquierda después de la entrada.

Lo mandó construir don Juanito Mora. Me lo imagino caminar por la construcción y poner sus manos regordetas sobre esos muros de piedra a modo despedida, justo antes de partir hacia Liberia para ponerse al frente de nuestro ejército libertador. Era el año de 1856. El edificio fue inaugurado cuatro meses más tarde, en plena guerra, cuando apenas estábamos saliendo de la batalla de Rivas y del azote del cólera que cobró la vida a uno de cada diez costarricenses.

Es un testigo doble, digo, por dos motivos: el primero es por la guerra, de la que la oligarquía vendepatria, hoy encarnada en este simulacro de presidente que tenemos, no quiere ni acordarse y minimiza por todos los medios; el segundo, por una ideología y una práctica de gobierno que alguien por allí llamó “modo costarricense de desarrollo”, una filosofía de estado similar a muchas otras pero creada de manera autóctona por nosotros o, para ser más exactos, creada por don Juanito Mora. Si esa oligarquía egoísta y pervertida no quiere no hablar de la primera, mucho menos se atreve a mencionar esta segunda. Nosotros, los hombres y mujeres del pueblo en cambio reivindicamos las dos.

¿Qué significó la creación de la Fábrica Nacional de Licores? Ni más ni menos que un rompimiento del pensamiento liberal heredado de la independencia en el sentido de que don Juanito quiso poner en manos del Estado una de las más importantes fuentes de riqueza del país: el azúcar, y poner sus utilidades al servicio del bien público. Pocos años más tarde intentó crear un banco del estado y fue entonces cuando lo derrocaron primero y lo fusilaron después. A cambio esa oligarquía corrupta y egoísta puso un fantoche vagabundo e ignorante traído de Inglaterra que ni siquiera hablaba bien español. Se llamaba, de amarga memoria, José María Montealegre. (Años más tarde, cuando Tomás Guardia, morista y héroe de la guerra del 56, tuvo que enfrentar a esa misma oligarquía, llamó a Montealegre a palacio y le dijo: “Usted tiene dos opciones: se va del país o lo fusilo de inmediato. Escoja.” El traidor escogió la primera y para bien de la patria se fue definitivamente a vivir a Estados Unidos.)

El azúcar fue el gran descubrimiento de la conquista española. Ellos ya conocían la caña y de hecho la trajeron al nuevo continente, donde la convirtieron en el producto industrial por excelencia, estrella en toda América, especialmente en el Caribe. Y descubrieron también que la mejor forma de conservar y exportar ese producto era convertirlo en alcohol. De allí nace la tradición ronera de las Antillas, de Nicaragua, de Colombia Brasil y, en general, de toda América. Ese producto y su derivado, el ron, se convirtieron en una de las fuentes de riqueza más perdurables del continente y uno de los productos de mayor consumo en Europa.

Cuando don Juanito creó la FANAL tenía todo eso en mente y tenía en mente también un plan para fortalecer el papel de Estado en la economía y para utilizar las riquezas nacionales en favor de la nación y no de unos pocos. Esa ideología se vio fortalecida por la guerra contra los filibusteros, que demandaba muchos recursos y que, indudablemente, estaba costando esfuerzos materiales y humanos excesivamente altos.

Durante siglo y medio FANAL cumplió con ese papel (además del otro no menos importante, que es la protección de la salud por medio de la prohibición del licor producido sin ningún control sanitario y que por lo general contiene alcoholes dañinos para el organismo humano).

Pero en la segunda mitad del siglo pasado, con el fortalecimiento de las ideas neoliberales, la voracidad de la empresa privada cayó sobre la obra morista. Los importadores de licores vieron en FANAL un competidor invencible. También los productores, entre los que se encuentra la Cervecería Costa Rica, uno de los monopolios privados más poderosos, ligado a diversas ramas de la economía y, de paso, uno de los principales culpables del aumento de la contaminación, el alcoholismo y la obesidad.

FANAL fue obligada a reducir sus planes de producción, a no hacer publicidad a muchos de los excelentes productos, a no mejorar otros y no modernizarse, a vender al costo a la empresa privada y al estado el alcohol con fines sanitarios o industriales y, lo más importante, a no desarrollar la industria del combustible. En todo esto influyeron grandes monopolios privados, en particular el oligopolio Liga Agrícola e Industrial de la Caña, propiedad de los grandes cañeros y azucareros, entre ellos el expresidente Oscar Arias Sánchez.

Pese a todo ello, FANAL es una de las empresas estatales más rentables, y ayuda al fisco pagando altas cifras de impuestos, subvencionando al Consejo Nacional de Producción, al IFAM y al INDER. El año pasado ese aporte superó los 10.000 millones de colones.

Antes que privatizarla, un estado responsable debería proteger esta empresa centenaria, permitir que se mejoren sus productos y ponerla a competir de manera libre y justa con los licores importados. Por cierto, y aunque dicho así en resumen resulte paradójico, parte de las ganancias de FANAL deberían dedicarse a combatir el alcoholismo y la drogadicción.

El pueblo va a defender FANAL, RECOPE y el resto del patrimonio del estado, del que quieren apoderarse unos pocos.

¡A la lucha! ¡Por FANAL y por la patria!

Miembro de la directiva del Colectivo Político Semilla

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