Por Lorena Mansila
Lo que pasó el miércoles 6 de enero de 2021 en el Capitolio de EEUU no es casual ni repentino. Es un episodio más de la historia estadounidense donde gente que se identifican con el perfil de blanco, patriota, conservador, cristiano y con privilegios históricos sobre otras personas, se sintieron envalentonadas para exigir no perder su poder y sus privilegios.
Esto fue una olla a presión que le estuvo poniendo fuego Donald Trump para validar a los blancos que siempre tuvieron el poder y los privilegios gracias al sometimiento a sangre de otros pueblos como el afroamericano, los pueblos nativos norteamericanos y latinos, entre otros. Sean ricos o pobres, estos blancos (y quienes no lo son pero se identifican con sus pensamientos) tienen en su construcción de identidad, la certeza de que ellos son los que se merecen la impunidad y el poder.
Estos beneficios los han obtenido históricamente basándose en la opresión de otros, y cualquier cambio simbólico, no lo van a tolerar. Más ahora que han tenido a Trump agitándolos, legitimándolos durante estos últimos años. De hecho sus declaraciones para apaciguarlos el mismo miércoles, concluyeron con la frase “los amamos, uds son muy especiales”. No hubo de parte del gobierno grandes represalias ni malos tratos.
Si hubiesen sido afroamericanos agrupados en el Movimiento Black Lives Matter pidiendo que la policía no matara sistemáticamente a personas negras, o latinos reclamando por derechos ciudadanos entrando de la manera que lo hicieron los blancos al capitolio, ese día hubiese sido una gran masacre. Recordemos que el 1 de marzo de 1954, cuatro independentistas puertorriqueños, entraron al capitolio armados para pedir exigir la independencia de la isla, y fueron atrapados y sentenciados rápidamente a cadena perpetua. Pasaron más de 25 años en prisión y luego fueron liberados en el gobierno de Jim Carter en 1979.
Este sector de la sociedad que tomó el capitolio es el mismo que escupió y amenazó a Ruby Bridges, la primer niña afroamericana que estudió en una escuela de “blancos” en 1960 en Louisiana, los que le dicen a personas latinas que hablen inglés y que se vayan a sus países, los que colgaron a mexicanos en California, al igual que lo hizo el KKK con los afroamericanos, los que siguen manifestándose en contra del aborto y la autonomía de los cuerpos y los que tienen la idea de que casarse con una asiática es mejor porque, según ellos, son más “sumisas”.
Sin contar que también son los que históricamente legitiman la esclavitud, con la cual se acumuló riquezas durante siglos a costa de la sangre y explotación de personas africanas, los que no les importa la igualdad salarial entre hombres y mujeres, y ni que hablar de los derechos humanos de las personas trans. Estuvieron y están desde el nacimiento de los Estados Unidos.
La moral de la democracia estadounidense
No hay nadie que invada Estados Unidos “para solucionar los problemas de su democracia” como lo hace este país con otros. La bolsa de Estados Unidos no ha caído estrepitosamente. En plena invasión del capitolio por hordas de supremacistas blancos, los mercados cerraron sin ningún sobresalto. La BBC de Londres tomó un artículo del medio The Conversation donde titulan “Por qué el asalto al Capitolio no llega a ser un golpe convencional pero acerca a EE.UU. a la violencia de las democracias frágiles”. Más allá de la sustentabilidad económica que todavía tiene EEUU, ¿es una democracia ejemplar? ¿Es un ejemplo a seguir y un juez superior para hablar de democracia teniendo en cuenta lo que pasó en la primera semana del 2021?
El Ex presidente George W Bush declaró: “Es una visión enfermiza y desgarradora. Así es como los resultados de las elecciones se resuelven en una república bananera, no en nuestra democracia”. Pero recordemos que Bush hijo, le ganó al candidato demócrata Al Gore de manera muy dudosa en el 2000 debido a que en el Estado de Florida el conteo fue muy difícil debido a la perforación de las boletas (si, a la perforación de las boletas) y por estar muy empatados. Es así que la Corte Suprema de Justicia se hizo cargo de definir y tomó la decisión de otorgarle el triunfo al candidato republicano.
A su vez, aclaremos que EEUU tiene elecciones presidenciales basadas en el Colegio Electoral. Un candidato puede tener una ventaja de millones de votos populares, es decir de personas que han elegido a ese presidente, pero su triunfo dependerá del colegio electoral. Cuando los estadounidenses emiten su voto, en realidad están votando por una lista de electores designados por los partidos políticos de su estado que se comprometen a apoyar al candidato del partido que tuvo más votos en ese estado.
Se había pensado en este método hace cientos de años para que las urbes no concentren la decisión y que los lugares más inhóspitos de EEUU estén también representados a través del Colegio Electoral, pero evidentemente, quedó rancio y poco representativo de lo que quiere elegir la mayoría de los votantes. Por ejemplo, Trump llegó al poder porque tenía el 57 por ciento de los votos electorales, pero a Hillary Clinton la había elegido 3 millones de personas más para que sea presidenta en el 2016.
En los diarios de Kenia había titulares que decían: “Quién es el país bananero ahora?”, mostrando fotos de los supremacistas blancos dejándole amenazas y destruyendo el despacho de la Presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi. Por otro lado, el mismo 6 de enero, salió un comunicado del Gobierno de Venezuela diciendo: “Con este lamentable episodio, Estados Unidos padece lo mismo que han generado en otros países con sus políticas de agresión”.
Entonces ahora, con estos hechos, ¿Con qué valor moral irán a intervenir en nombre de lo que EEUU cree, la “democracia más sólida del mundo» para poner las fichas en el tablero de ajedrez que los beneficie para seguir sacando tajadas a nivel mundial?
A su vez, llama mucho la atención como el falso y simple análisis que muchos habitantes e incluso analistas políticos de los medios masivos de comunicación provenientes de países latinoamericanos dicen a boca suelta que lo que pasó el 6 de enero no es un hecho político de un país “serio”. “Me vine a Estados Unidos para no padecer esto”, o “Esto parece Colombia” fueron declaraciones de periodistas y analistas latinxs en medios masivos. El Senador Republicano de ascendencia cubana Marco Rubio tuiteó: «Esta es la anarquía antiamericana al estilo del tercer mundo».
Pero muchas cosas que pasan en EEUU no pasan en Latinoamérica, como el encarcelamiento de niños y niñas migrantes o la matanza sistemática y con impunidad de parte de la policía hacia un sector de la sociedad, que en este caso son afroamericanos y latinos en su mayoría. Cuando hubo crisis institucionales en Latinoamérica, siempre estuvo involucrado EEUU, como en Chile con el golpe de Estado de Salvador Allende, el Plan Cóndor a nivel continental y el último golpe de Estado en Honduras, por sólo mencionar algunos casos.
El futuro bipartidista en EEUU
Tendremos que observar cuales son las diferentes posiciones que hay en el partido republicano ahora. Ya el mismo 6 de enero, el vicepresidente Mike Pence y el representante de los republicanos en el senado, Mitch McConnel, le soltaron la mano a Donald Trump al igual que varios funcionarios que ese mismo día renunciaron y se despegaron del presidente.
También se quieren distanciar de Trump la Asociación Nacional de Fabricantes (NAM), que han tenido grandes beneficios durante este gobierno como baja de impuestos o la anulación de la legislación medioambiental. Entonces, por un lado, estarán los clásicos conservadores con el apoyo de NAM, La Mesa Redonda de Negocios, que es la Business Roundtable en inglés (grupo de CEOs con enorme influencia) y la familia petrolera Kosh, entre otros con su clásica alianza con evangélicos cristianos. Eso sí, velarán por las conquistas ganadas en la era Trump, pero sin él.
Por otro lado, se encuentra la horda iracunda de supremacistas blancos, fascistas, fanáticos y freakies que cultiva Estados Unidos desde siempre, y que han sido la columna de apoyo de Trump durante estos años. Podrían figurarse como la otra posición dentro del partido republicano. A ciencia cierta, no se tiene bien en claro cuales son sus objetivos concretos y cómo se van a alinear a corto, mediano y largo plazo. Pero a su vez, se observa que tienen un gran nivel de organización, agrupamiento y salida a la calle muy calibrado. Siempre estuvieron ahí, esperando a ser públicos e impunes de nuevo. Trump los hizo renacer de nuevo. Son un monstruo sin cabeza producto de la crisis social capitalista.
El partido Demócrata ahora tomará el poder. Pero eso no significa que haya un cambio de raíz. De hecho, los demócratas han elegido a Joe Biden como candidato a presidente porque era la opción más conservadora que han sacado a relucir y la que menos molesta al establishment. Ni siquiera han tenido la voluntad ni el interés político de poner a los expositores más reformistas como Bernie Sanders. Recuerden que tuvo grandes posibilidades de poder ser candidato dos veces, pero para el partido, era muy radical y los demócratas, no quieren cambiar absolutamente nada más allá de sus políticas liberales e individualistas.
Tendrán mayoría en la cámara de Senadores y en la diputados. Tienen un sin fin de diversidades sentados en esas bancas: afroamericanos, latinos, musulmanes, mujeres de color, judíos y hasta personas que representan la diversidad sexual. Hasta tienen una vicepresidenta como Kamala Harris, una mujer hija de emigrantes de madre india y padre jamaiquino. Pero no tienen la intención de cambiar absolutamente nada. Podrá volver el neoliberalismo progresista que han ejercido con Barak Obama o con los Clinton. Sólo eso.
Hay reducidas posibilidades de que lo que cientos de miles de personas han exigido alrededor del país durante este año, como el desfinanciamiento de la policía, sea realidad. Hay pocas chances de que el sistema económico y medioambiental que está haciendo colapsar al mundo, reflejado en este momento con la pandemia mundial del Coronavirus, deje de ser la alternativa elegida que beneficie a unos pocos.
El partido Demócrata no hará cambios estructurales de raíz con el gobierno de Joe Biden porque no tienen la intención de modificar nada ni quieren ofrecer otra alternativa. Poner más diversidad sin cambios reales, es solo colorear de diferentes tonalidades la sustentación del capitalismo. Esto es Estados Unidos de América.
Fuente: AnRed vía Resumen Latinoamericano