Conversaciones con mis nietos
“El amor es esencialmente auto comunicativo; los que no lo tienen, se contagian de los que lo tienen. Aquellos que reciben amor de los demás no pueden recibirlo sin dar una respuesta, la cual en sí misma, es la naturaleza del amor. El amor verdadero es invencible e irresistible. Va acumulando poder y extendiéndose, hasta que finalmente transforma a todos los que toca. La humanidad alcanzará un nuevo modo de ser y de vivir, a través de la interacción libre y sin trabas del amor puro, de corazón a corazón.” –Meher Baba
Arsenio Rodríguez
Además, cada uno de nosotros, descubrió a tantos otros caminantes, que traían más cuentos y abrazos, de esos que se vuelven alborada. Y con tantos pasos dados así desde siempre, en este caminar bailando, ya no hay espacio en la memoria, para albergar tantos personajes, de la caravana de amores y sonrisas que esculpieron nuestras vidas. En nuestra mente, surgen como muestra, solamente algunos de esos encuentros.
Como aquel, que cuando yo regresé, de donde no sabía qué iba a ir, tras abrazos y un café de todo el día, hablamos. Y terminamos yendo juntos, a ese sitio donde ninguno sabía que iba a ir. O aquel otro, con quien caminaba las calles de una ciudad, y compartimos historias del país de cada uno y terminábamos con un abrazo, y una copa de vino francés.
O cuando niño, bajo un poste de la luz, hablábamos amigos imberbes, de lo desconocido que era lo aun no vivido, ni escuchado, temido, imaginado, o anticipado. Lo que no sabíamos y nunca sabríamos, con solo hablar. Pero éramos amigos y lo sentíamos. Y antes de dispersarnos, nos quedábamos asombrados, de este estar pasando por aquí, por este sueño del soñar.
A otro amigo lo conocí en unas oficinas en Caracas, pero era gocho de San Cristóbal. Y terminamos dándonos un abrazo de hermanos, grabado en un retrato, tomado por su esposa chilena-libanesa, en un sofá de su casa en Nairobi. Y con otro del sur, recorrimos ese país gigante del Brasil y soñamos alianzas, nos contamos andanzas, y nos encontramos después en tantos sitios, desde Roma hasta Beijing.
Con un mexicano, oí los Beatles por primera vez en Coyoacán. En un teatro. Éramos amigos pero no me acuerdo donde nos conocimos, pero siempre andábamos juntos, perdidos, hablando de encontrar algo, y ninguno sabíamos que. No sé ahora ni adonde está, aunque sospecho que siempre sigue ahí, como yo, buscando lo que no sabemos.
Y con otro escalé la muralla china, venía de los campos del Líbano y yo del mar Caribe y siempre recuerdo su sonrisa y su visión de universo. Y tú querido, que ya hace rato te fuiste, te voceaba en los aeropuertos, para sentarnos juntos a hacernos cuentos, y en Santiago, en la casa de tu padre que vivió todos los momentos, supe de los sueños de Chile, de las leyendas de los Andes del Sur, y de tu corazón.
Tantas gotas, tantos puntos de amor, tantos encuentros, tantas palabras compartidas, en silencio. Tantos abrazos cantados en el alma, tanta arena acumulada en los zapatos, tanto caminar. Tanto amor buscado, derramado, olvidado, soñado, perdonado, perdido y encontrado. Tanta vida, tantos pasos, tanto egoísmo, tanto cariño, tanta espera de tiempos que nunca han pasado, tanto sentimiento de corazón amordazado, tanta mente demente, de concepto, pensamiento y conclusión.
Y esas colinas de silencio y jardín, donde empieza y termina todo, las miradas de siempre-adentro, los ojos transparentes y las manos de cariño, que nos hacen sentir de nuevo niños. Que hermosura es esta vida, con tanta riña, y tanto perdón, para uno darse cuenta, a veces de repente, que nada nunca ha pasado, y tener ese encuentro con uno mismo, adentro y sin saberlo, con cada uno de allá afuera, y en secreto.
Sabiendo, sin entender, que todos bailamos, dormimos, cantamos, nos proyectamos y nacemos, en el mismo sitio de siempre, que siempre es.
El asombro, lo prohibido, los secretos que todos guardamos, esos que sabemos que nadie sabe, pero que todos saben sin saber. Los personajes con los que caminamos, y los personajes que nos creemos ser. Este rodaje, estos grafitis, de sueños y verdades que no son, de recuerdos de pasado sin esencia, de sueños de futuro que no se sabe si serán o no, y de presentes que nunca se quedan.
Y ese atisbo del alma, que aparece de repente y permanece, sin pensar. Tanto andar, sonreír, llorar y rabiar. Vivir, vivir, vivir.
¡Es tiempo ya de sentir el amor!
Las sales de todas las lágrimas derramadas se disolverán en el mar. Las estrellas dejarán de emitir luz, para convertirse en sinfonías. Nuestros abrazos lloverán en torrentes y procrearán muchos niños más en el espacio y el tiempo. Los jardines bailarán con nosotros, y subiremos juntos escaleras de caracol, donde repicarán campanas de catedrales, anunciando el final de los tiempos y el comienzo del Amor. Ese día, cuando nos digamos adiós.
Y la tribu pasará. Ya no podremos abrazarnos, en momentos de cariños, risas, tristeza, alegría, riñas y serenidad. Tantos instantes intercambiados con tantos, desfilando ahora en la pantalla como películas de ayer. La vida es tan profunda, hermanos y hermanas, que uno no puede describir los paisajes, que brotan cuando nos buscamos y nos encontramos.
Todo es tumulto o amanecer. De alegría y dulzura, o de heridas profundas y cortantes. Y sin embargo, no se puede culpar a nadie de nada. Es todo, un antiguo arroyo que fluye hacia el mar, a veces por aguas mansas y otras en rápidos y cataratas. Haciendo música con altos y bajos, que se fusionan, en melodía. Hay en mi alma, canciones muy antiguas compartidas, de tanta vida entre nosotros. Estamos todos incrustados en el alma, somos parte integral de una misma historia.
A veces surgen ciclos de miedo, roces inspirados por voces temerosas, que contrario, a esa dulce voz que nos arrulla desde siempre, la que planteó la dulce pregunta, de quien va a tirar la primera piedra, la piedra de la generalización, del miedo, el reproche, la venganza, la ignorancia. Esas voces temerosas viven dentro de todos. Sentimientos, algunos dormidos, otros activos, en forma de pensamiento, de odio y perdón, de agresión y abrazo, de autoengrandecimiento y humildad, de inspiración e ignorancia. Yo las veo dentro de mí, y desplegadas en la historia, en noticieros, en versos y en todas las plazas virtuales que nos conectan. Viven adentro de nosotros.
Tememos, odiamos y amamos, acusamos y perdonamos, vivimos y morimos; inevitablemente. Con tantas opiniones de saber (cuando en realidad no sabemos nada). Y mientras tanto la vida burbujea cada mañana, y baila alrededor nuestro. Y nos alumbra la luz que cae, desde los confines del universo, y que surge de nuestros corazones. Mientras giramos, suspendidos incomprensiblemente, en este espacio y existimos.
Hoy, yo quisiera acurrucarme, hacerme pequeño como una mota de polvo, en una esquina insignificante de mí mismo. Y perdonarme y perdonar a todos los demás, a los iracundos y los callados, los inocentes y los perpetradores, los agresivos y los mansos. Implorar el perdón, allá muy adentro, por este terrible desastre, que continuamente nos traemos a nosotros mismos, con nuestra ignorancia, mientras crecemos en este hermoso jardín que compartimos, donde florece esta maravillosa vida.
¡Es tiempo ya de sentir el Amor
Cambio Político Opinión, análisis y noticias
