¿Es posible vivir sin WhatsApp?

Bazar digital

Carlos Revilla

Carlos Revilla M.

Quienes me conocen saben lo apegado a la tecnología que soy, y sinceramente esto de los «teléfonos inteligentes» (smartphones), es la octava maravilla del mundo. Una vez que uno se acostumbra es muy difícil estar sin el. Eso si, no so y superfanático a las aplicaciones, tengo solo las necesarias, y si después de algún tiempo tengo alguna que no uso, la borro y ya, sin mucho miramiento. Ya no soy «jugador», tuve Angry Birds, pero lo borré hace mucho tiempo, y así he hecho con otros juegos.

Hoy quiero hablarles de ese fenómeno llamado WhatsApp, pero desde otra perspectiva. No la normal de la aplicación, cómo que hace y que no hace, y cosas de esas. Sino más bien desde la perspectiva personal/social y lo que ha llegado a representar en nuestra vida cotidiana; convirtiéndose en una de esas aplicaciones prácticamente imprescindibles.

Empecemos con la era el mundo antes de WhatdApp, cuando se usaban esos mensajes de texto llamados SMS ¿se acuerdan de ellos? ya casi no los usamos, ahora solo sirven para que nos envíen spam (publicidad no deseada) de las tarjetas de crédito y otros que ni los volvemos a ver. La diferencia es abismal, no solo en el impacto en la factura telefónica (usa internet), pero más que todo en la funcionalidad.

Y de una de esas funcionalidades es de las que más quiero hablarles: los grupos y su importancia.

Parte de la genialidad de WhatsApp (además de reducir la cuenta telefónica) es el socializar y mantener un contacto casi en tiempo real con nuestros amigos. Pero no solo en la relación uno a uno, el impacto se siente, especialmente con los grupos, que pueden ser de trabajo (con los compañeros de oficna o colegas) o de amigos.

En los grupos de amigos, pertenezco a varios, y administro dos. La administración no es nada del otro mundo, más que todo se reduce a incluir o eliminar miembros. Entre los grupos a los que pertenezco hay dos muy importantes, uno el de los amigos de Cedal/La Isla y el otro los compañeros y compañeras del colegio.

Y aquí ya por fin, empiezo a aterrizar en el tema del que quería hablarles sobre los grupos. En el de amigos de Cedal/La Isla, todos menos uno de los miembros, están en el. Una persona se ha resistido a tener WhatsApp, e incluso a tener smartphone. ¿Qué ha sucedido? como decía la canción de Pancho López «y lo que tenía que pasar pasó…» incomunicación total con esta persona. Por supuesto respetamos su decisión de no querer estar «comunicado» (de esta forma por lo menos). Hablamos y decidimos muchas cosas por el chat, de las que no se entera nunca, pero bueno, esto es su decisión, la que repito respetamos completamente.

Pensaba escribirles más sobre la experiencia o más bien dependencia de WhatsApp, pero leyendo en la Web me encontré un artículo de Miguel Regueira que escribió para El Grupo Informático que resume casi todo lo importante en este aspecto, así que decidí, antes de inventar la rueda de nuevo, más bien compartirles el texto.

¿Cómo es vivir sin WhatsApp?

Hace un tiempo la batería de mi smartphone se estropeó, lo que suponía que su autonomía desenchufado se limitara a unos minutos. Aunque disponía de alternativas para sustituirlo, quise realizar un experimento sobre cómo es vivir sin WhatsApp, y casi sin smartphone. ¡Todo un atrevimiento!

Al fin y al cabo, sabía que el servicio técnico de los Google Nexus trabaja bien, y que el smartphone sería reemplazado en breve. Así que me animé a realizar la prueba, como experiencia sobre tecnología. Pretendía descubrir hasta que punto dependía de WhatsApp, y que implicaciones suponía no tenerlo.

Realmente, no prescindí por completo de WhatsApp, porque me parecía algo realmente complicado en esas circusntancias. Supondría tener que comunicarme a través del teléfono fijo o de correo electrónico, algo bastante impensable a día de hoy. Y es que, sin sacar el móvil de casa, tampoco tendría SMS ni podría realizar llamadas.

Lo que hice fue usar WhatsApp en mi ordenador por medio de su versión web, de forma similar a lo que era el antiguo MSN Messenger. De esta manera me podía comunicar, pero no en movilidad.
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Sorpresa y acusaciones de excéntrico

Obviamente, tuve que explicar mi peculiar situación a mis conocidos, y eso me dejó una cosa muy clara: tener WhatsApp es lo normal, casi una obligación social, y prescindir de él extraña mucho. En ese momento me di cuenta que incluso familiares de 60 años esperaban que les contactara por WhatsApp y no por otro medio.

El siguiente paso fue la sorpresa… «¿cómo vas a estar sin WhatsApp?» Bastantes conocidos, en un gesto de generosidad, me ofrecieron algún smartphone para seguir haciendo uso de la app. Y todos ellos se sorprendieron al saber que iba a pasar al menos una semana sin móvil y no aceptaba su oferta.

Yo siempre he sido bastante inquieto con la tecnología, y estuve entre los primeros de amigos en usar WhatsApp. El hecho de que lo abandonara temporalmente fue visto como una extravagancia, lo que confirma mi idea de que la sociedad obliga a tener WhataApp.
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¿Es posible vivir sin WhatsApp?

Vivir sin WhatsApp por completo me resultó bastante complicado, ya que lo tuve que usar muchas veces en el ordenador durante mi experiencia. Ahora bien, vivir sin móvil me resultó bastante agradable.

No estar pendiente de las notificaciones y de contestar mensajes me hizo darme cuenta de que somos esclavos de los smartphones, y que nos impiden centrarnos en el presente. Cuando quedamos con nuestros amigos no los atendemos por chatear con la familia, cuando trabajamos no nos centramos por las conversaciones con los amigos… ¿no deberíamos dedicar a cada uno su momento?

Reconozco que estos días me sentí bastante más seguro. Acostumbrado a caminar por la calle escribiendo en el móvil, de pronto me di cuenta del riesgo que suponer no prestar atención al tráfico. Además, uno llega mucho antes a los sitios si no va entretenido.

Por otro lado, quedar con las personas fue una experiencia muy positiva. Si habíamos decidido una hora y un sitio, no se podían cambiar posteriormente. Por otro lado, me di cuenta de que por WhatsApp se comparten muchas tonterías, y que representa una pérdida de tiempo enviar fotos de nuestra comida o nuestra mascota.
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¿Lo volvería a hacer?

La verdad es que no sentí excesiva ansiedad por dejar de usar mi móvil pero, cuando llegó su sustituto, mi adicción a WhatsApp volvió al instante. Me di cuenta de que no lo necesitaba en mi vida, pero realmente me gustaba y me aportaba cosas buenas… aunque también otras malas.

Así que, a la pregunta de cómo es vivir sin WhatsApp, mi respuesta es que resulta fácil… siempre que tengamos una alternativa de comunicación fluida y fácil de usar. Pueden ser los SMS, Skype, Telegram o incluso las obsoletas llamadas de voz. Lo que está claro es que no podemos quedarnos aislados.

Mi conclusión más interesante de esta experiencia es que WhatsApp supone mucho más que comunicación. Sí, se usa para el trabajo, pero para mí se trata de una herramienta social. A todos nos gusta charlar, y WhatsApp es una afición más. A veces me tiro en el el sofá de noche y, en vez de ver una película o jugar a la consola, me dedico a chatear con mis amigos.

Está claro que se puede vivir sin smartphone y sin WhatsApp, pero no considero que los problemas que suponen destaquen sobre las ventajas. Lo reconozco, soy adicto a WhatsApp, y no me avergüenzo.

Como ven, tamaña experiencia y el autor hace un enfoque muy parecido. Eso si, eso de hacer el experimiento de pasar sin WhatsApp, no creo que llegue a hacerlo, pero la experiencia fue muy enriquecedora.

En esto solo me resta decir, el viejo refrán aquel que dice «si no puedes con ellos, úneteles», en otras palabras, no se puede nadar contra corriente, y definitivamte aquí no se cumple aquello de que «todo tiempo pasado fue mejor». Queda demostrado, que con WhatsApp nuestra vida mejoró, se socializa más y lo más bueno, se apuntalan las amistades, que para mi eso ha sido lo más importante, además de la comunicación.

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