Circunloquio [*]
En el juego del ajedrez, el enroque es un movimiento defensivo en el que el Rey y la Torre del mismo color cambian simultáneamente su posición. En el tablero quedan el mismo número de piezas.
Yayo Vicente
Su administración se termina en menos de un año, sin obras públicas. Las pocas que inaugura las dejó encaminadas la administración anterior y más bien las degradó. En la Ruta 32, cambió las intersecciones a desnivel por unas cuasi-rotondas peligrosas y que disminuyen la velocidad promedio que se pretendía. En la intersección de La Lima, eliminó el cuarto nivel, que colapsará el tránsito en menos de cinco años.
No obstante, el apoyo que tiene (que no es lo mismo que intención de voto) es sorprendentemente alto. Podría ser atribuible a que no estableció ninguna medida antipopular y más bien montó un circo para ser aplaudido. ¿Será que no hacer es la fórmula mágica para ser popular? Es difícil imaginar a un candidato que diga: “Vote por mí y les garantizo que no haré nada.”
William Edward Deming
Deming es ampliamente reconocido por sus contribuciones fundamentales al desarrollo del control de calidad. No fue escuchado en EE.UU., confirmando el refrán que “Nadie es profeta en su propia tierra”. Otra respuesta tuvo en Japón, allá fue de enorme impacto, la calidad que era monopolio alemán, comenzó a ser sinónimo de la industria japonesa. Su propuesta en materia de calidad es profunda y sistemática y se basa en principios tanto técnicos como filosóficos.
Para Deming, los errores son el resultado de sistemas mal diseñados, no de fallas individuales. Por eso insistía en rediseñar procesos en vez de culpar a los empleados y tratar de resolverlos cambiando a las personas. Deming nos dice que el sustituto hará el proceso como la persona que lo antecedió y los errores seguirán presentándose. Es simple, es necesario cargar la culpa del error al proceso y no a la persona.
Manual del populista autoritario
Un líder populista autoritario logra respaldo a través de una combinación estratégica de discursos emocionales, creación de enemigos comunes, promesas directas al pueblo y debilitamiento de las instituciones democráticas. Este tipo de liderazgo apela más a la identidad colectiva, el miedo y la esperanza, que a debates racionales o políticas técnicas.
El populista autoritario se presenta como la única voz legítima del “pueblo verdadero”, enfrentando a una élite corrupta, tecnócrata o traidora. Para eso junta en una sola unidad, a todos los gobiernos que lo antecedieron, como si fueran una sola cosa y les niega cualquier mérito:
- Se autodefine como “el salvador” o “el elegido”, y
- Deslegitima a oponentes diciendo que no representan al pueblo.
En sus discursos implanta ideas en las personas: “Ellos han tenido el poder por años y no han hecho nada; ahora el pueblo ha despertado”.
Para movilizar y cohesionar a sus seguidores, crea enemigos: medios de comunicación (prensa canalla), migrantes, opositores políticos, empresarios, cúpulas con corona, etc.:
- Esto genera un clima de “nosotros contra ellos”, y
- Distrae de problemas estructurales de soluciones profundas.
El populista autoritario busca controlar la narrativa pública cambiando de tema con frecuencia, usa “el sabor de la semana”:
- Ataca a los medios de comunicación independientes y les quita la publicidad gubernamental, y
- Alinea su discurso a otros medios de comunicación con la publicidad gubernamental, y usa redes sociales para comunicarse directamente con sus fanáticos. En este espacio se compran troles e “influencers” Así consigue una caja de resonancia para implantar ideas.
Desacredita voces críticas:
- No ofrece programas complejos, sino soluciones simples a problemas complejos, apelando al deseo de orden, justicia o progreso,
- Promete seguridad y castigo a los corruptos, una cárcel de estilo bukeliano, pero no resuelve el problema en la causa raíz, y
- Usa lenguaje informal y directo, lo que genera cercanía emocional.
Su liderazgo es personalista, basado en una figura fuerte y carismática:
- Se muestra como alguien “auténtico”, fuera del Sistema, con matonismo de macho alfa, y
- Habla el lenguaje del pueblo, con frases, gestos y actitudes que generan identificación.
Desmantela instituciones y concentra el poder:
- Pretende controlar el Poder Judicial, electoral, legislativo y sus órganos auxiliares, como la Contraloría General de la República y Defensoría de los Habitantes,
- Anuncia proyectos para modificar leyes, un preámbulo para infringir las existentes y concentrar el poder, instruye a los ministros para que el poder no esté distribuido, y
- Ataca a las ONG, universidades, sindicatos, cámaras, etc.
Consolida su base mediante programas sociales o favores directos, especialmente en sectores vulnerables:
- Esto crea dependencia y lealtad, y
- Las ayudas se presentan como favores personales, no como derechos, lo que las convierte en “facturas cobrables”.
En resumen, el populista autoritario seduce emocionalmente, simplifica políticamente y concentra el poder. Su respaldo se construye sobre una mezcla de identidad, miedo, esperanza y control.
La obra de Rodrigo Chaves
Su obra no es material o conseguir mayor seguridad, educación, bienestar material. Sencillamente se enfrenta con las ideas que él mismo implantó.
La separación de “castas” que él aduce, se podría corregir con una educación pública tan buena como la privada, con una seguridad en los barrios como la que consiguen quienes viven amurallados y con un guarda a la entrada. Eso no es nuevo, eso éramos hace pocos años, a una misma escuela, colegio y universidad íbamos todos y nos mezclábamos ricos y pobres, discapacitados con las personas con todas sus capacidades funcionales, gentes de credos distintos y color de piel diferente.
Rodrigo Chaves no hizo lo que se espera de una buena administración, pero sus fanáticos están seguros que ataca sin piedad gigantes malvados, que confunde con molinos de viento y lo aplauden. Claro que antes implantó ideas y sus seguidores abandonaron el sentido crítico y la capacidad de análisis. Es un manual con el que otros muchos populistas autoritarios han sido exitosos: Nayib Bukele, Donald Trump, Jair Bolsonaro, Javier Milei y antes Adolfo Hitler y Benito Mussolini. Necesitamos de manera urgente a un Sancho Panza que les diga a los fanáticos:
“Mire vuestra merced —, que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento…”
Porque no ha hecho nada para resolver el que existan personas más afortunadas y otras menos, barrios seguros y otros inseguros, educación de primera y otra de tercera, mecanismos de ascensión social y frenos para que nadie caiga otra vez en la pobreza.
El manual del populista autoritario caló en los “chavistas”, les señaló “gigantes malvados” que el nuevo heroe nacional los podía destruir, pero siempre existirán: gobernados y gobernantes; corruptos, ladrones, evasores, contrabandistas y mañosos que con sus mañas no pagan lo debido de los tributos y jerarcas que abusan de su autoridad. Para ellos hay leyes y un sistema judicial. La presidenta o el presidente solo puede poner la denuncia ante la Fiscalía y las instancias administrativas correspondientes.
Hasta ahora Rodrigo Chaves no hizo ningún cambio importante para la transición social o la equidad. Como enseñó Deming, la sustitución de personas, no consigue ningún cambio. Chaves solo ha hecho un enroque, quitó a unos para ponerse él y el tablero quedó igual, pero nosotros más divididos, con menos democracia y con un futuro incierto y poco alentador.