Empoderar al demo: la respuesta ambigua del progresista Varufakis

Enrique Gomáriz Moraga

Enrique Gomariz

Yanis Varufakis es un personaje singular en Europa. Fue ministro de Finanzas del gobierno populista de Syriza en Grecia hasta que se peleó con el jefe de gobierno, Alexis Tsipras, cuando éste acepto las condiciones de la Unión Europea para otorgar los préstamos que salvaban a Grecia de la quiebra financiera.

Tsipras lo dijo entonces claramente: “¿Salir de la Unión Europea para ir a dónde? ¿a otra galaxia?”. La respuesta de Varufakis fue doble: por un lado, rompió con Tsipras, al que vituperó con acidez, acusándolo de mentiroso y otras linduras semejantes, y por el otro, planteó la necesidad de crear un espacio internacional alternativo para salir de las constricciones del existente. Fue entonces cuando, en alianza con el español Podemos, se ofreció como polo de referencia europeo para una organización en ciernes, la Internacional Progresista, apoyada por el senador Bernie Sanders al otro lado del Atlántico, a la que se unieron personas y organizaciones también en América Latina. Lo que caracteriza esa participación regional es la amplitud del abanico de orientaciones, que abarca hasta personajes y organizaciones de extrema izquierda y populistas, pero que, en general, refiere a las nuevas generaciones que se sitúan a la izquierda del socialismo democrático. Un ejemplo reciente, el partido de Gabriel Boric, Convergencia Social, el flamante presidente electo de Chile.

Recientemente, Varufakis ha vuelto a salir a la palestra para enfrentarse a lo que él define como “El anillo de poder de Mark Zuckerberg”, es decir el poder de Facebook y otras redes sociales, progresivamente manejadas por las grandes empresas tecnológicas. En un artículo emitido por Proyect Syndicate, que han reproducido algunos medios, Varufakis hace una alegoría de la mitología griega para asociar el anillo mágico de Giges, que le hacía invisible, al anuncio de Zuckerberg de crear un fabuloso metaverso digital que permita a los seres humanos tener una sensación de omnipotencia (siempre para hacernos adictos a ese dispositivo, que las empresas tecnológicas venderían).

Desde luego, Varufakis no es, ni de lejos, el primero que denuncia la concentración de poder que está teniendo lugar en las redes sociales, pero, aceptémoslo, nunca está de más que se acumulen voces que hagan esta denuncia. Podría decirse que existe un consenso amplio entre quienes rechazamos esta trampa virtual. Pero el estar de acuerdo en lo que no se quiere no significa estar de acuerdo en lo que sí se quiere. Y en este sentido, la conclusión del artículo de Varufakis es, cuando menos, ambigua: lo que hay que hacer, frente al anillo de poder de Zuckerberg, es “empoderar al demo”.

¿Cómo? ¿De qué manera? Eso no quiere aclararlo este exministro de finanzas; al parecer da igual el camino que se elija. Mientras que, en principio, se empodere al pueblo, no es necesario distinguir entre las propuestas de Bachelet, de Lula o de Maduro y Ortega. Como le gusta decir al argentino Alberto Fernández, son todos “gobiernos populares”. Esta ambigüedad es precisamente lo que caracteriza al planteamiento populista.

La idea de empoderar al pueblo tiene otra perspectiva desde el planteamiento socialdemócrata. No se busca su movilización vicaria, orientada no importa según qué principios o propuestas, aunque puedan desembocar en un régimen de dictadura al estilo de Cuba, Venezuela o Nicaragua. Empoderar al demo significa, desde un enfoque socialdemócrata, promover que la población asuma como propios sus derechos políticos, que aumente su involucramiento y su interés en la política, su conocimiento de las reglas del juego democrático y la defensa de los derechos humanos. Dicho en otros términos, empoderar al demo significa crear ciudadanía sustantiva.

Un pueblo no se empodera mediante explosiones de protesta si luego no se involucra en la política de su país (y no participa, por ejemplo, en las elecciones democráticas). El rechazo de la política, que suele asociarse con una cultura política de dictadura (sea de Pinochet o de Ortega) es un parámetro que refleja bien el empoderamiento social. La verdadera forma de empoderar al demo, refiere a la capacidad de incrementar su conciencia social y democrática. Y ya existe suficiente experiencia histórica para saber que ambos términos son inseparables. A Varufakis, como buen populista, no le importa mucho si ambos elementos constitutivos del desarrollo humano (social y democrático) se separan. Lo que importa es movilizar al pueblo, constituir “gobiernos populares”. Por eso es necesario aclarar que, aunque se esté de acuerdo con lo que no se quiere, y, en consecuencia, oponerse a los grandes poderes virtuales o reales, no se está de acuerdo con lo que sí se quiere, como si esa oposición pudiera hacerse de cualquier manera. Porque el riesgo de acabar en un régimen de poder terrenal omnipotente es demasiado alto.

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