Ángel Sanz
El Partido Republicano siempre fue esencialmente un “tea party ultraconservador”
Es penoso ver la confrontación en EEUU, entre Trumpistas y Bidenarios. Causan sufrimiento en lo más intangible y difícil de recuperar: la esperanza de un futuro mejor y la sensación de futilidad del individuo, frente a las fuerzas que modelan el mundo humano. Pasa allí y pasa en todas partes. Pero allá, en Norte América, algunos perdieron hace tiempo el pudor y la vergüenza de mostrar su pelaje político. Otros la perdieron dedicándose al pillaje oportunista. Otros más aprovechando para sembrar cizaña.─”Es la polarización…», ─dicen la prensa y los analistas. Es un término descriptivo. Polarización suena a situacional. Suena a que la gente de repente se polariza. La verdad es que ya estaba todo muy distorsionado cuando salió elegido Trump en su día. Obama tampoco pudo con la situación.
Si se mira bien, desde la creación y ascenso del TeaParty, la política americana, interior y exterior, perdió el pudor. Antes ya hubo grupúsculos similares. Siempre hubo gente ultra y supremacista, que se asocia en sociedades “secretas”, clubes exclusivos. Bien organizados y financiados. Aunque todo se acaba sabiendo, si va “a lo grande”, como en EEUU.
La financiación de la actividad política está regulada, pero oculta una desproporción anti democrática. Los poderosos tienen un doble voto, como ciudadanos y en virtud de su fortuna. Voto y veto incluso. Por ejemplo, gentes como los hermanos Koch, gastan fortunas para influir en su favor o el de su ideario. Estos dos no son unos locos del Ku Klux Clan. Desde 1900, que fundara su padre las Industrias Koch, y heredaron, esta familia encarna perfectamente la minoría blanca adinerada e influyente, bien situada.
Financian desde el comienzo al Tea Party, al negacionismo y al “GOP”, o sus iniciativas. Grand Old Party, es decir, los Republicanos. De los dos oligarcas, ya solo queda uno. Ya que David Koch falleció en 2019. Republicanos, capital, ultra conservadurismo, neoliberalismo, extraterritorialidad de las leyes e intereses americanos, segunda enmienda, populismo excluyente y racista… todo va de la mano.
Esta mirada airada es la que desde su poder económico influye en la opinión ciudadana. Son una minoría no representativa del país. Pero esa que siente que le han arrebatado su América de 1.800. La de antes de la Guerra Civil americana. Por eso los Koch, en concreto, son prototípicos de esa minoría poderosa. No son monstruos. Tienen una de cal y otra de arena. Filántropos reconocidos… pero con un lado oscuro y manipulador que impone un modelo al resto.
El Partido Republicano siempre fue esencialmente eso. Un “tea party ultraconservador”. Una maquinaria con forma de estructura política para ganar elecciones (a todos los niveles de gobernanza). Gente ultra, retrograda, aislacionista, racista, y muy apegada a la plutocracia teocrática que siempre fue Estados Unidos desde su fundación. Todo para mantener la manija del país a su favor. El resto, los votantes solo reaccionan a lo que les sirven desde las TV, prensa y redes sociales.
Estados Unidos es un país de contrastes. Con políticos visionarios y políticos rastreros. Hasta tuvieron un presidente emblemático, Thomas Jefferson, que tuvo la frescura de hacerse interprete de la Biblia y sacar su versión «corregida». El tercer presidente… Uno de los “padres de la patria” … ¡Qué bárbaro! Un presidente evangelista, que rehace la biblia, cuando se retira de la política. Que no se enteren Aznar, ni Felipe González. Que nos sacan la Biblia 4.0 o el neo-Catecismo…
Los Republicanos en EEUU, cuando hablan de más o se vienen arriba, tienen cierto aire sureño. Como de película, gritones. Con el uniforme destrozado, como los perdedores que volvían de su guerra civil. Habría que analizar si los republicanos aceptaron siquiera los valores de la ilustración liberal, de 1800 (que no es precisamente comunismo). Más de una vez sus figuras ilustres se retratan como negacionistas, terraplanistas…, creacionistas, trogloditas deístas en lo político. Muchos se creen una especie de pueblo elegido o “la primera democracia del mundo”. No son los primeros que se creen los elegidos, o por encima de los demás, a lo largo de la Historia.
Volvamos a las últimas elecciones en EEUU. Al lamentable espectáculo que está dando Trump y los Republicanos, por no desautorizarle claramente. Trump y los más de 72,5 millones que aún le votaron esta segunda vez, engañados, es una realidad para estudio. Polarización o no, ojalá que al americano medio vea lo grotesca y peligrosa que es la situación. Que vean que “el emperador está desnudo”. Que ya no es una democracia sensu stricto si no corrigen el rumbo. Aunque sea por miedo a dejar de ser los primeros, ojalá vean que allí manda el dinero, con un descaro propio de opereta bufa. Que sus políticos parecen sacados de la Francia de Luis XVI, por el descaro con el que dan la espalda a su pueblo, o de Roma. Ojalá el partido republicano reviente y se divida, y que también se escindan algunos demócratas.
Así, de los restos de todo ello, saldría decantada una especie de VOX ululante y sin verdadero poder para gobernar. Así sabrán los votantes quiénes y cuántos son. Estarán controladitos, dando carnaza para los buenos cómicos que tiene la TV americana.
Del resto de las escisiones, lo mejor es que salga un partido de derechas, al gusto social-liberal. Uno con cierta visión de estado y responsabilidad social. Uno positivo para la gobernanza de su país y que aporte cordura en el mundo. Tipo la derecha centro o norte-europea, que es tan poco adorable, pero al menos se puede hablar con ellos. Esa derecha, aunque tiene los suyo, ya no sueña con invadir a nadie, ni pone banderitas en la Luna o en los polos para reclamarlos como propios.
Además de esa derecha «civilizable», hacen falta en EEUU varios partidos progresistas, diferenciados y potentes, con sus matices, pero sin complejo por serlo. Gentes capaces de gobernar en coalición entre sí, o en conllevancia constructiva como oposición.
De este modo, los americanos votarán de verdad entre opciones distinguibles. No entre uno u otro hijo ocasional de rancios linajes adinerados o similares.
Lo que tienen, Trump y Biden o sus maquinarias electorales, ya no sirven. Solo había un programa: el del dinero. La separación de poderes parece existir, pero por detrás está la economía, los lobbies, o los lazos de sangre y los favores debidos, que lo manejan todo entre bambalinas. Puro teatro. EEUU necesitan una refundación urgente.
No es democracia de calidad, lo que tienen en EEUU. ¿De qué democracia hablamos, si no hay un verdadero abanico de alternativas de gobierno, un verdadero abanico programático entre el que elegir?. Tampoco hay democracia sana sin reparto del poder entre los de «arriba» y «abajo», con mecanismos redistributivos (no de caridad). El país más rico del mundo y el más injusto.
No están perdidos, porque si no ha reventado ya es por la buena gente que lo soporta resignada. Tampoco es un estado fallido. Sólo es una nación engañada. Una plutocracia teocrática del siglo XVIII, perdida en el siglo XXI. Nación peligrosa o imprevisible, porque ante la angustia de la inadaptación da coletazos de rabia. A ver si se rompe el hechizo de su integrismo simplista y evolucionan.
Por cierto, ya puestos a pedir, si se desbarata la partidocracia española en similares términos nos iría bien en España. Los nuestros no sé en qué siglo están perdidos. Tal vez en la Reconquista.
Pressenza