Erich Francisco Picado Arguello
En las próximas semanas, las y los señores diputados tienen en sus manos la responsabilidad de elegir al nuevo (a) Defensor (a) de los Habitantes (DH).Esta institución, cuyas recomendaciones no son vinculantes en lo legal, más si en lo moral, ha caído, desgraciadamente, como tantos otros puestos apéndices de los Poderes de la República, en una esfera de clientelismo político, pago de favores, componendas entre los representantes de la casta política tradicional.
Ese cóctel de ambiciones y negocios poco claros entre los de la casta, solamente favorecen la pudrición, inacción y desvalorización de las instituciones que manosea.
La Defensoría de los Habitantes debe ser un órgano independiente, autónomo, eficaz en la puesta en marcha de proyectos, acciones y realidades para fortalecer la defensa de toda la ciudadanía en la base fundamental de los Derechos Humanos.
El Estado, ese monstruo de mil cabezas, no cesa un minuto en su delirio pernicioso de atentar contra las libertades individuales y colectivas, contra la libertad de comercio, la creatividad humana y la autonomía espiritual de la cual es propietario todo ser humano.
Para la progresía, el Estado somos todos los ciudadanos. Absurdo. Si fuésemos realmente los ciudadanos el Estado, no tendríamos que crear Constituciones Políticas ni instrumentos como la Defensoría de los Habitantes, precisamente para sortear la maraña de abusos, controles, ataques, que el monstruoso Estado perpetra continuamente contra nuestra existencia.
La Defensoría no es un botín político ni un premio de consolación por si perdiste la Vice Presidencia de la República. La Defensoría no pertenece ni a la izquierda ni a la derecha, ni al centro, ni a partidos políticos, ni ha exponentes del más rancio poder político que nos ha hundido en los últimos 50 años. La DH es un arma del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
Si los diputados no dejan su vicio político de jugar con nuestra institucionalidad, nombrando en mesas de juego los puestos decisivos para la Patria, hemos llegado aún más cerca del precipicio.
De la Defensoría a la Fiscalía con 13 denuncias. De la negociación política a nombrar adláteres de la torre de Piza para pagar favores socavando la institución y convirtiéndola en un cuartel de batalla sin fin. Esa ha sido la realidad de la Defensoría en los últimos años.
Señores diputados y diputadas: seriedad. La Patria no está para juegos de casino en nombramientos ni en favorecer deudas políticas que en poco o nada benefician a la ciudadanía.
El jerarca de la DH debe velar por todos, no solamente por el lobby gay y los abortistas. Debe poseer experiencia y proyecto de vida dedicado al servicio de las clases populares. No puede ser alguien que haya vivido de la política “ad perpetuam”. Es necesario un candidato probado en las luchas contra los abusos, idóneo para la equidad social y sin compromisos politiqueros. Y ustedes, Padres y Madres de la Patria saben que solamente uno de los 4 reúne esa condición: Erick Ulate Quesada.
– Periodista