El viaje imaginario

Conversaciones con mis nietos

Arsenio Rodríguez

Adán y Eva hablando en el Paraíso… —Si pudiéramos abrir estas puertas e irnos… —insistió Eva—. —¿Pero ir a dónde, mi amor? -replicó Adán-. Eva insistió: «Si tan solo pudiéramos abrir estas puertas e irnos». «Pero allá afuera hay enfermedad, dolor y muerte», respondió Adán. Eva insistió una vez más: «Si tan solo pudiéramos abrir estas puertas e irnos.” -Nikos Kazantzakis.

Salimos de la quietud del Ser, buscando el paraíso de la autoconsciencia. Rebotando en los límites de la nada, expandimos el espacio con una danza cósmica, mientras nos tomábamos de la mano en cuántico. Rebotando unos con otros, nos fuimos fusionando en formas más estables, reorganizándonos en filigranas más elaboradas de materia y energía.

Y construimos formas más complejas, para experimentar cualidades de esencia, como fundirse y fluir. Conectados siempre sin cesar por fuerzas nucleares muy íntimas. Y nos unimos en moléculas, tan estrechamente, que nos reproducimos y autorreplicamos, creando formas de vida que transformaban la luz, en flores y aromas. Y el universo se exploraba a sí mismo, en un jardín de color y fragancia, dentro de todos los estados posibles de la vegetación.

Si, estuvimos juntos en esos charcos originales de la vida, en los jardines, en las criaturas que adquirieron locomoción, para explorar todas las dimensiones y nichos, desde arrastrarnos por el suelo hasta volar en los cielos. Caminamos juntos, evolucionamos y evolucionamos, hasta que un día nos dimos cuenta de que éramos.

Siempre estábamos cerca, muy cerca; Nos comíamos los unos a los otros, nos apareábamos, luchábamos juntos contra depredadores o cazábamos juntos nuestras presas. Hasta que nos vimos en reconocimiento, dotados de conciencia, humanos. Sin embargo, los residuos de nuestro viaje quedaron depositados como instintos inerciales. Y todos los volcanes, las novas, los impulsos de depredación, las luchas por la supervivencia, combinados como recuerdos sólidos, estaban grabados en el espejo de nuestra consciencia, impidiéndonos ver nuestro verdadero reflejo en el espejo. El andamiaje construido para darnos cuenta nos impedía ver el edificio de nuestro ser.

La procesión continúa mientras desensamblamos el andamiaje y limpiamos nuestros espejos, mientras tamizamos la memoria registrada, sacudiéndola, a través de la intensidad de la alternancia de roles y géneros, y la representación de tantas obras diferentes. Continuamos la búsqueda del conocimiento, en diversas formas humanas.

La primera de las partículas nacidas de aquel vientre inimaginable, después de mucho rebotar, saborear, luchar y amar, finalmente se reconoció a sí misma, como realmente ser el Ser. Entonces el Amor se llenó de consciencia, y la dicha interminable lo inundó todo. El Amado nació cuando el Infinito abrazó, esa antigua partícula que rebotaba en el espacio.

Hasta entonces, todo había estado conectado inconscientemente a la Unicidad, en un impulso de conocer, y ahora todo estaba conectado al conocimiento consciente del Amor. Las partículas ahora buscan al Amado, sabiendo que tiene un rostro.

El Amado, habiendo surgido de la oleada de anhelo, irradia para siempre pulsos de Amor, como un Faro en la noche. Que ayuda a todas las partículas a encontrar el recorrido de regreso a la fuente, para que el Amor puede regocijarse infinitamente, mientras cada una de sus innumerables partículas regresa y recrea la dicha eterna del conocimiento, como las gotas de agua cuando regresan al Océano.

La procesión avanza, a través de las numerosas mansiones reflejadas en la casa de los espejos infinitos. Y los sabuesos alertas, de vez en cuando perciben el rastro de la fragancia de lo Más Bello. Y mientras atraviesan los obstáculos, complejidades y sutilezas de esta búsqueda amorosa, se van dando cuenta poco a poco de que en realidad están conectados siempre en una unicidad de Ser.

Esos ojos que miran con luz a los tuyos, esa compasión que te mueve, a sanar y proteger a tus semejantes.

Esas manos cariñosas que acarician a los caídos, los sonidos brillantes de las risas, las sonrisas que florecen como jardines en los rostros, cuando reconocemos humildemente nuestra incertidumbre en los otros.

Es todo parte de esta Vida que está brotando, brotando por todas partes. En una surgimiento milagroso de forma y la sensibilidad, esforzándose por llegar a Ser, a raíz de ese Impulso Original de conocer la esencia del Ser; el Amor.

¿No puedes sentir nuestros corazones latiendo con música, mientras nuestra incompletitud se llena de flujos de amor, mientras reconocemos nuestras conexiones entre nosotros, con nuestros compañeros de escenario? Ahora ha llegado un momento en el que los cables conectores nos unen se colocan por todas partes, como telas de araña en un bosque, y nuestras imágenes y símbolos, atraviesan el espacio entre nosotros, en un continuo de pensamiento y electrones, y nuestro planeta es viajado por aire, acercando nuestros cuerpos en el tiempo. Nuestros partidas de caza poco a poco se están uniendo.

Nuestros ojos están ahora viendo más ojos que nunca, ojos lejanos, ojos de todos los colores y formas, expresando el mismo anhelo, y más allá del sesgo de los reflejos percibidos por cada uno de nuestros espejos tribales llenos de miedo, lo sentimos. Todos sentimos que viene un nuevo amanecer, anunciado por el último destello del faro de luz del Amado.

Se cuela, a través del andamiaje que nos impide ver la conectividad, y en silencio nos va revelando en nuestros corazones. que estamos íntimamente conectados, y que más allá de palabras, ideologías, doctrinas, pasiones, teorías y miedos, nos conocemos en el Amor.

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