El viaje de Lindbergh a Costa Rica en 1928

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Carlos Revilla Maroto

Carlos Revilla

Revisando algunas cosas, me encontré con unas fotografías que tenía guardadas desde hace muchos años, de la visita de Charles Lindbergh a Costa Rica en 1928, con su famoso avión el “Espíritu de san Luis”, con el que hizo en 1927, el legendario vuelo en solitario de Nueva York a París.

Pero antes de escribir de la visita a Costa Rica, es necesaria hacer una introducción al personaje, mas que ya casi se van a cumplir 100 años de la hazaña, en aquel entonces, de aquel primer viaje a través del atlántico.

Lindbergh, un personaje icónico en la historia de la aviación, dejó una huella imborrable en el mundo al ser el primer piloto en realizar un vuelo transatlántico en solitario. Su hazaña no solo demostró la viabilidad de los viajes aéreos de larga distancia, sino que también lo convirtió en un símbolo de valentía y determinación.

Nació el 4 de febrero de 1902 en Detroit, Michigan, Charles Augustus Lindbergh demostró un interés temprano en la mecánica y la aviación. Completó sus estudios en ingeniería mecánica y luego se convirtió en piloto. Sin embargo, fue su vuelo histórico en 1927 el que lo catapultó a la fama mundial.

El 20 de mayo de 1927, Lindbergh despegó en su avión, el Espíritu de san Luis, desde Roosevelt Field en Nueva York con destino a París. Después de un vuelo extenuante de 33 horas y 30 minutos, aterrizó exitosamente en el aeródromo de Le Bourget, en las afueras de París, el 21 de mayo. Su logro no solo lo convirtió en el primer piloto en cruzar el Atlántico en solitario, sino que también le valió el premio Orteig, que consistía en una recompensa de $25,000 dólares para el primer aviador que cruzara el Atlántico sin escalas en cualquier dirección.

La hazaña de Lindbergh no solo marcó un hito en la historia de la aviación, sino que también cambió la percepción del mundo sobre las posibilidades de los vuelos transatlánticos. Su valentía y determinación inspiraron a muchos a explorar los cielos y buscar nuevos horizontes. El vuelo convirtió a Lindbergh en una celebridad internacional. Fue recibido como un héroe en Francia y recibió una medalla de la Legión de Honor. En los Estados Unidos, fue recibido con una ovación de multitudes en las calles de Nueva York.

Lindbergh usó su fama para promover la aviación y la paz. También escribió un libro sobre su vuelo, titulado “We”. Sin embargo, la fama también tuvo sus sombras (ver anexo). Lindbergh se convirtió en una figura polémica debido a sus puntos de vista políticos y comentarios controvertidos. Su simpatía por el régimen nazi en Alemania y su posición aislacionista antes de la Segunda Guerra Mundial generaron críticas y controversia. A pesar de ello, su contribución a la aviación sigue siendo innegable.

Lindbergh continuó su vida ligada a la aviación, trabajando como consultor y pionero en tecnologías aeroespaciales. A lo largo de su vida, también enfrentó desafíos personales, incluido el secuestro y posterior muerte en 1932 de su hijo Charles Jr. Este suceso conmocionó a las Estados Unidos y el mundo. Lindbergh y su esposa, Anne Morrow Lindbergh, se retiraron de la vida pública después de este evento. Incluso todavía en mi niñez se decía «Vd. está más perdido que el chiquito de Lindbergh», para que vean el impacto que tuvo en todo el mundo el secuestro.

Lindbergh falleció el 26 de agosto de 1974 en su hogar en Maui, Hawái. A pesar de las controversias y altibajos en su vida, su legado como un audaz pionero de la aviación se mantiene, y se le recuerda como un hombre que demostró que los límites pueden superarse.

Lindbergh

También me parece importante escribir unas líneas sobre su famoso avión el Espíritu de san Luis.

El 20 de mayo de 1927, un avión de aspecto modesto pero con un nombre que resonaría en los anales de la aviación despegó de Roosevelt Field en Nueva York. Ese avión era el “Spirit of St. Louis”, y su piloto, Charles Lindbergh, estaba a punto de realizar un vuelo que cambiaría para siempre la forma en que el mundo miraba al cielo y a los viajes en avión.

Diseñado por Donald A. Hall bajo la dirección de Lindbergh, el Espíritu de san Luis era un monoplano de un solo motor construido específicamente para el vuelo histórico que se avecinaba. Aunque muchas personas en ese momento creían que un vuelo sin escalas a través del Atlántico era casi suicida, Lindbergh y su equipo habían trabajado meticulosamente para crear una aeronave que maximizara la eficiencia del combustible y pudiera resistir las duras condiciones del vuelo.

El avión, financiado en gran parte por donaciones y patrocinadores, llevaba el nombre de la ciudad de St. Louis en honor a los contribuyentes que habían apoyado el proyecto. El fuselaje del avión estaba pintado de plata, lo que ayudaba a reflejar el calor y a mantener la temperatura interna bajo control durante el vuelo.

El 20 de mayo, con el cielo despejado y las esperanzas altas, Lindbergh despegó en el Espíritu de san Luis. Durante las siguientes 33 horas y media, voló solo a través del vasto océano, enfrentando desafíos como la fatiga, la falta de sueño y la incertidumbre sobre su rumbo debido a la falta de visibilidad. Sin embargo, su determinación y habilidades de navegación lo llevaron finalmente a su destino: el aeródromo de Le Bourget, en las afueras de París.

La llegada del Espíritu de san Luis a Le Bourget el 21 de mayo de 1927 marcó un momento histórico. Lindbergh había completado con éxito el primer vuelo transatlántico en solitario y sin escalas. El avión y su piloto se convirtieron en símbolos de valentía, determinación y audacia en un mundo que estaba explorando nuevas fronteras en la aviación.

El Espíritu de san Luis, ahora está preservado en el Museo Nacional del Aire y del Espacio en Washington D.C. Tuve la oportunidad de verlo y fotografiarlo cuando visite ese museo hace un tiempo.

Aprovechando está columna sobre Lindbergh, digitalicé un libro, de esos que había hace muchos años, que se conocían como minilibros de la serie “Enciclopedia pulga”, que de casualidad tenía entre mis libros viejos. Aunque no dice el año de edición, debe ser de los años 40 o 50 del siglo pasado. Lo publiqué en mi sitio especializado “EDEL- Editorial Electrónica”.

El vuelo de Lindbergh

Ahora si, la gira de Charles Lindbergh a Costa Rica en 1928.

El 7 de enero de 1928, el piloto estadounidense Charles Lindbergh llegó a Costa Rica volando el Espíritu de san Luis, como parte de una gira promocional de la compañía Pan American, que incluía México, los otros países de América Central, Colombia, Venezuela, y algunas islas del Caribe.

Lindbergh

En el antiguo aeropuerto de la Sabana 30 000 personas le dieron la bienvenida al célebre piloto. Entre lo asistentes estaba el presidente de la República Ricardo Jiménez Oreamuno y su gabinete, el cuerpo diplomático y mucha gente cercana al Gobierno.

Fueron muchas las actividades desarrolladas por Lindbergh en nuestro país.

Desfiló por las calles de la capital, donde posteriormente tuvo un almuerzo en el Club Unión con los Rotarios, se le dedicó una corrida de toros en Plaza González Víquez y conoció el Teatro Nacional.

Visitó la Legación (embajada) de EE.UU. en cuesta de Moras, que en la actualidad es el Castillo Azul en el complejo de la Asamblea Legislativa, donde se reunió con Roy T. Davies, el representante de la Legación de EE.UU., junto a diplomáticos y ciudadanos estadounidenses residentes en el país. También se reunió con una tropa de los Boys Scouts

Asistió a recepciones en la Casa Amarilla y el Teatro Nacional. Además fue recibido por el presidente Ricardo Jiménez en la Casa Presidencial.

Una agenda realmente apretada.

Dos días después de arribar al país, el lunes 9 de enero, partió rumbo a Panamá, no sin antes asistir en el Estadio Nacional, a un partido de fútbol que le dedicó el Club Sport la Libertad. Antes de despegar, dibujó en el fuselaje del Espíritu de san Luis una bandera nacional.

Así describió Lindbergh Costa Rica en un artículo de 1928 para la revista National Geographic:

Ahora el país se hacía más alto. Aparecieron pequeños campos cultivados y delante estaban las montañas. Encontré un agujero en las nubes y subí en espiral hasta los 7.000 pies (2.134 m). Cruzando las montañas, descendí a un valle y me encontré sobre el pueblo de Alajuela. A quince millas (24 km) estaba la ciudad de San José. Había tanta gente en el campo que dejé una nota solicitando que la gente se retirara.

Al cruzar el campo, volando bajo, pude ver a la banda uniformada tocando sus instrumentos y a la gente agitando sus sombreros y banderas. Pero la multitud estaba tan empeñada en pegarse al borde del campo que la policía tuvo que desenvainar sus sables para retenerlos cuando por fin aterricé, después de dar vueltas en círculos durante veinte minutos.

Había muchos estadounidenses viviendo en la hermosa ciudad de San José. Costa Rica es una de las repúblicas más prósperas de América Latina.

Encontré tanto nativos como extranjeros muy interesados en volar. El comercio aéreo debe convertirse en un factor importante de su progreso. Mis propios vuelos, hasta ahora, indican que la aviación está peculiarmente adaptada al transporte en América Central. Aquí los ferrocarriles y las carreteras son todavía tan escasos que un viaje que ahora lleva días o semanas por tierra podría hacerse en pocas horas en avión.

En 1914 había visto Panamá, viajando muchos días en vapor desde Nueva York. Quería volver a verlo. Mientras volaba, no pude evitar reflexionar sobre cuánto tiempo y distancia han sido eliminados por la ciencia y la invención. Aunque en este vuelo había recorrido más de 4.000 millas (6.437 km) desde que salí de Washington, mi tiempo real de vuelo había sido de unos dos días.

El país desde San José hasta Panamá es quebrado y salvaje, pero había varios lugares donde los aviones podían aterrizar. Seguí el valle del río Reventazón y llegué a Almirante; luego atravesé la laguna de Chiriquí y Bocas del Toro. Al llegar a la costa atlántica, en el golfo Mosquito, seguí la costa unos kilómetros antes de atravesar el país en dirección a Panamá.

En el futuro, los vuelos a través de Centroamérica, como el que me trajo hasta aquí, harán que viajar en avión sea un medio de transporte habitual.

La visita de Lindbergh causó mucha expectación, siendo una de las noticias destacadas en los periódicos de la época.

Ya para diciembre de ese mismo año, la Pan American realizó el primer vuelo comercial hasta nuestro país.

De la visita a Costa Rica está el grupo de fotografías que les mencioné, la mayoría tomadas por el famoso fotógrafo Manuel Gómez Miralles.

 
En el aspecto negativo de Lindbergh, en el anexo pueden leer un buen resumen de todo lo que él hizo, que terminó por acabar con su popularidad y reputación; que tomé del libro “Días malos en la historia”. Realmente me sorprendió leer esa nota, no conocía con ese nivel de detalle esa parte negra de su vida.

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Con la ayuda Wikipedia y nota de Telenoticias.

Anexo

Una reputación pierde altura de repente

Al repasar la vida de Charles Lindbergh, es difícil precisar cuándo exactamente el gran aviador pasó de lo que un columnista describió como «Héroe público nº 1» a «Enemigo público nº 1». Desde sus extrañas nociones sobre la pureza racial hasta el feroz aislacionismo que defendía para Estados Unidos mientras Hitler arrasaba Europa, el hombre conocido cariñosamente como el Águila Solitaria consiguió alienar a su público, antaño adorador, en una prolongada espiral de desgracia. Hubo muchas declaraciones mal recibidas y asociaciones desagradables, pero dos acontecimientos en particular destacan como quizás los más desafortunados en el corrosivo declive de la no tan afortunada Lindy.

Una década después de pilotar con éxito el Spirit of St. Louis en solitario sobre el Atlántico y convertirse en un héroe instantáneo en 1927, Lindbergh realizó varios viajes a la Alemania nazi. Allí, como invitado de honor en los Juegos Olímpicos de Berlín, entre otros actos, ensalzó (y exageró) la fuerza de la Luftwaffe alemana y elogió el liderazgo de Hitler. «La vitalidad organizada de Alemania fue lo que más me impresionó», escribió Lindbergh más tarde en su autobiografía: «la incesante actividad del pueblo, y la convencida dirección dictatorial para crear las nuevas fábricas, aeródromos y laboratorios de investigación»*.

Entonces, el 19 de octubre de 1938, el aviador de fama mundial aceptó, «por orden del Führer», la entrega de la Cruz de Servicio del Águila Alemana a Hermann Goering. Alemania aún no era un enemigo formal de Estados Unidos, pero los críticos estadounidenses se indignaron al ver cómo su héroe se acercaba a los nazis, cuyos ataques contra la humanidad ya estaban en marcha.

Lindbergh rechazó la idea de devolver la medalla. «Me parece que la devolución de condecoraciones, que se concedieron en tiempos de paz y como gesto de amistad, no puede tener ningún efecto constructivo», escribió. «Si devolviera la medalla alemana, me parece que sería un insulto innecesario. E incluso si la guerra se desarrolla entre nosotros, no puedo ver ninguna ganancia en permitirse un concurso de escupitajos antes de que la guerra comience.»

El Secretario del Interior, Harold Ickes, entre otros, discrepó vehementemente. «Si al Sr. Lindbergh le apetece encogerse de hombros cuando se refieren a él correctamente como caballero del águila alemana», escribió Ickes, «¿por qué no devuelve la vergonzosa condecoración y acaba con ella? Los americanos recuerdan que no dudó en devolver al Presidente su comisión en la Reserva del Cuerpo Aéreo del Ejército de los Estados Unidos. De hecho, el Sr. Lindbergh devolvió su comisión [en 1941] con sospechosa prontitud y con una total falta de gentileza.** Pero aún conserva la medalla nazi».

El nadir de la carrera pública de Lindbergh se produjo durante un discurso pronunciado el 11 de septiembre de 1941, en el que pronunció una condena profundamente insensible contra los británicos, el pueblo judío y la Administración Roosevelt. La reacción al discurso fue inmediata y devastadora para la reputación de Lindbergh. El otrora héroe se enfrentó a lo que su biógrafo Scott Berg describió como «un Niágara de invectivas…». Pocos hombres en la historia de Estados Unidos habían sido tan vilipendiados». La revista Liberty le llamó «el hombre más peligroso de América», mientras que los habitantes de Litle Falls, Minnesota, ciudad natal de Lindbergh, llegaron a retirar su nombre de la torre del agua. El Águila Solitaria, impenitente hasta el final, se había estrellado finalmente.

* Al parecer, la afinidad de Lindbergh con Alemania se extendía a las mujeres. Mucho después de su muerte, en 1974, se supo que el héroe americano había tenido varios hijos con tres mujeres diferentes, dos de ellas hermanas.

** Lindbergh renunció a su cargo en la reserva del Cuerpo Aéreo del Ejército de Estados Unidos en respuesta a las críticas públicas del presidente Roosevelt, que lo tachó de «derrotista y apaciguador» ante el avance de Hitler. Aunque no fue ni mucho menos la única voz que abogó por la no intervención en Europa, el pionero del automóvil y también condecorado con la Cruz del Águila Alemana Henry Ford fue otro destacado aislacionista, al igual que Joseph P. Kennedy, patriarca de la dinastía política y embajador en Gran Bretaña.

Tomado del libro «Bad Days in History» de Michael Farquhar

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