Vía costarricense
Johnny Soto Zúñiga
Finalmente se impuso la ultraderecha en Brasil; al ganar las elecciones nacionales en el balotaje (segunda ronda), el candidato Jair Bolsonaro (VoxPopuli, CUT), con el 56% del total de los votos escrutados este domingo 28 de octubre del 2018, ante el candidato de la izquierda Fernando Haddad (Partido de los Trabajadores (PT) fundando por Lula actualmente en prisión) y la destituida expresidenta Dilma Rousseff. Podemos afirmar que era predecible está consecuencia electoral? Así lo afirmaban todos los sondeos desde que en la primera ronda electoral Bolsonaro, ex militar de 63 años quien alcanzó el 46% de los votos frente a 29% para Haddad. Ahora los últimos sondeos señalan un 56% contra 44%. Pese a los esfuerzos y alianzas del PT con otros grupos fue insuficiente para imponerse y parar al exmilitar ultraderechista (que para algunos trae recuerdos de los tiempos de la dictadura 1964-1985)
Con esta elección; se reafirma el fin de las ideologías en América Latina y prácticamente es lo que está sucediendo en el resto del mundo. A los pueblos les interesa más que un partido político les proponga soluciones inmediatas a los múltiples problemas existentes en el día a día. La promesa del candidato Bolsonaro de combatir la alta criminalidad, el contraataque a las mafias organizadas en especial del narcotráfico; la lucha contra la corrupción etc. A los electores brasileños no les importó los discursos racistas, homofóbicos y misóginos del candidato derechista; no obstante tendrá al parecer problemas con no tener mayoría en el Congreso; a pesar de que el PT tiene mayor fuerza, pero que perdió varios diputados; por todos los problemas de las denuncias de corrupción en especial los sobornos en Petrobras que llevó al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010) a la cárcel con una pena de 12 años.
Escribía Enrique Krauze afirmaba: “¿Redención o democracia? Éste ha sido, hasta hace poco, el dilema central de América Latina. La mayor parte de nuestras naciones ha optado por la democracia, y por el retorno a los valores liberales y republicanos que les dieron origen. Pero para que la democracia se fortalezca y perdure, y para que a través de ella (con sus leyes, instrumentos e instituciones) nuestros pueblos puedan enfrentar los males del nuevo siglo, los gobiernos deben desplegar una efectiva vocación social. De no hacerlo, la región volverá a buscar la redención, con todo el sufrimiento que conlleva.
La frese refleja, creo, el consenso actual en América Latina. Al mismo tiempo, la región parece ya definitivamente liberada de dos males endémicos de su vida política: el caudillismo y el militarismo. Pero el orden antiguo, compuesto de absolutismo político y ortodoxia ideológica e incompatible con la democracia, no ha muerto. Está vivo en Venezuela, Nicaragua y Bolivia; en menor medida en Ecuador y Argentina (antes cuando estaba Correa y Cristina Fernández); y potencialmente en México y el Perú.
¿Democracia o redención? Mientras haya pueblos sumidos en la pobreza y la desigualdad, aparecerán redentores (por lo general, universitarios) que sueñen con encabezados y liberarlos. Ante ellos, sólo cabe oponer la insípida, la fragmentaria, la gradualista pero necesaria democracia, que ha probado ser mucho más eficaz para enfrentar esos problemas.” (Redentores – Ideas y Poder en América Latina. E. Krauze)
Para los seguidores del sistema democrático y una transparente división de poderes; la única manera de fortalecer este sistema republicano y de respeto a las libertades públicas; es atacar los males profundos que atentan contra el mismo. Por lo anterior es fundamental que los fondos públicos sean administrados por gentes probas, que no lleguen a servirse del poder; si no todo lo contrario a servir a la Patria. Esta es la dicotomía en que nos encontramos permanentemente.
Lo preocupante del candidato ganador el derechista y exmilitar Jair Bolsonario, acompañado en la fórmula presidencial del candidato a la vicepresidencia el general Hamilton Mourao; quienes han sido defensores de la dictadura militar que gobernó durante muchos años en el gran país suramericano; seguidos por sus candidatos regionales que también utilizan fuertes exabruptos y discriminatorios (un poco al estilo de la campaña de Donald Trump en EE.UU.) con corte racista, contra las mujeres, lo vagabundos y con discursos homofóbicos etc. Han realizado una campaña erigiéndose como los defensores de la transparencia y contra la corrupción (tan golpeada en la izquierda del PT; a raíz de los problemas de sus dos expresidentes y otros personajes cuestionados).
Además se declaran defensores de la vida, la familia y de los niños; muy similar a las posiciones de los cristianos evangélicos y católicos (al parecer está de moda de estas maneras de pensar que divide a las sociedades modernas). Además el nuevo Presidente electo Bolsonaro echara mano de alianzas con otros partidos políticos que podrá obtener la mayoría en las respectivas cámaras (en Brasil se le llama la bancada de las tres B: buey, bala, biblia), donde están los ruralistas (agronegocios), los más extremistas y conservadores que creen más en el uso de la fuerza al estilo militar contra la delincuencia; y por último los pentecostales religiosos que defienden los principios y valores bíblicos; para imponer una forma de vida familiar conservadora en la sociedad brasileña.
A nivel económico; el nuevo Gobierno brasileño seguirá con las políticas privatizadoras; con el objetivo de cancelar la “deuda pública”; y procederán a vender las empresas públicas (reservas de crudo petrolero; que Brasil tiene enormes fuentes que lo hacen una potencia, del denominado pre-sal; y avanzará conforme al gobierno actual de Temer; en la privatización de la empresa petrolera brasileña Petrobrás). Al parecer que las políticas sociales asistenciales; con el nuevo gobierno se van a ver disminuidas; lo que implicaría mayor pobreza y desempleo. Todo esto atentará en la institucionalidad pública y la reducción de la credibilidad democrática; que puede inclinarse hacia políticas más ultraderechistas y discriminatorias.
Finalmente; estamos ante una encrucijada política en uno de los países más grandes de nuestro continente americano y del mundo (con 202 millones de habitantes, 8.5 millones de Km2, es el 5to país más grande del mundo y la 6ta economía mayor del mundo por PIB nominal); todo lo que suceda en la República Federativa de Brasil repercute tanto en América como en el resto del mundo. Solamente esperemos que las acciones y decisiones políticas no dividan la sociedad brasileña; porque todos los seres humanos deben caber en su país y que se respeten los Derechos Humanos fundamentales; y que prevalezca el bien común y el respeto a la democracia república. Esperemos que los exabruptos de los nuevos gobernantes se queden ahí y modulen sus expresiones y acciones; para no ver sufrimientos y hechos violentos que no conducen nunca a nada. No queremos personajes que se creen “los nuevos redentores” en nombre de la democracia y la lucha contra la corrupción; haciendo discriminaciones odiosas en la sociedad.