El traicionero inconsciente de Cisneros

Luis Paulino Vargas Solís

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¿Qué motiva la denuncia que Cisneros y su kínder legislativo formulan contra Gustavo Román, vocero del TSE?

Pues en el origen de eso solo hay una cosa: Román dice la verdad y la dice sin ponerle maquillajes ni antifaces.

Cuando Román ha afirmado que Rodrigo Chaves miente, está diciendo la verdad: efectivamente Chaves miente. Pudo haberlo dicho apelando a fórmulas suavizadas, eufemísticas, con sus lacitos y encajes.

Decir, por ejemplo, que “el señor presidente ha expresado algunas ideas que son inexactas”. O bien: “debo aclarar algunas cosas dichas por el señor presidente en vista de que incurre en importantes imprecisiones”.

De haberlo hecho así, quizá Cisneros habría tenido que tragar grueso sin poder hacer esta ridícula pantomima.

Por otra parte, y según lo confirma la propia Cisneros, Román ha utilizado conceptos como “tirano” y “matón”, sin referirlos directamente a Chaves. Pero Cisneros interpreta que sí están referidos a Chaves.

Si Román no dijo explícitamente que Chaves es un “matón” y un “tirano” ¿Por qué Cisneros afirma que cuando lo dijo se refería a Chaves? Nada la obligaba a sentir que ahí había una alusión a Chaves, y nada la obligaba a interpretado así. Pero el caso es que lo interpretó así.

Solo encuentro una explicación satisfactoria para tan fatal lapsus: Cisneros sabe que Chaves es un matón que aspira a convertirse en tirano, y a tal punto lo sabe que su inconsciente la traicionó y la hizo admitir públicamente que efectivamente Chaves es un matón que sueña con ser un tirano.

Lo cual me devuelve al principio.

Supongamos que cuando dijo “matón” y “tirano” Román estaba realmente pensando en Chaves. No lo sabemos con certeza. Tan solo supongámoslo.
En tal caso Román no estaría diciendo nada que no fuera absolutamente cierto; estaba expresando una verdad del tamaño del océano Pacífico. Porque es absolutamente obvio que Chaves es un matón cuyo sueño es convertirse en tirano y dictador.

Pero hay todavía otro lapsus freudiano en la perorata de Cisneros, otro juego traicionero de su atribulado inconsciente: en su atropellada diatriba la señora admitió que Chaves está violentando las leyes y la Constitución y está incurriendo en el delito de “beligerancia política”.

Porque, contra lo que Cisneros quisiera hacer creer, eso es lo que se desprende de su cuenterete absurdo, según el cual las críticas de Román implican “beligerancia política”.

El caso es que las críticas de Román solo podrían ser “beligerancia política” si el destinatario de tales críticas, o sea Chaves, fuera parte interesada, y por lo tanto beligerante, en el proceso electoral.

O sea: aunque Cisneros es la emperatriz de la mentira, su inconsciente se le rebela y la pone a decir verdades, tan grandes como una galaxia y tan incómodas como dormir sobre un rollo de alambre de púas.

Al cabo, esta bufonada insultante se resume en una cosa: hay aquí un ataque directo contra la libertad de expresión y un aviso y una advertencia: en una eventual tiranía chavescisnerista decir la verdad estará proscrito.

Economista jubilado

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