El Titanic del PLN sigue hundiéndose… al son del violín

Carlos Revilla Maroto

PLN

La última encuesta con miras a febrero confirma lo que ya se veía venir: Álvaro Ramos no crece. La candidata oficialista se dispara con una ventaja casi inalcanzable. Y el PLN, una vez más, parece resignado al papel protagónico de la derrota.

En 2019 dije que la orquesta del Titanic era la militancia. Hoy hay que corregir el diagnóstico: la militancia ya entendió el tamaño de la crisis. Los sordos, los ciegos, los que viven en negación… son los que dirigen.

Y aún más revelador: todas las figuras históricas del partido —expresidentes, referentes, y hasta Johnny Araya— dieron un paso al costado. Se quitaron del camino para permitir que nuevas fuerzas tomaran el control… ¿y qué hizo la cúpula? Nada. Ni así se produjo la renovación.

El ejemplo más fuerte fue la salida de Laura Chinchilla, expresidenta respetada dentro y fuera del partido. Sus razones, expuestas de forma clara y profunda, deberían haber generado una reflexión trascendental. Pero la dirigencia respondió como si fuese una rabieta pasajera: “Que vuelva, pero sin discutir nada”. Negación absoluta de la realidad.

Y mientras tanto, las alcaldías se han convertido en el muro de contención del cambio. Poder territorial usado para perpetuar el mismo esquema de lealtades y cuotas, el mismo círculo cerrado de toma de decisiones. La maquinaria funciona… pero solo para proteger a quienes ya están adentro.

A esta dinámica se suma un hecho más grave y menos discutido: desde 2005 el PLN no celebra un Congreso Nacional. Dos décadas sin el órgano máximo de deliberación política, sin discusión doctrinaria ni actualización ideológica. Se llenan la boca con la palabra “renovación”, pero la estructura se rige por reglas viejas, pactos viejos y silencios aún más viejos. Es un partido que dejó de pensar su futuro y, en su lugar, administra su decadencia. Un cascarón verde que solo recuerda lo que fue, incapaz de imaginar lo que podría ser.

Tres derrotas consecutivas (cinco si contamos los dos balotajes), cada una más dura que la anterior y cada una ignorada con mayor arrogancia.

La cúpula insiste en el autoengaño: “Todo está bien, seguimos siendo la mayor fracción legislativa, tenemos alcaldías y tenemos candidato”.

Todo está bien… aunque el barco ya esté partido en dos.

Mientras el partido se hunde, la orquesta sigue tocando. Tocan para sí mismos, tocan para sostener el poder interno, tocan para no enfrentar la verdad.

Y así, mientras el agua fría ya roza las escaleras de primera clase, los guardianes del viejo régimen brindan en cubierta. Creen que el barco es insumergible. Que el océano les debe respeto. Que la historia se detendrá para esperarlos…

Pero la historia no espera. Ni perdona.

Y cuando el último violín deje de sonar, los responsables no podrán huir en los botes salvavidas: los hundirá el peso de sus propias decisiones.

El Titanic verde no se hunde por el iceberg electoral, se hunde por la soberbia de quienes creen que pueden flotar eternamente sin cambiar nada.

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Un comentario

  1. El buen bombero ayuda a apagar el incendio, no aviva el fuego.

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