El Rey Sueño

Crónicas interculturales

Por Remy Leroux Monet

Remy Leroux

Fue en España durante mi primera estancia en Cataluña en los años ’60 cuando empecé de adolescente a captar algunas diferencias abismales entre los modos de vivir de cada lado del Pirineo. Más bien, los modos de dormir.

Por ejemplo, descubrí la siesta. Este corto descanso post-almuerzo es tan español que no disponemos de una palabra en francés para identificarlo. Utilizamos la palabra castellana “siesta” como si fuera algo tan extraño a nuestras costumbres que no nos cabe más que adoptar un vocablo extranjero.

En la noche, la hora de apagar las luces y terminar el servicio en el hostal donde estábamos alojados con mi mamá me parecía tremendamente tarde cuando hacía la comparación con Francia.

Era tiempo de vacaciones pero para nosotros “del Norte” no constituía un motivo suficiente para ir a dormir a deshoras, como a medianoche, como a la una de la madrugada, lo que sí lo hacían los otros huéspedes que en su mayoría eran españoles.

Pero nos resultaba difícil ir a dormir digamos a las 10 de la noche, hora normal para mi familia en tiempo de vacaciones. Apenas terminábamos de cenar a esa hora cuando se armaban en el establecimiento unas ruidosas y sonoras tertulias entre los clientes que parecían nunca terminar.

Mi papá que no era racista de ninguna manera no soportaba los españoles en general por escandalosos. Creo que no nos hubiera acompañado en ese viaje por esa sencilla razón.

Mi mamá consideraba que el tiempo de vacaciones era también y tal vez ante todo un tiempo de descanso, de recuperación del sueño perdido durante el resto del año. Había que pasar en la cama de ocho horas en adelante en tiempo ordinario y bastante más en tiempo de vacaciones, como para recargar las baterías.

Y así me lo transmitió, lo he vivido dócilmente y lo sigo viviendo. El sueño es sagrado y reparador. Por eso, es el rey.

Cuando era niño y hasta adolescente, en París, no había clases los jueves (pero sí las mañanas de los sábados). Entonces era absolutamente inconcebible ir al cine, al teatro o a cenar donde familiares entre semana con el fin de respetar las horas de sueño. La única excepción era la noche del miércoles puesto que el jueves no había clases y que así uno podía dormir más tarde.

Para respetar mi sueño y evitar despertarme, me recuerdo que ella no encendía la radio hasta que yo me despertara y si tenía que hacer oficio en el apartamento ella limpiaba con un trapo o un plumero para no así conectar el aspirador que era bien bullicioso. Ni hablar del grosor de las cortinas de mi cuarto que no dejaban entrar ni un hilo de luz natural. Igualito en Tiquicia, ¿verdad?…

Me recuerdo también que, regresando en la noche de una reunión familiar, para ganar algunos segundos de sueño, me ordenaba empezar a desvestirme subiendo las escaleras. Vivíamos en el quinto piso de un edificio de apartamentos y sin ascensor. Conté que sumaba cien gradas. Uno se quitaba el abrigo, se desabotonaba la camisa, se deshacía los cordones de los zapatos, etc., mientras subíamos.

Eso sí que me dolía, y bastante: en el teatro nunca esperábamos los saludos del elenco al final del espectáculo. Teníamos que salir casi corriendo hacia el metro antes de que se llenara el andén y que tuviéramos que esperar el tren siguiente.

Una de las primeras demostraciones de mi emancipación fue disfrutar y compartir los aplausos de agradecimiento y reconocimiento del público hacia los actores. Sin límite de tiempo, aún si el telón se levantara cinco veces…
Exigía lo mismo con el reparto y los créditos que salen al concluir una película.

Ahora, de pensionado, me levanto tarde, hago siesta y duermo antes de las 10 p.m. Me declaro súbdito incondicional del Rey Sueño, monarca que nadie reconoce en el mundo latino. ¿Será por eso que ahí hay escasez de Clínicas del Sueño…

Remy Leroux Monet, ciudadano francés, visitó por primera vez Costa Rica en 1978, y desde entonces no se ha separado nunca de nuestro país. En 1993 migró definitivamente. Siendo un atento observador de su entorno, tiene por afición resaltar diferencias entre sus dos países, el de nacimiento y el de adopción.

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