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Carlos Revilla Maroto
Tantas cosas se han dicho de Hamas (la mayoría ciertas), que no vale la pena mencionarlas. Todos tienen razón en condenar esa organización terrorista -me incluyo- y todavía aún más después del ataque y asesinato a mansalva de 1 200 israelitas, el pasado 7 de octubre. Todos pedimos un alto al fuego en la guerra actual entre Israel y Hamas, más que todo por los estragos que la guerra esta haciendo en la población civil de Gaza, con una crisis humanitaria en ciernes de proporciones incalculables. Pero, Israel no está de acuerdo y dice que primero hay que borrar a Hamas de la faz de la tierra, y pareciera -por lo que estamos viendo- a cualquier costo.Se han dado disturbios en Jerusalén Este y partes de Cisjordania, con la ya conocida represión de la policía, y ahora el ejército israelí, y peor aún con una gran cantidad de muertos y heridos, que hay que sumarlos a las ya cifras sin precedentes de Gaza. En otras oportunidades de crisis o guerra entre Hamas e Israel, después de acordado un cese de fuego, los disturbios, los muertos y heridos han continuado. ¿Por qué será esto?, es más, nos preguntamos ¿será entonces Hamas el problema?
La respuesta a las anteriores interrogantes es muy sencilla: porque el problema no es Hamas, es más nunca lo ha sido. El problema es la ocupación, la vejación, la represión, el despojo, y tantas y tantas otras cosas terribles que padece el pueblo palestino a manos de la potencia ocupante Israel. Aunado a todo lo anterior, está la ocupación de los territorios, conocidos como Cisjordania, con la brutal colonización. Apenas terminada la guerra llamada de los seis días, Israel inició la ocupación y colonización de los territorios capturados, Cisjordania y Gaza, incluido, por supuesto Jerusalén Este. Capítulo aparte son los Altos del Golán capturados a Siria, que al día de hoy es el sitio predilecto de la gente adinerada de Israel, que lo utiliza para pasar sus vacaciones invernales en un retiro para esquiar.
Desde 1967, hace ya 56 años, Israel ha ejercido con mano férrea la ocupación e inició una colonización que no ha parado, y más bien en los últimos tiempos se ha incrementado a pasos agigantados. Ya hay grandes asentamientos de colones judíos, incluso con enormes «malles». Definitivamente Israel ya perdió el pudor con esto. Incluso un general retirado de las FDI, tiene su quinta de recreo, con piscina y todo, cuando en las cercanías los palestinos no tienen agua y dependen de otros para poder obtenerla.
Después de los acuerdos de Oslo de 1993, que fueron una serie de acuerdos firmados entre el Gobierno de Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), diseñado para ofrecer una solución permanente en el conflicto palestino-israelí, es prácticamente nulo el avance del proceso de paz. Es más no solo está estancado, sino que incluso ha retrocedido. Con incluso amenazas de Israel de salirse del acuerdo y volver al status quo anterior, lo que implicaría dejar de lado la incipiente autonomía palestina, que la verdad muy poco ha servido, pues quien sigue mandando en el terreno es la potencia ocupante, que guardando las distancia se podría comparar con el gobierno de la Francia de Vichy en Francia, aquel estado títere instaurado por el mariscal Philippe Pétain en parte del territorio francés y en la totalidad de sus colonias, tras la firma del armisticio con la Alemania nazi en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Eso si aclaro, que de parte de los palestinos no hay entreguismo ni cosa parecida. Es más con la guerra actual, no me sorprendería que con cualquier pretexto, Israel (Netanyahu) denuncie esos tratados.
Después del último intento serio de la Cumbre de Paz de Camp David del 2000, todo ha ido empeorando en la región, hasta el conflicto actual, que no tiene visos de final, más bien nadie sabe cuanto podrá durar.
Creo importante dentro de esta escalada de violencia que se ha dado, recordar las intifadas, que es el nombre popular de las rebeliones de los palestinos de Cisjordania y la franja de Gaza contra Israel. Estos alzamientos se encuentran entre los aspectos que más han influido el desarrollo del conflicto árabe-israelí en las últimas décadas. Las intifadas empezaron como campañas de agitación palestinas, en respuesta al constante hostigamiento israelí, generándose así un ciclo de violencia inercial de difícil solución.
La primera intifada empezó en 1987 con la famosa “Guerra de las piedras”. Las imágenes de televisión mostraban batallas callejeras entre palestinos y miembros de las FDI de Israel, en la que los palestinos atacaron con piedras y otros objetos al ejército de Israel, y este respondió con armas de fuego, de ahí el nombre de “Guerra de las piedras” o “Piedras contra balas”; la violencia decayó en 1991 y tocó a un fin más completo (aunque no decayó totalmente) con la firma de los Acuerdos de Oslo, que ya les mencioné, y la creación de la Autoridad Nacional Palestina. Desde diciembre de 1987 hasta la fecha de la firma de los citados acuerdos, 3 162 palestinos y 127 israelíes murieron a causa de los enfrentamientos de esta intifada.
La segunda intifada, que se ha dado en llamar Intifada de al-Aqsa, empezó en septiembre de 2000, como respuesta a la visita del político Ariel Sharón a la zona árabe de Jerusalén. Este acto fue interpretado como una provocación por los palestinos, quienes reaccionaron arrojando piedras a las fuerzas israelíes. La represión brutal tuvo como resultado 7 palestinos muertos, provocando así violentas insurrecciones en toda la frontera entre Israel y los territorios palestinos. Fue terminada oficialmente el 24 de febrero de 2005. Esta segunda intifada dejó más de 5 000 palestinos (en su mayoría civiles) y más de 1 000 israelíes muertos. Además, la victoria de Israel significó el aislamiento definitivo de la Franja de Gaza, con sus graves consecuencias humanitarias.
Se habla también de una tercera intifada, en el 2017. Fue convocada en diciembre de ese año, motivada por la decisión del Presidente de Estados Unidos Donald Trump, de reconocer a Jerusalén como capital del Estado de Israel. Dicha decisión de Trump fue duramente criticada por la totalidad de los gobiernos árabes y musulmanes, así como por la mayoría de los gobiernos del mundo occidental. Las diversas críticas señalaron que este movimiento, lejos de incentivar el diálogo entre las partes, sólo logró generar una nueva ola de violencia y tirar por la borda todos los esfuerzos de los anteriores gobiernos norteamericanos en materia del conflicto en cuestión. Las protestas fueron masivas tanto en Cisjordania y Gaza como en todos los países musulmanes. Las Fuerzas de Defensa de Israel reprimieron a los manifestantes en Gaza y Ramallah, pero duraron poco tiempo.
Nadie quiere una nueva intifada, el ejército de Israel pasó momentos muy serios con estos enfrentamientos. Es un tipo de guerra para la que no está entrenado. Es muy complicado estar recibiendo piedras y palos de niños y adolescentes. Esto llevó a una crisis de salud mental muy seria en los soldados, y nadie en Israel quiere que eso se repita. Por su parte, tampoco los palestinos por la gran cantidad de víctimas, especialmente mujeres y niños.
Así que con este breve repaso, hemos visto, como dije, que en realidad Hamas no es el problema. Más bien es una consecuencia del conflicto.
¿Qué hacer? tratar de contestar esa pregunta llevaría un nuevo artículo, y bien extenso. Lo que si es cierto, es reconocer que lo hecho hasta ahora no ha servido de nada, más bien ha empeorado la situación. La administración Biden en EE.UU. no ha propuesto nada, fuera del apoyo incondicional a Israel, y la ya desabrida «solución de dos Estados», que ya nadie se cree.
Con la ayuda de la Wikipedia para algunos datos y cifras.