El Papa León, norteamericano global

Harold Meyerson

León XIV

Chicago, esa ciudad sombría, le ha dado un Papa a la Iglesia Católica, por intermedio de Perú e Italia. La vida de Robert Francis Prevost, como la de su Iglesia, ha sido cosmopolita, cruzando fronteras y continentes, abarcando hemisferios. La Iglesia, por supuesto, no sólo es cosmopolita, sino también parroquial, y se atiene a doctrinas elaboradas hace más de un milenio por clérigos mucho menos cosmopolitas que el equipo que acaba de ungir a Prevost. El nuevo Papa, que se llamará León, aporta a su posición un trasfondo pastoral, como su predecesor. Queda por ver si eso significa que el enfoque de Leo hacia la humanidad vaya a ser tan inclusivo como el de Francisco, que no permitió que algunas de esas antiguas doctrinas impidieran un abrazo más acogedor a aquellos que habían incumplido algunos mandamientos previamente impuestos.

Aun cuando León se muestre más ortodoxo en estas cuestiones que Francisco, tanto su historia pastoral como su historial de trotamundos sugieren que su catolicismo no se parecerá en nada al catolicismo del “sólo nosotros” de J.D. Vance. Eso bien puede significar que continúe la tradición de la Iglesia de elevar lo global por encima de lo nacional, y también que continúe la afirmación de Francisco de los derechos de los inmigrantes, que Francisco integró en su mensaje de Pascua apenas unas horas antes de morir.

Así pues, ¿criticará el primer Papa norteamericano la guerra contra los inmigrantes que anda librando el peor presidente de Estados Unidos? ¿Y tendrá alguna resonancia especial viniendo como viene de un norteamericano, nacido en Chicago, de una de las ciudades más políglotas?

Históricamente, la Iglesia Católica se ha dividido periódicamente en los Estados Unidos en torno a multitud de cuestiones, incluso ahora mismo, cuando sacerdotes cada vez más derechistas, ortodoxos y censorios se afanan en incitar a abandonar la Iglesia a los católicos más centristas, moderados y preocupados por los abusos. Pero si hay una línea unificadora en la historia de la Iglesia norteamericana es el apoyo a los inmigrantes. Después de todo, durante gran parte de su historia, la Iglesia norteamericana –tanto el clero como los laicos- no sólo estaba formada por inmigrantes, sino por inmigrantes a los que la mayoría protestante de Estados Unidos degradaba y despreciaba: irlandeses, luego italianos, después mexicanos y latinoamericanos. La mayor parte de esa historia puede parecernos antigua hoy en día, pero debemos recordar que nuestro país no tuvo un presidente católico hasta John F. Kennedy, el cual tuvo que prometer que no haría caso de los comunicados del Vaticano para poder ganar las elecciones. Por lo demás, sólo hemos tenido otro presidente católico (Joe Biden) desde Kennedy.

Antes de Kennedy, sólo hubo un candidato presidencial católico en nuestra historia: Al Smith, gobernador de Nueva York y antiguo alumno del Tammany Hall [maquinaria política local del Partido Demócrata en Nueva York], a quien los demócratas nombraron candidato en 1928, y cuyo tren de campaña fue recibido por cruces ardiendo a su paso por el país. Smith había sido un enérgico y elocuente opositor a la ley de 1924 que había cerrado de hecho la inmigración a los Estados Unidos desde cualquier lugar que no fuera el noroeste de la Europa protestante, y a partir de entonces habló constantemente sobre el daño que el país se estaba infligiendo a sí misma al no abrir sus puertas a inmigrantes de todas las religiones y de todas partes.

La postura de Smith reflejaba e informaba la de la Iglesia, hasta el punto de que la archidiócesis de Nueva York (a la que pertenecía Smith) creó una cena anual para recaudar fondos destinados a Al Smith, a la que, en años de elecciones presidenciales, se invita a hablar a los candidatos, siempre que no pronuncien discursos de campaña. A la del año pasado asistió Donald Trump, a pesar de que sus opiniones sobre los inmigrantes y la inmigración eran tan contrarias a la doctrina de la Iglesia como, por ejemplo, una oda al ateísmo escrita por Christopher Hitchens. Kamala Harris decidió no asistir, quizás en protesta por la oposición de la Iglesia a las libertades reproductivas de las mujeres, pero perdiendo así la oportunidad de contrastar su buena fe como heredera humanista de Al Smith con el alineamiento de Trump con los anti-Smith, anti-católicos de 1928.

La historia de la Iglesia norteamericana, en la que la de Al Smith ocupa un lugar tan destacado, es uno de los legados que hereda el papa León, más aún desde que el papa Francisco puso los derechos de los inmigrantes en el centro de las preocupaciones de la Iglesia. Y ahora que tenemos un papa norteamericano, ¿invocará esa historia para oponerse a la conversión de Trump de la república norteamericana en un estado de deportación? No tengo forma de saberlo, pero León tiene pista de sobra si decide asumirlo.

Harold Meyerson veterano periodista de la revista The American Prospect, de la que ha sido director y es redactor jefe, ofició durante varios años de columnista del diario The Washington Post y fue director de L.A. Weekly. Considerado por la revista The Atlantic Monthly como uno de los cincuenta comentaristas más influyentes de Norteamérica, Meyerson ha pertenecido a los Democratic Socialists of America, de cuyo Comité Político Nacional fue vicepresidente.

Fuente: The American Prospect

Traducción: Lucas Antón para sinpermiso.info

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