Fernando Del Corro
Hace 30 años la UNESCO declaró “Patrimonio de la Humanidad” el Muro de Adriano, construido hace 1895 años, buscando que la paz fuese mejor negocio que las ocupaciones bélicas
Razones de índole económico-militar hicieron que el emperador romano Publio Elio Adriano decidiera en el 122 construir un muro de 117 kilómetros entre Escocia e Inglaterra para poner fin al conflicto bélico iniciado 205 años antes con los pictos y que amenazaba no tener fin, lo que dio lugar a que diez años más tarde se concluyese la monumental obra que el 14 de diciembre de 1987 fue declarada “Patrimonio de la Humanidad” por la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura).
También el año de asunción de Adriano como emperador fue el 117 cuando falleciera, el 8 de agosto, su antecesor, Marco Ulpio Trajano, quién había llevado al Imperio a su máxima expansión y que pensaba extenderlo mucho más aun ocupando la India, para lo cual se encontraba preparando las fuerzas militares del caso ya que consideraba que no podía ser menos que el macedonio Alejandro Argeida (Alejandro III, “Magno”), mientras ya circulaba la idea actual de la “globalización” expuesta en el Siglo II Antes de Nuestra Era (ANE) por el historiador griego Polibio de Megalópolis.
Trajano, que entonces contaba con 64 años, había nacido en Itálica, hoy Santiponce, a 17 kilómetros de la ciudad española de Sevilla, y eligió como sucesor (en Roma el emperador era designado por el antecesor y no por vía sanguínea) a Adriano, también oriundo de Itálica, pero éste pronto comprendió que las finanzas imperiales no daban para llevar adelante dicho emprendimiento e incluso para mantener lo ya conquistado por lo que el proyecto de ocupación del subcontinente indio quedó abandonado.
Durante el gobierno de Trajano el Imperio se había expandido a las actuales Hungría (de donde llevara a Roma el vino tokaj, al que siglos más tarde el rey francés Luis XIV calificara como “el rey de los vinos y el vino de los reyes”, Rumania, Croacia, otras zonas de Europa Central y Oriental y el Sahara, pero se encontraba con una serie de conflictos internos que se fueron agravando en tiempos de Adriano, sobre todo en Arabia, en los actuales Irak y Palestina, y en Gran Bretaña.
Adriano optó por retirarse de la Mesopotamia, luego vuelta a ocupar dos siglos y medio más tarde por Flavio Claudio Juliano (mal llamado “El Apóstata”); reprimió brutalmente a los judíos en el 132 (se habla de más de medio millón de muertos) pero luego hizo la paz con ellos, y habida cuenta de que la situación con los pictos, llamados “caledonios” por los romanos, los escoceses actuales, no tenía solución optó por hacer construir el muro hoy “Patrimonio de la Humanidad”.
Hablando de los scottos (escoceses), surgidos de la absorción de los pictos con tribus irlandesas invasoras así llamadas, es interesante que el navegante Cristóbal Colón, si bien nacido en la ciudad de Génova, en el norte de Italia, era hijo de una familia de escoceses radicada allí y por ello su nombre original, luego cambiado, fue Pietro Scotto.
El “Muro de Adriano”, a lo largo de sus 117 kilómetros, posee paredones de unos cinco metros de alto y tres de ancho sobre los que se construyeron una infinidad de instalaciones para centinelas y se agregaron 16 fuertes pegados al mismo y otros 9 vecinos entre los que actualmente se destacan por su conservación el denominado Housesteads, en Haxham, y las caballerizas de Chester.
La extensión del muro, de mar a mar, se ubica entre las ciudades de Carlisle, en el oeste, y Newcastle upon Tyne, en el este, y se lo puede transitar por un camino para turistas en bicicletas a través de numerosas ruinas de la civilización romana, poblaciones actuales y accidentes naturales como lagos y colinas.
Luego del “Muro de Adriano” se construyó, hacia el 140, el “Muro de Antonino” (por el emperador Antonino Pío, su sucesor), al norte en territorio escocés, pero no pudo ser sostenido por los romanos que debieron abandonar esa franja entre ambos por lo que el original fue ampliado y mejorado en el 209 por el emperador Septimio Severo para ser abandonado definitivamente en el 383 por el emperador Flavio Graciano, ya en la decadencia imperial, quedando en la actualidad algo al norte de la frontera anglo-escocesa.
El intento de Adriano, más allá de su legado reconocido por la UNESCO, no resolvió, como otros muros, los problemas militares ni las finanzas del Imperio que mantuvieron en constante zozobra a los gobernantes y a las poblaciones durante otro siglo y medio hasta que en 259 el conde Félix, ministro de economía del emperador Juliano, pusiera en marcha la ley “de capitatio iugatio” (acerca del capital y el trabajo), el antecedente del Impuesto al Patrimonio, que gravó a las mayores fortunas y equilibró las finanzas del estado.
– Fernando Del Corro es periodista, historiador, docente en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.